El mundo de los influencers: entre la superficialidad y la irresponsabilidad
- Elva María Maya Marquez
- 17 septiembre, 2024
- Columnas
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En el anecdotario está quedando que entre la niñez y los adolescentes quieran ser dentistas, estudiar arquitectura, medicina, ser abogadas y abogados, maestras o maestros. Lo de hoy, por lo menos para las generaciones más jóvenes —la generación Z, también conocida como “centennials”; nacidos entre 1995 y 2009, y la generación Alfa; nacidos entre 2010 y el final de 2024— es, ser influencers.
Pero ¿Qué es un influencer? Una persona que tiene la capacidad de influir en las decisiones y comportamientos de determinada audiencia a través de su presencia en redes sociales y plataformas digitales como: YouTube, Instagram, TikTok, “X” y Facebook. Se debe tener presente que las y los influencers se especializan en diferentes áreas o temas por ello, su nicho de población llega a ser muy específico, pero no impide que se tenga influencers para todas las edades y para todos los gustos.
Los influencers generan contenido atractivo e interactúan con sus seguidores, ya que el objetivo es crear un sentido de conexión y lealtad. De igual manera, trabajan con diferentes marcas para promocionar productos o servicios y así monetizar su influencia. En este sentido, tanto los influencers como los “youtubers” pueden ganar dinero de diversas formas, a través de publicidad, venta de artículos o suscripciones. Siempre teniendo a su favor el gran número de seguidores en las redes sociales que utilizan.
Para adentrarse más al tema es necesario comprender algunas de las características de la llamada generación Z y Alfa. La generación Z se caracteriza por ser nativos digitales, estar inmersos en la sociedad de internet y consumir formatos digitales. Esta generación ha sido llevada de la mano por la tecnología, por lo que imaginarse un mundo anterior a la internet les resulta casi imposible. Para la generación Z, la conexión a alguna red social ha estado disponible prácticamente desde su gestación y hasta su nacimiento.
Por otro lado, la generación Alfa, al ser los sucesores de la generación Z, crecieron en un mundo totalmente digital, por lo cual, están permanentemente conectados a las nuevas tecnologías que se han convertido en su estilo de vida. La generación Alfa está formada por aquellas y aquellos nacidos desde 2010 como se mencionó anteriormente, año en que la empresa “Apple” lanzó por primera vez el “iPad”. Es una generación que han tenido “casi todo” a un clic de distancia.
Antes de continuar, hagamos una pausa para recordar el surgimiento de las redes sociales que actualmente se utilizan. “Facebook”, la red social más popular a nivel mundial, lanzada en 2004. En 2005, surge “YouTube”, la principal plataforma de videos online. En 2006 surge “Twitter”, que a partir de julio de 2023 es conocida como “X”. Cabe precisar que, se ha convertido en una de las redes sociales más agresivas por el tipo de mensajes y conversaciones que los usuarios generan y comparten, de igual manera se debe considerar que se ha convertido en la preferida de actores, cantantes, políticos y en general de figuras públicas. En 2009 aparece “WhatsApp”, la red social de mensajería por excelencia y finalmente “TikTok”, la cual surge en China en 2016 con el nombre de “Douyin”, una aplicación para compartir, editar y grabar videos cortos, pero un año después, en 2017 se convirtió en lo que hoy conocemos.
Se puede estar o no de acuerdo con este tipo de clasificaciones generacionales, lo cierto es que es una manera de entender cómo los acontecimientos globales y los cambios tecnológicos, económicos y sociales impactan en el tipo de interacciones que tienen las personas, la calidad de sus relaciones y en cierto modo definen la forma en que las personas perciben el mundo.
Actualmente, las generaciones no se están definiendo por los hechos históricos o sociales considerados de mayor relevancia. Hoy se delimitan por el uso de determinada tecnología. La irrupción de las redes sociales en internet es resultado de una revolución sociotecnológica que ha hecho imposible que la gente logre escapar de estas. Desde las relaciones personales, pasando por los negocios, el trabajo, la política y la cultura, se desarrollan cada vez con mayor naturalidad en un espacio que hasta hace poco se asumía estrictamente virtual.
