EL VALLE DEPORTIVO
- Pedro Eric Fuentes López
- 25 junio, 2019
- Columnas
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Siendo un chamaco de primaria, tal vez de secundaria y durante una excursión a la ciudad de México, quedo en mi memoria por siempre la visita a las instalaciones del Comité Olímpico Mexicano. En verdad hubo dos momentos de aquella actividad escolar; primero, que era (y sigue siendo por el tránsito) una auténtica travesía llegar al recinto deportivo por todas las condiciones, ya sabes, el permiso de los papás, la cuota, el lunch (jamás olvidaré los sándwiches de jamón y queso amarillo, el huevo duro, el plátano y el clásico jumex y/o boing de guayaba que me mandaba mi madre en una bolsa de plástico de pan del osito, con un nudo que era incapaz de abrir y por ende había que rasgar o morder para poder alcanzar la gloria del tan ansiado alimento); segundo, mirar extasiado el inmueble como si fuera algo descomunal, inexplicable, enigmático, por donde pasaban las estrellas del deporte mexicano; el aroma de sus prados, esos árboles inmensos, pero sobre todo los aros, nuestra bandera y esas tres letras que formaron un trazado inequívoco de lo que habría de abrazar años más tarde: COM.
Así pasaron los años y el niño sport Billy (siempre lo creí) me queda corto. Jugué de todo, y de lo que estaba a mi alcance, pareciera que estaba destinado a darle cauce y salida desde otro ángulo. Entonces decidí mi profesión y cuando comenzaba mis pininos y me enviaban a cubrir al Comité, rabiaba porque se me hacía lejísimos y pesado, pero era esa idea que tuve del pasado, porque aún a regañadientes tenía que cumplir y entonces cuando llegaba allá, aparecía la magia y cada vez me internaba más en sus adentros y no reparaba en aceptar que me atrapaba a cada instante. Entrevistas, reportajes, sesiones de trabajo, conferencias de prensa, pláticas y coberturas se volvieron comunes en mí andar. De tajo adopté un centro deportivo y organización deportiva como constante de mi trabajo.
Con el pasar del tiempo acudía en forma constante y también de a poco eran contadas ya las visitas. Las responsabilidades cambiaron y aumentaron, pero en todo momento recorrían mi ser esas visitas a cualquier hora del día con la única misión de obtener y lograr mis notas. Este preámbulo es el motivo de alegría al abrir el baúl de los recuerdos, porque justamente este domingo 23 de junio se conmemoró el 125 aniversario del Comité Olímpico Internacional, fundado por Pierre de Coubertin, cuya visión al cabo de los años ha sido bastante clara: el movimiento olímpico es una forma de promover la paz entre las naciones y las personas y puede y debe ser un generador de factores de hermandad a través del deporte. Y es justamente a esta fecha que le denominaron el día olímpico, en donde millones de personas participan en actividades deportivas, como carreras, exhibiciones, conciertos, etcétera, con el único objetivo de inculcar los valores y difundir los ideales olímpicos en todos los rincones del mundo.
Hace unas semanas regresé al Comité junto con otros compañeros y amigos para hacer un recorrido y ver a niños, jóvenes y adultos apasionados del deporte y del olimpismo, ese que promueve la Carta Olímpica, marco de referencia del concierto internacional de paz y fraternidad entre las naciones hermanas, y constatar que no hay mejor reflejo de una intensa lucha por mejorar en todas las condiciones que el deporte. Pero aquel que requiere y necesita gente comprometida con el entorno, con la realidad, capaz de alzar la mano en son de paz y no de rudeza y mucho menos de revanchismo, de ese que ve desde las entrañas un método capaz de cambiar la conducta del individuo por medio de la Cultura Física y el deporte, ese que pone el ejemplo y prioriza temas deportivos a otros. Ese tipo de servidores son los que ocupa y necesita México en el deporte. No los serviles y quienes aparentan contar con los argumentos suficientes para ocupar encargos y responsabilidades, pero que su realidad es completamente distinta, son gente sin memoria, con el iris lleno del signo de pesos y con el cinismo de repartir a diestra y siniestra sin importar las bases o bien aquellas estructuras sólidas que han pasado por varios filtros para sostenerse. Esto habrá de acabarse pronto, muy pronto.
Hoy a propósito de la conmemoración de un día especial para el deporte olímpico y como parte de los mecanismos de defensa para atraer y no alejar, para seguir adelante a pesar de las adversidades, para construir un mejor mañana inmediato, es justo que las generaciones actuales y las que vienen empujando fuerte sigan creyendo que será mejor, que sí hay chance y que, producto de la preparación permanente se verá reflejado a la brevedad un cambio verdadero y no de papel y mucho menos amañando o disfrazado y solo entonces, optaremos por cambios bien estructurados, por gente altamente calificada, con planeaciones estratégicas de alto nivel e impacto, con un deporte social activo al mil por ciento para hacer crecer las bases desde nuestros niños y la educación física, con mejores infraestructuras y con un programa a prueba de errores y caprichitos de estímulos, becas y premios. Ojalá!
Pásenla bien!!!