EL VALLE DEPORTIVO

Pedro Eric Fuentes López

No encerrarán entre murallas mi pensamiento. Resido entre estrellas. Benito Pérez Galdós.

Las comparaciones de todo tipo y/o expresión, siempre me han parecido un ejercicio inútil, delicado y hasta peligroso, porque pueden elevar la temperatura de quién sea, generando conflicto, malentendidos, controversias, malestares, así como violencia en cualquier expresión, dejando como resultado la clara muestra de que no pueden -infortunadamente- desprender y separar acciones, resultados, personas, grupos, y más, en aras de una evolución constante. Por lo anterior no todos estamos preparados por ello, muchos acusan y se escudan en el pasado por todo aquello que dejó -bien o mal- y que, evidentemente crean un antes y un después, sin embargo, tal efecto consumado parece tener efectos secundarios a la hora de traerlos al presente, aún cuando no tiene nada que ver y entonces transgreden fondos y formas que van calando y en momentos exacerbados llega la agresión, situación que en muchas veces ocasiones no se dan cuenta -nos damos, vaya- o bien, quienes las generan y fomentan lo hacen con tanta calidad de dardo venenoso que dan en el blanco y consiguen su cometido. Para comprender un poco más del verbo comparar, hay que volver a los libros, rescatar lo que significa y su impacto. Por ejemplo, el diccionario de la lengua española señala que: “el verbo comparar significa analizar detenidamente a una persona o cosa para establecer sus diferencias o semejanzas con otra” Más nunca, ningún sitio, libro o referencia hae alusión que se emplee para demeritar o hacer menos, situaciones que se presentan más a menudo que su condición transitiva. Derivado de lo anterior, cuando hablamos de deporte y personas con discapacidad, referimos deporte inclusivo y deporte adaptado, en ocasiones sin diferenciarlos, pero no son lo mismo, cada uno tiene su dimensión particular. Baste señalar que el deporte convencional y deporte adaptado son prácticas que tienen en cuenta el desarrollo de las personas con alguna discapacidad. Pero hay que tomar muy en cuenta que en el deporte adaptado se ajustan disciplinas deportivas a las necesidades concretas de las personas con discapacidad, incluyendo algunas específicas de manera grupal.

Así pues, el deporte inclusivo supone la práctica conjunta entre personas con y sin discapacidad bajo criterios y normas inclusivas. Bajo esta característica y haciendo buen uso del concepto en comento, la principal diferencia es que en el deporte adaptado solamente participan personas con discapacidad, mientras que el deporte convencional se agrupa a todo aquel que intervenga directamente en la práctica con el objetivo de impulsar, promover y difundir la integración social por medio del deporte, reconociendo, potenciando y valorando en todo momento las capacidades de unos y de otros. De tal suerte, debemos reconocer y entender que cada vez son más las modalidades que unen a la población mundial mediante el poder deportivo, ese que genera y persigue a través de su practicar el progreso de las personas sin distingo alguno y como sería fenómeno que no existieran burdas comparaciones, porque cada rango disfruta y padece lo que existe, no se inventan absolutamente nada y en cambio revela y nos regala el verdadero espíritu del deporte, donde haya en y desde la igualdad, el respeto e independencia de las capacidades de cada deportista, atleta, entrenador, padres de familia y sociedad en general, por lo que sigo creyendo firmemente que, en concreto, el deporte también mejora la actitud de las personas hacia sus semejantes aumentando las interacciones y comunicaciones positivas entre todos. Además, contribuye a mejorar el autoconcepto y la imagen de nosotros mismos, al fomentar el sentimiento de pertenencia a un grupo, sector, o equipo, por ende, no deberían -insisto- generar las odiosas y desleales comparaciones.  Hoy en el marco de los Juegos Paralímpicos París 2024, tomé el tema con mucho respeto y fervor, porque conozco las raíces de ambos sectores y la validez de cada uno, destacado el hecho de que existe una necesidad de formación continua en el deporte convencional y de formación inicial y técnica en el deporte adaptado, que incluso, dicho sea de paso, hoy en día sus condiciones diversas se están suavizando progresivamente gracias a la intervención de organismos deportivos a nivel nacional e internacional. Es así desde mi trinchera y computadora que saber la diferencia entre las dos prácticas deportivas, cuentan finalmente con la participación conjunta como el elemento clave e imprescindible en el caso del deporte inclusivo que se basa en la unión, en los propios equipos, de personas con y sin discapacidad, fomentando en todo momento una cultura de paz y una cultura física y deporte. Dentro del Movimiento Paralímpico, la Persona con Discapacidad que practica un deporte competitivo recibe un nombre con relación a la etapa en que se encuentran dentro de su proceso a la excelencia deportiva, siendo nombrado “Para Atleta” -así meritito como se escribe con letras altas y bajas y con la separación obligada sin guion alguno-, desde que decide iniciar su práctica, hasta incluso, alcanzar niveles de excelencia que los lleven a participar en Juegos Parapanamericanos o Mundiales -pudiendo ser o no medallistas o recordmundistas- enseguida para pasar a ser nombrado “Atleta Paralímpico”, se otorga una vez que participa en unos Juegos Paralímpicos -veraniegos o invernales- siendo el más alto nivel en la élite deportiva que puede alcanzar un Para Atleta, sin importar el logro alcanzado en dicha justa,  sin embargo es sumamente importante aclarar que un Para Atleta que alcanzó el máximo honor de ser llamado “Atleta Paralímpico”, no lo perderá nunca, ni al retirarse, ni al perder la vida, caso contrario de quien no alcanzó este máximo honor, quien deberá ser recordado, como un “Para Atleta”. Es decir, podemos equiparar al momento en que un profesionista alcanza un título de Licenciado, Arquitecto, Doctor, etc., título que no perderá nunca.

¿Comparaciones???? ¡Ñaaaaa! mejor, lecciones y aprendizajes.

Pásenla bien!!!