En nombre del bien mayor….

Que difícil mirarse al espejo y darse cuenta que te estás convirtiendo en todo aquello que criticaste y juraste combatir. Irónico que los personajes repudiados con historiales de corrupción que dan para un tomo I y tomo II ya no sean tan malos al cambiar de bando, pues al momento en que el color guinda se vuelve el que abanderan y que los respalda, un “halo” purificador es capaz de borrar su pasado por más obscuro que sea.

Esto, es lo que está pasando con Morena, un partido joven que con apenas 10 años de vida y un récord electoral en cuanto al número de espacios conquistados; dos presidencias de la república, 23 gubernaturas y la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, está dando una cátedra de cómo se puede utilizar el poder para torcer la ley en nombre de las mayorías olvidando la esencia de un movimiento de regeneración que prometió algo más que cambios cosméticos, ya que de promesas la población en México se encuentra cansada.

En 2018, la ciudadanía mostró su hartazgo en las urnas, la necesidad de un cambio de partido se volvió una prioridad, el resultado; la llegada del primer partido de “izquierda” al poder con todas las comillas que se puedan colocar. En 2024, en el balance no de académicos ni analistas políticos, sino de la gente de a pie, valía la pena dar continuidad al proyecto iniciado hace 6 años, y a 2 meses de que comenzó el segundo piso de la cuarta transformación, las contradicciones se hacen más evidentes, imposible no verlas y no se sabe si habrá voluntad moral y política para corregir el rumbo, o habrá que resignarse a que las cosas cambiaron para mantenerse igual.

Para los que apoyan a Morena, no es momento de hacer una crítica porque según ellos, es una forma de dar la razón a sus adversarios y el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum recién comienza, pero si no es ahora ¿Cuándo? Dejamos pasar el tiempo y a la mitad del sexenio comenzamos a preocuparnos por el resultado de las decisiones tomadas.

Simpatizantes del partido Morena quieren defender lo que a todas luces es indefendible. No se dan cuenta que precisamente es de ahí de dónde venimos y es altamente perjudicial. Lo mismo pasó con los priistas y los panistas en su momento y así nos fue. La crítica se debe hacer en todo momento y sin importar el color de partido.

Lo que hoy se tiene es un sector cada vez más intolerante frente a las ideas divergentes. En cuanto alguien realiza una crítica por más mínima o justificada que sea, se recurre al linchamiento en redes sociales por el simple hecho de atreverse a disentir, lo que genera más confrontación y promueve la cultura de la cancelación.

La política no es religión ni una especie de manda, la política no necesita de gente fanatizada. Se requiere analizar de manera seria el proyecto político en turno, no es celebrar todo, pero tampoco es denostar todo, se trata de utilizar la inteligencia para distinguir lo que es favorable de aquello que se debe corregir. Asimismo, hacer una crítica que viene desde el interior, desde los propios militantes y simpatizantes no significa cambiar de partido. La crítica clara, directa y honesta, es el vehículo para ayudar a la construcción de un mejor gobierno.

Sin embargo, así como hay aspectos de crítica del 1 de octubre a la fecha, también existen cosas que rescatar como la política de género que incluye: la creación de la secretaría de las mujeres, la creación del sistema nacional de cuidados para aliviar la carga de trabajo de las mujeres en el hogar y la pensión de adultas mayores a partir de los 60 años. La reforma constitucional para que el salario mínimo crezca por encima de la inflación. Iniciativa para reconocer derechos laborales de los repartidores de plataforma. La beca “Rita Cetina” para estudiantes de secundaria de escuelas públicas. Prohibición de comida chatarra en las escuelas a partir de marzo de 2025 para promover una alimentación saludable y disminuir los índices de obesidad. Mayor impulso a la ciencia con la elevación del Conahcyt a secretaría. Creación de la agencia de transformación digital para la simplificación de trámites. Reforma al art. 28 constitucional para recuperar la rectoría del Estado en materia ferroviaria y privilegiar el transporte de pasajeros, solo por mencionar algunos.

Lo anterior, no implica que se deje de lado la manera en que se están consiguiendo los votos para la aprobación de una reforma como la del Poder Judicial o la ratificación de Rosario Piedra Ibarra en la CNDH, que fue eso, una piedra durante 5 años y aún con eso, repite en el cargo. De igual manera, “el chapulineo” ahora es cosa de niños, lo que se está aventando el segundo piso de la 4T, son triples saltos mortales. La idea de que todo es por un bien mayor es una falacia e hipocresía pura, el bien mayor hubiera sido no abrir la puerta de par en par a personajes deleznables del PRI, PAN y PRD.

Hoy, no se necesitan “levanta manos” y “aprueba todo” en la cámara de diputados y de senadores, necesitamos gente que entienda que ocupar una curul implica responsabilidad y compromiso, pues deben rendir cuentas a las personas que votaron por ellas y por ellos. Los shows de aprobación de reformas mediante “sesiones maratónicas” se está volviendo una costumbre y no queda más que preguntar ¿Ese es el cambio? ¿Esa es la transformación que ha de mejorar el rumbo de nuestro país?