La pena del informe
- Julián Chávez Trueba
- 6 septiembre, 2022
- Columnas
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Hace ya bastantes años, el momento en el que el Presidente del Nación informaba sobre los avances de su gobierno era acto solemne, con protocolo y bien organizado, en el que se establecían literalmente los avances de sus obres y compromisos, en el cual se fijaban las posturas de los partidos de oposición y se señalaban las principales carencias.
Hoy un acto de circo de revista estaría más provisto de elocuencia, puesto que por lo menos cumpliría la primera circunstancia de todo espectáculo: entretener. Se estima que en el nuestro Valle de Toluca, ni siquiera uno de cada 10 personas supo si transmitieron algún mensaje del presidente.
Lamentable por un lado, que se haya perdido la audiencia de un protocolo de información y de solemnidad ante el pueblo que engendra la soberanía; por el otro el declive estrepitoso de calidad de la información ofrecida al pueblo, que raya casi en la grosería.
Ya hace varios sexenios no se han informado los logros completados, sino los proyectos; se han perdido los avances por las promesas, como si aún se estuviera en campaña, como si aún se estuviera cumpliendo con compromisos. AMLO no ha sido la excepción.
El presidente pasó del echarle la culpa a los sexenios anteriores, al empezar a prometer y a veces ni siquiera a eso, sino a la espantosa mentira.
En temas de salud ya debió haberse cambiado el nombre, pues dijo que dejaba de llamarse Andrés Manuel si no había abasto de medicamentos. En temas de seguridad dice que los índices de violencia van a la baja, puesto que ha crecido menos el número de homicidios en México, es decir, sube pero ya no tanto, cosa que desconcierta si cada mes resulta ser el más violento de la historia. En economía nunca hubo incentivos más que a la gasolina, que ha sido más un tema de contención de inflación, que un apoyo real a la industria o producción. En infraestructura el aeropuerto no funciona al 100, al grado que deben de atender un hundimiento en el aeropuerto actual el Benito Juárez, porque no hay opción y debe de seguirse ocupando; la refinería no refina sino hasta dentro de dos años y Tren Maya no tiene para cuando terminarse.
En resumen, podemos tomar otro ícono de esta tragedia a la cual llamamos vida política, como estandarte de lo que representa el gobierno actual: el avión presidencial. Se prometió en un capricho que se iba a vender, se prometió que ya se tenía comprador, se le puso fecha, se decidió mejor en sacarlo en una rifa, pero la verdad es que aquí sigue generando gastos y no se vende.
Igual el sexenio, lleno de dudas, repleto de inciertos, con caprichos evidentes, con desconocimiento y sobre todo, plagado de irregularidades, corrupción y nepotismo.
Creo que este cuarto informe ha servido únicamente para evidenciar la deplorable administración presidencial