Todo tiene su ciencia

Recuerdo muy claramente que Andrés Manuel López Obrador dijo que no era tan difícil gobernar, que bajaría la corrupción desde el momento en que fuera presidente, que la inseguridad se iba atacando las causas, que la militarización era el problema, que resolvería el caso Ayotzinapa, que la pandemia caía como anillo al dedo y que los gobernantes no debían entrometerse en las campañas electorales.

Ahora se ve con claridad la intencionalidad de desaparecer las instituciones, de destruir en lugar de construir, que ante la incapacidad de atender las causas de los problemas, se desprestigian los indicadores más elementales como el Producto Interno Bruto, las estadísticas de CONEVAL, de la OCDE y hasta las pruebas de educación como la PISA.

Es verdaderamente lamentable que llegara la clase política aún más bajo que como se había llevado. Se pasó de una incapacidad, del cinismo y del “pan y circo”, a la declarada trasgresión a la norma, con esa frase de “por arriba de la norma esta la moral”, justificando un proceder absurdo, aceptando la intervención del ejecutivo en el judicial, menospreciando a esa clase media profesionista que quiere superarse, a los estudiantes, a los empresarios, a los burócratas, en fin, a todos los que se encuentran en contra de su discurso.

Se nota a la distancia, a escasos meses que faltan para terminar la gestión de AMLO, que pretendía el poder por el poder mismo, teniendo la oportunidad de mejorar nuestra nación, la ha hundido más que nunca en una podredumbre en la que peligran no solo las instituciones sino conceptos más básicos que dábamos por sentado en nuestra sociedad, como la libertad de expresión, la libertad de tránsito, los contrapesos entre autoridades y la ciencia que hay en gobernar.

Siempre se ha sabido que el presidente no lo sabe todo, pero se ha reunido con quienes sí cuentan con profesionales en la materia de que se trate el problema, pero ahora AMLO se pretende o se auto percibe como conocedor de todos los temas y defensor de todos los frentes, pero no sabe nada. Incluso entre sus secretarios ha habido quien le aconseja cosas diferentes y termina haciendo lo peor posible, como comprar refinerías obsoletas, hacer refinerías con objetivo que no se iba a cumplir, cancelando un aeropuerto que sale más caro que un nuevo o demoliendo la selva por construir un tren que no considera riesgo beneficio.

Todo tiene su ciencia, eso ya lo sabemos, pero hagamos lo posible para poder replicar estas ideas entre nuestros conocidos, deseando que no se alargue esta agonía, que se busque a personajes diferentes y exigirles a todos, que las propuestas tengan ciencia, que sean concretas, que garanticen su aplicación, porque sino se hace una demagogia, palabrería que no se concretiza en algo, que se pierde en las promesas de cada sexenio, ante un público que solo ve como todo ese beneficio posible, se desperdicia en corrupción y acciones sin sentido.