SIN TON NI SON

Francisco Javier Escamilla Hernández

Platicando con un amigo surgió el tema y el aseveraba que la liberación de la mujer ha traído como consecuencia la destrucción de la familia. A ver, pueden existir diferentes puntos de vista, pero usted por cual se inclina:

La liberación de la mujer ha sido uno de los movimientos sociales más significativos del siglo XX, impulsando transformaciones profundas en los ámbitos laboral, educativo, político y familiar. Sin embargo, este proceso también ha generado controversias y resistencias, especialmente en torno al supuesto impacto negativo sobre la institución familiar. Algunos sectores conservadores sostienen que la participación de la mujer en la vida pública y su autonomía personal han debilitado los lazos familiares tradicionales.

Durante siglos, la mujer estuvo relegada casi exclusivamente al ámbito doméstico, cumpliendo roles de esposa, madre y cuidadora, muchas veces en condiciones de dependencia económica y subordinación. Esta estructura familiar tradicional se mantenía a costa de la desigualdad de género y la negación de los derechos de las mujeres. Con la irrupción del feminismo, la lucha por el sufragio, la educación y el acceso al trabajo remunerado, la mujer comenzó a conquistar espacios que antes le estaban vedados, generando una transformación inevitable en la forma en que se concebía la familia.

Es cierto que la familia ha cambiado: los roles ya no están definidos rígidamente por el género, las tasas de divorcio han aumentado, y hoy existen múltiples formas de convivencia familiar, incluyendo familias monoparentales, reconstituidas o del mismo sexo. Pero estas transformaciones ¿son necesariamente destructivas? o reflejan una evolución hacia modelos más flexibles y democráticos, donde los vínculos se basan menos en la obligación y más en la elección libre y consciente. La autoridad patriarcal ha sido cuestionada, y los hombres también han sido interpelados a asumir responsabilidades afectivas y domésticas que antes se consideraban femeninas.

Uno de los argumentos más frecuentes para sostener que la liberación femenina destruyó la familia es que, al trabajar fuera del hogar, las mujeres “descuidan” sus funciones tradicionales. Sin embargo, muchos opinan que esta crítica olvida que el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos deben ser responsabilidades compartidas y que la verdadera causa de tensión no es la autonomía femenina, sino la resistencia a redistribuir equitativamente las tareas del hogar y a replantear las dinámicas de pareja bajo nuevos principios de igualdad.

Otra manera cuestionable de ver este asunto es que, existe evidencia de que las familias donde se tiene equidad de género son más estables, funcionales y satisfactorias para todos sus miembros ¿será así? La liberación de la mujer no implica la renuncia a la maternidad o a la vida familiar, sino la posibilidad de decidir cómo y cuándo vivirla, sin imposiciones externas. También permite a los hijos crecer en entornos donde se valoran la libertad, el respeto mutuo y la corresponsabilidad.

¿La liberación de la mujer ha contribuido a transformar la familia en una institución más igualitaria y humana?  Estos cambios han generado tensiones y desafíos, pero también han abierto nuevas oportunidades para construir relaciones más justas, basadas en el amor, el respeto y la autonomía. Hay quienes sostienen que la familia del siglo XXI no está en crisis por culpa de la mujer, sino en proceso de adaptación a una realidad más plural y diversa.

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