Infiltrados

Sonido ensordecedor en las calles, una multitud de gente de todas las edades con mantas, pancartas y consignas sobre algún tema de injusticia, reivindicación de derechos o algún reclamo. El espacio público es el lugar donde se condensan todas esas inquietudes, inconformidades y hasta encono hacia el gobierno y autoridades que no realizan su trabajo de acuerdo al sentir de la gente, pues aquellas demandas en materia de igualdad, equidad, racismo, discriminación, condiciones laborales, inseguridad e impartición de justicia entre otras, parecen pasar de largo en la agenda política de quienes ocupan un cargo público. El malestar crece en proporción a la falta de respuesta o solución de conflictos y la muestra es que un día sí, y al otro también, se cuenta con una alguna manifestación en las calles.
Las manifestaciones son una realidad, y en los últimos años hemos sido testigos del incremento de estas a nivel mundial, pues constituyen un fenómeno social que se ha convertido en un mecanismo trascendental de protesta sin importar el origen de la misma, ya sean estudiantes, médicos, sindicatos, colectivos ambientales, madres, padres de familia o familiares de personas agraviadas, pues la protesta es un derecho humano, aunque no se encuentra reconocido literalmente en la Constitución Política de nuestro país.
Actualmente se cuenta con dos derechos humanos que refieren el derecho a manifestarse públicamente, el primero; es el derecho a la libertad de expresión, en el que se encuentra la manifestación de las ideas reconocidas en el artículo 6o. constitucional, que expresa: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”. El segundo; es el derecho de reunión expresado en el artículo 9o. del texto constitucional, que dice: “No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito… No se considerará ilegal, y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto, a una autoridad…”.
En la actualidad la protesta se ha diversificado adoptando múltiples formas en el espacio físico, pero también virtual, estrategias que buscan ganar mayor visibilidad, lo cual es totalmente válido en aras de incidir en áreas que afectan en la vida diaria y que lo único que busca son cambios benéficos a través de mejores gobiernos.
De acuerdo con Amnistía Internacional, la protesta es una forma inestimable de decir la verdad al poder y que a lo largo de la historia ha sido la fuerza motriz de algunos de los movimientos sociales que han sacado a la luz injusticias y abusos que han exigido rendición de cuentas, y han inspirado a las personas para que sigan esperando un futuro mejor.
Lamentablemente la función policial y el uso indebido de la fuerza bajo el amparo del gobierno, ha llevado a derramar mucha sangre y a ser testigos de agresiones, desapariciones, tortura y muertes, lo que hace más difícil que las personas se sientan seguras de alzar la voz.
Por otra parte, hay un tema igual de nebuloso que ha envuelto las protestas; los infiltrados; quienes lo único que hacen es desvirtuar el movimiento al tener como objetivo primordial generar disturbios y agredir de manera directa a las autoridades. Reprobable que protestas y marchas con causas y motivaciones genuinas se pierdan entre una ola de violencia y agresiones, donde la nota se convierte en un número de agresiones y heridos, dejando en segundo o tercer plano la problemática central.
Los medios de comunicación han jugado un papel importante para bien y para mal. Por un lado, han permitido conocer en tiempo real muchas de las manifestaciones que surgen en las calles, sin embargo, a través de sus comunicadores y de acuerdo a sus intereses, terminan emitiendo puntos de vista y valoraciones que para aquellos que están detrás de un televisor, o de un dispositivo tecnológico, se vuelven verdades absolutas e irrefutables, propiciando un sesgo informativo lo cual es un acto de total deshonestidad al no diferenciar la información de su opinión.
Pero hay algo todavía peor, la participación de políticos en los disturbios, y como ejemplo; el caso del exjefe de Gobierno de la Ciudad de México Miguel Ángel Mancera (2012-2018), que tras una investigación de la Fiscalía, se descubrieron dos centros de espionajes montados durante su administración usados para hacer videos en contra de personajes ligados a MORENA, así como para organizar disturbios (información completa en:
https://lasillarota.com/opinion/columnas/2022/7/31/los-centros-de-espionaje-de-miguel-angel-mancera-386390.html). De igual manera existen investigaciones de grupo “Milenio” (información completa en https://www.youtube.com/watch?v=ALydX9KzS1c) y el periódico “La Jornada” (información completa en https://www.jornada.com.mx/2015/05/10/capital/028n1cap) que dan cuenta de la organización de estos grupos de choque y como es que son contratados por políticos y funcionarios públicos.
El tema no es novedad, que no se hable abiertamente del mismo es distinto, motivo por el cual las y los ciudadanos debemos ser muy críticos de las imágenes que se presentan en distintos medios de comunicación, no todo lo que se dice y se muestra es necesariamente verdad, la tergiversación de información mediante la edición o alteración de imágenes, videos y declaraciones, también puede crear una versión distorsionada de la realidad al sacar de contexto un hecho.
Son tiempos de protestas, no dejemos de informarnos, de cuestionar y de revisar a detalle toda la información presentada, la repetición constante de una misma nota o ciertas imágenes no son producto de la casualidad, muchas veces el objetivo que tienen es claro, inclinar la opinión pública hacia una tendencia en particular que poco o nada tienen que ver con lo que en realidad está pasando.
Se debe aspirar a un mejor entendimiento de las obligaciones estatales dirigidas a garantizar, proteger y facilitar las protestas y manifestaciones públicas, pero de igual manera, quienes salen a las calles (de manera legítima) deben tener presente que los derechos también tienen límites, los reclamos de grupos de la población que son excluidos o desatendidos merecen ser reconocidos, pero aún parece lejano avanzar a protestas donde el diálogo y el cumplimiento de acuerdos de ambas partes sean alcanzados.
Por otra parte, los ciudadanos que no participan en manifestaciones deben tratar de comprender la desesperación, la frustración y hasta el dolor de las personas ante la ausencia de respuestas, pues no han encontrado otra manera de llamar la atención del gobierno y de las diferentes instancias que se supone que están para apoyarles.
Empatía, comprensión, respeto e información de distintos medios informativos, son elementos clave para entender una marcha o protesta y para no olvidar que detrás de una manifestación en sus diferentes expresiones y representaciones, siempre han existido otros intereses, siempre han existido infiltrados, y cada uno decide que es lo que quiere creer, o bien, a quien le quiere creer.