“EL SOL DE MÉXICO” EN MADRID

Caía la tarde en Madrid, pero en ese instante comenzó a amanecer en el estadio Santiago Bernabéu. Todo estaba listo para recibir a Luis Miguel, pero hasta que las pantallas no proyectasen ese sol radiante y espléndido, estaba claro que el espectáculo no iba a comenzar. Famoso es el “ahorita” mexicano y cumpliendo con ese patrón, el artista se hizo de rogar casi treinta minutos. Obviamente, los cuarenta y cinco mil asistentes estaban tan entregados a ese “sol” que la espera pasó sin pena ni gloria. Algún pitido hubo, pero la paciencia solo podía estallar con la euforia de ver a Luis Miguel sobre el escenario.

Meses llevaba el público esperando ver al “Sol de México”. Se esperaba mucho de este concierto, no hay que olvidar que Luis Miguel llevaba casi siete años sin hacer gira por España, y quizás la hora y media que duró se hizo un poco escasa pero, eso sí, no faltó ninguno de sus míticos temas. “Será que no me amas” dio el pistoletazo de salida a la música y a la alegría de todos. Por fin, el mexicano se dejaba ver con su elegancia habitual. Sabía que el público estaba rendido a él, y aprovechó eso para no darle un respiro. Fue encadenando un tema tras u otro. “Amor, amor, amor”, “Te necesito”, “Por debajo de la mesa”… y hasta hizo varios popurrís con canciones que quizás debería haber cantado enteras. Lo digo más que nada por “Somos novios” o “La Incondicional”, pero bueno, el setlist estaba más que preparado y en él no había hueco ni para un saludo a los asistentes. Casi con los dedos de las manos se pueden contar las veces que el mexicano se dirigió a su público. “¿Se la saben?” Dijo como preludio a “La Bikina”, una canción que resonó en el Bernabéu como un auténtico himno. De hecho, la voz de Luis Miguel cedió ante la entrega del público. No podía faltar el mariachi y éste llenó de más fiesta el estadio. 

Un estadio que ovacionó los duetos virtuales que cantó Luis Miguel. “Sonríe” dejó con la boca abierta a muchos cuando en las pantallas apareció Michael Jackson. Fue una grata sorpresa al igual que “Come Fly with me” con Frank Sinatra. Éste, no es por nada y, con permiso de los muy fans del anfitrión, sí es “La Voz” con mayúsculas. Escuchar a Sinatra o verlo cantar en una pantalla bien se merece una ovación. 

Es cierto que ovaciones y aplausos hubo a raudales, pero a pesar de que “el sol” iba iluminando cada vez más el escenario, la noche se iba echando en Concha Espina, pero había mucho margen hasta alcanzar la medianoche. Una pena que a las once y media pusiera el broche final con “Cuando calienta el sol”. El público no se conformó con lo que había vivido y quería más. Vitoreó a Luis Miguel hasta dejarse la voz, pero de poco sirvió porque lo único que obtuvo fue una sonrisa de gratitud del cantante que, de nuevo, fue incapaz de decir nada. Por supuesto, ante eso en el Bernabéu resonó al grito de “Oe, Oe” para intentar arrancar los “bises”, pero se encendieron las luces y la ilusión se apagó.

Y dicho esto, no negaré que disfruté, que me lo pasé bien, que tocó mi corazón al recordarme a mi México querido, que fue un buen concierto, que la espera mereció la pena, pero tengo que reconocer que “el sol de México”, a pesar de que brilló sobre el escenario de Madrid, hay detalles que se convierten en nubes y hacen que los recuerdos se encapoten un poco.