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SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 19 febrero, 2025
- Columnas
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Francisco Javier Escamilla Hernández
A menudo encontramos frases trilladas que pretenden románticamente crear conciencia sobre actuar de manera que no dañemos al planeta, se dice “salvemos el planeta, no emitas bióxido de carbono”, “no tires basura”, no etcétera. Pero lo que debemos concientizar no es salvar el planeta, es salvarnos como especie humana, reflexionar que el planeta no se va a acabar, la especie humana sí que es susceptible de terminarse. Para ejemplificar que al planeta lo tiene sin cuidado el actuar inconsciente de los seres humanos les voy a compartir qué pasaría si una guerra nuclear, por ejemplo, acabara con la especie humana.
La posibilidad de una catástrofe nuclear global plantea interrogantes sobre el futuro del planeta sin la presencia humana. Si bien una guerra nuclear de gran escala tendría efectos devastadores para la civilización, la Tierra misma tiene una sorprendente capacidad de regeneración a lo largo del tiempo. Sin embargo, el proceso de recuperación dependería de varios factores, como la cantidad de radiación liberada, los ecosistemas afectados y la resiliencia de la biosfera.
En un primer momento, las explosiones nucleares causarían incendios masivos, liberando grandes cantidades de hollín y polvo a la atmósfera. Esto podría dar lugar a un “invierno nuclear”, reduciendo la luz solar y bajando las temperaturas globales durante meses o incluso décadas. Durante este período, muchas especies de plantas y animales perecerían debido a la falta de alimento y las extremas condiciones climáticas. Se estima que los niveles más altos de radiación en las zonas más afectadas podrían tardar entre 5 y 50 años en reducirse a niveles seguros para la vida.
A largo plazo, entre 100 y 1,000 años después del evento, la Tierra comenzaría a mostrar signos de regeneración significativa. La vegetación sobreviviente empezaría a recolonizar las zonas afectadas, especialmente en regiones con suelos menos contaminados. Un ejemplo de esta recuperación es la zona de exclusión de Chernóbil, donde en menos de 40 años sin actividad humana, la naturaleza ha reclamado el territorio y muchas especies han prosperado a pesar de la radiación residual.
En un periodo de 10,000 años o más, la mayor parte de los isótopos radiactivos peligrosos habrán desaparecido debido a la desintegración natural. Los ecosistemas habrán evolucionado y reemplazado especies extintas con nuevas formas de vida adaptadas a las condiciones postnucleares. La actividad geológica y biológica habrá redistribuido y neutralizado gran parte de los contaminantes, permitiendo la restauración de los ciclos naturales del planeta.
Por lo tanto, la Tierra tiene una capacidad inherente de recuperación que le permite, con el tiempo, sobreponerse a catástrofes incluso de magnitudes extremas. Mientras que los efectos inmediatos de una guerra nuclear serían catastróficos y durarían varios siglos, la regeneración total podría tomar miles de años. Sin embargo, 10,000 años comparados con la edad de la tierra que es de miles de millones de años no son significativos, por lo que la Tierra seguiría su curso, demostrando que, a pesar del impacto humano, la naturaleza siempre encuentra una manera de renacer.
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