
SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 35
- Daniel Valdez García
- 8 abril, 2025
- Columnas
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Martes V de Cuaresma
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Nos acercamos al final de este tiempo sagrado. Solo faltan cinco días para concluir la Cuaresma, aunque algunos creen que termina con la mañana del Jueves Santo. Esa tarde inicia el Triduo Pascual, que nos lleva a través de sentimientos profundos desde la víspera del jueves, pasando por el viernes, hasta llegar a la víspera del sábado en la Vigilia Pascual.
A partir del Domingo de Ramos, nuestras reflexiones seguirán el camino de la Semana Santa, también conocida como la Semana Mayor. El Lunes Santo, en los ejercicios espirituales, hablaremos del “gallisinum”, esa trompeta cuyo sonido anunciaba el cambio de guardia. El Martes Santo, compartiremos descubrimientos sorprendentes sobre la Sábana Santa: Jesús, hombre humilde y justo, soportó un golpe que desvió su mandíbula y, como buen judío, usaba trencillas. El Miércoles Santo nos reserva una sorpresa especial.
Esta semana quiero hablarles como a mis más queridos amigos, con profundo amor y respeto. Las lecturas de hoy nos inspiran a encontrar valor en la sencillez, en lo pequeño, en aquello que escoge Dios para mostrar Su inmensa grandeza y poder salvador.
Del libro de los Números 21, 4-9: El pueblo israelita, en su viaje, desafió el desierto y sus pruebas. Murmuraron en su desesperación: “¿Por qué nos sacaste de Egipto, para morir aquí? No tenemos pan ni agua y estamos agotados de esta dura vida”. En medio de su desconsuelo, Dios envió serpientes venenosas. Muchos murieron, y al ver el sufrimiento, el pueblo acudió a Moisés, confesando: “Hemos pecado al hablar contra Dios y contra ti. Ruega para que el Señor aparte estas serpientes”. Moisés, compasivo, rezó a Dios, y Él respondió: “Crea una serpiente de bronce y elévala. Quien sea mordido y la mire, se salvará”. Y así, mirando hacia esa señal de esperanza, muchos se curaron.
Del santo Evangelio según san Juan 8, 21-30: Jesús, con voz llena de amor pero de verdad, dijo: “Me voy, y ustedes me buscarán, pero no podrán seguirme, a riesgo de morir en su pecado”. Los judíos cuestionaban sus palabras, pero Jesús, en su bondad infinita, continuó: “Soy de arriba, no de este mundo. Si no creen que Yo Soy, tristemente morirán en sus pecados”. Frente a su confusión, Jesús les recordó: “Aquel que me envió es auténtico. Cuando el Hijo del Hombre sea elevado, conocerán que Yo Soy”. En su corazón humilde, Jesús solo hablaba lo que el Padre le había enseñado. Y en ese momento, muchos abrieron sus corazones y creyeron en Él.
Los judíos esperaban un Mesías de glorias terrenales, sin entender al Jesús amoroso que quería elevarlos hacia las verdaderas grandezas divinas. La serpiente de bronce, levantada por Moisés, era una promesa de sanación para quienes confiaban en ella. Del mismo modo, Jesús en la cruz es nuestra promesa de salvación y amor eterno: “Cuando hayan elevado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo Soy” (Jn 8, 28).
Ante Jesús, no hay lugar para la indiferencia. Se trata de abrir el corazón para creer en Él. Aceptar su luz y su gracia es nuestra misión. La Iglesia existe para prolongar la presencia salvadora de Jesús, como un faro de esperanza, de sanación y de salvación.
Amén, Señor Jesús.