
SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 37
- Daniel Valdez García
- 10 abril, 2025
- Columnas
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Jueves de la V Semana de Cuaresma
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Hoy es jueves eucarístico, sacerdotal y de amor fraterno.
Nos acercamos al final de la Cuaresma, iniciando la cuenta regresiva hacia la Semana Santa y los 50 días de Pascua, y les propondré reflexionar sobre el tema “En modo jubileo”.
Me dirijo a ustedes con el mismo respeto y cariño que tengo hacia mis amigos más cercanos. Permitamos que la oración cure nuestras heridas personales, el perdón sane las heridas familiares, la misericordia las heridas de la Iglesia, y el ayuno junto con la oración sanen nuestras heridas sociales. Todo dolor nos inquieta, pero cuando podemos hablar de ello sin rencor, es que hemos sanado. Lo que no es sanado será heredado
Ayer hablaba de la importancia de estar bien formados e informados para no caer en confusión. Sin embargo, es justo decir que en la Iglesia también ha habido discusiones fútiles. Por ejemplo, el Tribunal del Santo Ofit en España, cuidando la pureza de las mujeres prohibió que fueran besadas en la boca en público; hasta el siglo XVII el uso de los cubiertos para comer estaba prohibido, el protocolo era usar los dedos pulgar, índice y medio; pues se decía que los tres dientes del tenedor eran las tres cabezas del demonio: Judas, Caifas y Pilato.
No hay que juzgar anacrónicamente, pero hay que tenerlo presente.
En el libro del Génesis (17, 3-9), Dios se aparece a Abram, prometiéndole que será padre de muchas naciones bajo una alianza eterna. De igual manera, nuestra fe nos invita a confiar en las promesas de Dios.
En el Evangelio según San Juan (8, 51-59), Jesús declara que quien es fiel a su palabra no morirá jamás. Sin embargo, los judíos de la época lo desafiaron, sin comprender plenamente su identidad y misión. Jesús afirma su eterna existencia con las palabras “Yo Soy”.
Hoy debemos tomar una decisión firme ante Jesús: o lo aceptamos o no. No hay lugar para la tibieza. Muchos tienen una percepción equivocada de Jesús porque no lo conocen verdaderamente a través del Evangelio. Que esta reflexión nos impulse a un mayor compromiso y entendimiento.
Finalmente, les recuerdo del salmo 50 una estrofa: “Pequé, Señor, ten misericordia de mí”.
Amén, Señor Jesús.