A SERGIO NADER
- Jimena Bañuelos
- 4 noviembre, 2024
- Columnas
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No voy a negar que tengo un nudo en la garganta, que estas palabras se tiñen de luto porque hay noticias que caen como un jarro de agua fría sin avisar. Nunca pensé que te dedicaría un artículo porque te has ido. De hecho, en septiembre, hace apenas un mes y medio, a pesar de la distancia quise celebrar contigo y tu hermano Pepe el aniversario de El Valle. Fue allí donde nos conocimos y donde nació nuestra particular familia vinculada al periodismo y a ese periódico que siempre estará en mi cabecera de medios.
La vida te enseña, muchas veces, a base de golpes, pero de estos hay que reponerse. No sé el tiempo que nos llevará a los que te conocíamos asumir tu ausencia, pero estoy convencida que jamás te vamos a olvidar y, por eso, siempre vas a estar con nosotros. Alberto Cortez escribió estos versos que resuenan mucho ahora mismo en mi cabeza y a la vez hacen que mi corazón se quiebre, pero siento que te los mereces allá donde estés: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, con la llegada de otro amigo./ Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido, que no se puede apagar, ni con las aguas de un río./ Cuando un amigo se va, galopando su destino, empieza el alma a vibrar, porque se llena de frío”.
Precisamente, ese frío tenemos que llenarlo con el calor de nuestros abrazos. Seguramente, mi querido Pepe los necesite al igual que toda la familia. Es cierto que estoy a nueve mil kilómetros de distancia de México, pero, aún así, no hay distancia que pueda impedir la llegada de los sentimientos y eso es lo que hoy estas palabras quieren transmitir a todas esas personas las que tras conocer tu partida, se nos han puesto los ojos vidriosos. Es cierto que los recuerdos regresan para mostrarnos todo lo que hemos vivido y, por eso, mi mente me ha llevado a México, a esa redacción que tanto quiero, a verte en tu mesa, a recordar tu caballerosidad, en definitiva, a volver a vivir el pasado en el presente.
Dicen que el tiempo cura la heridas, pero las cicatrices permanecen. Nada será igual porque ya no estás, pero los que seguimos vivos tenemos la responsabilidad de mantener tu legado vivo. Nos costará al principio, pero nos guiarás cuando lo necesitemos. Ya te estamos echando de menos. Acaba de pasar el Día de Muertos y, te aseguro que nunca te vamos olvidar. Desde España te honro, tendré que recomponerme porque como se dice aquí “cuando un amigo se va, algo se me muere en el alma”.
Y dicho esto, tengo que agradecer a la vida, a que “aún tengo la vida” que te pusiera en mi camino. México siempre será especial y la familia Nader también. Me duele escribir estas palabras de despedida, pero sé que los recuerdos se han inmortalizado y en ellos siempre estarás, querido Sergio.
Descansa en Paz