SIN TON NI SON

Francisco Javier Escamilla Hernández

Ya no quisiera ponerle limón a la herida, por lo que hoy será la última entrega donde recordaré algunas anécdotas de mi entrañable amigo Sergio Nader Díaz.

Como mencione la vez pasada, Sergio se entregó en cuerpo y alma al cuidado del medio ambiente y, sobre todo, de la calidad del agua. Es así que en 1991 se presentó un caso de la temible enfermedad del cólera, la cual es una enfermedad que se extiende por medio de la bacteria que se aloja en el agua. Esta enfermedad se creía erradicada en el país, pero cuando se supo que teníamos un par de casos en San Miguel Totolmaloya, municipio de Sultepec, cundió el pánico y nos enviaron a atender la emergencia de salud pública a esa localidad. Al segundo día de estar ahí se presentó el titular de la Subsecretaría de Recursos Hidráulicos para verificar cómo se estaba enfrentando el problema. La normatividad indica que lo inmediato que se debe hacer es mezclar cloro con el agua que la población va a beber, en este caso era agua del río que pasa por la población. Para que el Subsecretario viera que estábamos haciendo lo correcto el Ingeniero Sergio Nader instaló un tanque de cloro a la orilla del río justo donde éste pasaba por el poblado. El ingeniero González Villareal, titular mencionado antes, pidió a Sergio que tomara una muestra para saber si existía suficiente cloro en el río capaz de matar las bacterias. Como ustedes se han de imaginar, el río era muy ancho y caudaloso, por lo que el cloro que le pudiéramos poner debería ser en grandes cantidades para mantener la proporción recomendada en la normatividad, cosa que no se estaba haciendo, sino que sólo se estaba dosificando con un bidón de 50 litros y goteando el cloro.

Entonces, el brillante Sergio Nader, fue presto a tomar la muestra solicitada, a una distancia de 3 metros de donde se estaba aplicando el cloro, para asegurar que sí tuviera cloro la muestra. El ingeniero González Villareal, que por algo era el Subsecretario, le dice a Sergio “a ver, ingeniero, tome la muestra de este lado y acérquese al centro de la corriente para que sea más representativa”. Al realizar lo solicitado se pudo observar que el cloro estaba totalmente ausente en las aguas del río: se decidió no seguir clorando un río para matar las bacterias del cólera.

En otro de sus encargos, ahora en el gobierno municipal, se empecinó en sanear el primer vaso de la Alameda 2000. Creo que sí logró bajar los niveles de contaminación del agua almacenada con dos acciones principales. Primero, diseñó un pretratamiento de una manera muy simple, al poner una cortina de concreto por donde debía escurrir el agua que entraba a la presa; esta cortina presentaba un filtro biológico natural que, aunado a la aireación debida a la caída mejoraba la calidad de entrada al almacenamiento. La otra actividad que llevó a cabo con ahínco fue estar navegando en una lancha por toda la superficie del embalse, 8 horas diarias durante un mes. Le decíamos, sus amigos, que era un marinero ecológico. Con el movimiento de las aspas del motor en el agua, el ingeniero Nader estuvo aireando el vaso de la Alameda 2000, no importándole el sol, el viento y hasta hubo algunos días que estuvo trabajando en lo que él creía, bajo la lluvia.

Un abrazo para Sergio Nader Díaz, donde quiera que se encuentre.

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