Hace falta mayor análisis para entender que lo que acontece en las redes sociales no es únicamente “una realidad virtual”, sino “una virtualidad cada vez más real”. En las plataformas digitales están sucediendo cosas que trascienden al mundo físico, que comienzan como “simples” comentarios pero que pueden escalar y convertirse en posicionamientos firmes a favor o en contra de un tema, en acusaciones directas y grandes movilizaciones pero que de acuerdo al contexto, al tipo de discurso y la intencionalidad de los mismos, se pueden salir de control.
Es aquí donde los influencers han cobrado gran relevancia, pues es tal el poder de convencimiento y confianza que generan en sus seguidores, que es redituable para distintas marcas contratar para promocionar productos a los cuales les atribuyen más cualidades de las que en realidad tienen, o bien, que son difíciles de comprobar o que simplemente no existen, únicamente son estrategias de mercadotecnia.
Lo preocupante es, que a estos hombres y mujeres con gran número de seguidores poco les importa lo que pueda pasar con la persona que atiende su “sugerencia” de compra al tratarse de bienes y servicios, o que decide creer en su opinión (que no es suya fue pagada) cuando de algún tema en particular se trata. Aun cuando saben que aquello que dicen no es verdad, acceden a difundirlo por una cantidad económica que les resulte lo suficientemente atractiva para poner en juego su aparente “credibilidad”.
Un caso concreto es la “invitación” a consumir alimentos chatarra intentando disfrazar de productos saludables, así como recomendaciones de productos milagro para bajar de peso, pero existen otros ejemplos más recientes y polémicos donde los influencers hacen un llamado al voto en pleno periodo de veda electoral. Muchos de los personajes que graban este tipo de mensajes y difunden en Youtube y redes sociales, nada saben de política y tampoco les interesa, pero nuevamente, cuando hay dinero de por medio, no tienen mayor problema en prestarse a este tipo de acciones que además de violar la ley, no son éticas y tampoco responsables.
En el mundo de los influencers también existen quienes actúan de forma honesta, que asumen el compromiso que han generado al contar con miles o millones de seguidores y se preocupan por alfabetizar en ciertos temas o simplemente compartir información que es de interés en determinado momento o para ciertas audiencias. El problema es qué hacer con aquellos que por dinero son capaces de salir de sus temas habituales y utilizar el alcance que tienen para opinar de lo que sea, con tal ligereza y superficialidad que como sociedad nos genera un daño al abonar a la desinformación y mayor polarización (más).
Regular las plataformas digitales y redes sociales es un paso que se debe hacer de manera obligada, la pregunta es ¿Cómo? la cultura de la cancelación no es la alternativa, pero ante la irrupción tecnológica que masifica todo tipo de mensajes, las oleadas de información son tantas que resulta imposible verificar todo aquello que se publica y que los creadores de contenido comparten.
Si la tendencia apunta a que cada vez más niños y adolescentes ven como un proyecto de vida convertirse en influencers, desde ahora se debe comenzar a trabajar con mayor seriedad y profundidad en un código que regule esta actividad, pues no podemos hacer de la mentira y la farsa parte de las “cualidades” que se necesitan para ser influencer.
El pasado 21 de agosto de 2023, la Procuraduría Federal de Protección al Consumidor (PROFECO) lanzó la “Guía de Publicidad para Influencers”. A través de estos lineamientos se busca regular la información y publicidad que los influencers o creadores de contenido publican en sus redes sociales o plataformas digitales. No obstante, se manejan como “sugerencias”, por lo que a un año de la publicación de este documento de 19 páginas, valdría la pena hacer una evaluación para darnos cuenta que ha cambiado o que tanto se tomaron en cuenta las “sugerencias”.
El mundo avanza a una velocidad que jamás imaginamos y así seguirá. Lo que nos toca es adaptarnos, corregir, mejorar y cambiar aquellos aspectos que desde ahora identificamos como problemáticos. Con la Z se puso fin al alfabeto latino y a una generación, pero evidentemente no es el final. La generación Alfa nos lleva a replantearnos la dinámica sociodigital que vivimos, y eso es lo que debemos considerar, que apenas estamos dando comienzo al alfabeto griego.