SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 1 febrero, 2024
- Columnas
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He estado leyendo La Divina Comedia, de Dante Alighieri, y cuando llega al Purgatorio se encuentra con todos los pecadores que están purgando sus culpas para poder llegar al cielo y encuentra a muchos de ellos, a quienes va describiendo según los 7 pecados capitales que hubieron cometido. De ahí que ahora voy a tocar ese tema.
Los siete pecados capitales corresponden a la clasificación de los vicios o deseos del hombre según las enseñanzas morales del cristianismo. Los pecados capitales son lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia.
Estos pecados reciben el adjetivo de “capitales” porque constituyen la fuente, principio o “cabeza” de otros pecados.
Esto quiere decir que la compulsión por los pecados capitales tienta a las personas satisfacer su deseo a toda costa, lo que implica cometer otros pecados para lograrlo.
En ese sentido, quien es movido por los pecados capitales se deshumaniza y deshumaniza a los otros al reducirlos a meros obstáculos de su deseo o instrumentos de su voluntad.
Los pecados capitales no aparecen descritos y ordenados en una lista en la Biblia, no obstante, sí se hace referencia a ellos a lo largo del Libro Sagrado.
En el siglo VI, el papa romano Gregorio Magno elaboró por primera vez la lista de los pecados capitales. Posteriormente, Santo Tomás de Aquino los ordenó y enumeró en siete a los pecados.
Lujuria. La lujuria es el pecado de consentir en pensamientos que se consideran impuros por su excesiva compulsión sexual. Es la búsqueda desordenada por satisfacer el placer sexual sin límites, la cual puede generar y degenerar en actitudes y procesos deshumanizantes.
La gula es el consumo desmedido de alimentos y bebidas, la glotonería llevada a su máxima expresión. Es el vicio por comer de manera irracional, de forma voraz, lo que conduce a pagar graves consecuencias físicas y sociales. Igual ocurre con las bebidas, cuyo exceso hace que la persona se embriague y pierda la razón.
La avaricia o codicia es un pecado de exceso al igual que la lujuria y la gula, pero el exceso se manifiesta en el deseo de poseer bienes materiales y riquezas de forma irreflexiva. Los avaros quieren tener grandes cantidades de objetos o de dinero que sobrevaloran. No les importa los medios por los cuales puedan obtenerlos.
La pereza es la incapacidad de hacerse cargo de la propia existencia de la persona y de las obligaciones espirituales de la fe que practique. A través de la pereza o acidia, las personas olvidan del cuidado propio y descuidan también el amor que se debe a Dios. la pereza, por lo tanto, genera tristeza, desgano y aislamiento.
La ira es un sentimiento descontrolado y desmedido de rabia o enojo, que impulsa a cometer actos de violencia física contra otros o contra sí mismo. La ira se relaciona con la impotencia ante la realidad y la impaciencia, y despierta actitudes como la discriminación y el ajusticiamiento al margen de la ley.
La envidia corresponde al sentimiento de pesar ante el bien o el éxito de terceras personas. En ese sentido, la envidia no es simplemente el deseo de tener lo que el otro posee, sino el deseo de que el otro no tenga bien alguno. Por lo tanto, la envidia es un vicio que lleva a desear el mal ajeno.
La soberbia es la apreciación descontrolada de nuestro propio valor, atractivo e importancia ante los demás. Se le considera uno de los pecados más serios. Las personas soberbias se caracterizan por considerarse superiores a quienes les rodean. El narcisismo o vanidad es una manera de ser soberbio.
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