La niñez no vota

Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños (Galeano, 1998). Este fragmento del libro: “Patas arriba: la escuela del mundo al revés” de Eduardo Galeano, retrata las asimetrías y desigualdades de este sector de la población que vive encerrado en los efectos del adultocentrismo, es decir, de un mundo que se organiza, se entiende y construye sus relaciones a partir de la mirada adulta, como si estas fueran la meta a la cual se debe llegar en la vida, y etapas como la niñez, la adolescencia y la juventud no existieran, lo que ha propiciado que en el caso de las niñas y los niños no se les reconozca como titulares de derechos y en muchas ocasiones, tampoco como personas, se les piensa como objetos de protección.

Sin embargo, casi desde el preescolar, se pone sobre sus hombros una pesada carga de futuro donde ellas y ellos son quienes habrán de encontrar las mejores soluciones a un mundo cada vez más carente de valores, con una serie de problemáticas generadas por seres humanos irresponsables e inconscientes volcados en el individualismo, el consumismo y las apariencias, que pretenden que las infancias se conviertan en ese faro de luz que necesitamos para salir del enorme hoyo negro en el cual caímos.

Las niñas y niños no son futuro, son presente, razón por la cual se debe reconocer la multiplicidad de contextos en los cuales están creciendo, esto, porque en las clases menos privilegiadas, las infancias están trabajando y forman parte del sustento económico de un hogar. Desde muy pequeños han dejado de ser niños para asumir un papel que en teoría no les corresponde, pero nadie les preguntó y tampoco tuvieron opción de elegir.

El tema de la pandemia les ha dejado secuelas que después de cuatro años no se pueden superar, muestran cierta incapacidad para socializar de manera presencial, en contraste, pasan horas en redes sociales con “amigos” que si tuvieran frente a frente, difícilmente podrían sostener una conversación, pues han perdido esa habilidad para relacionarse y lo que mejor saben hacer es, establecer conexiones, no relaciones, es decir, conectarse y desconectarse en una computadora, una tablet o un teléfono celular.

Entre aquellos que tienen acceso a internet, se encuentran expuestos a una monstruosa carga de información sobre contenidos que no siempre deberían ver de acuerdo con su edad, pero hay adultos que han cedido el papel del cuidado y la educación a los dispositivos móviles sin enterarse del contenido al que acceden, pues su comodidad y su tranquilidad radica en que no les molesten y estén “entretenidos”, petrificados o bien, embrutecidos por unas cuantas horas en Facebook, Instagram, TikTok, da igual. El contexto general que le toca vivir a la niñez es de mucha violencia; en la casa, en la escuela, en las calles y hasta en los videojuegos. Lo que tenemos son infancias muy golpeadas, incomprendidas, pero eso sí, con la presión de ser el futuro de su país.

En este sentido, la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2022, señala que el 28.5% de la población entre 9 y 11 años en México, piensa que las personas adultas nunca valoran su opinión, y el 14.2% de este mismo sector poblacional, aseguró que no se respetan sus derechos.
Por tal motivo, es primordial reconocer a los infantes como sujetos de derechos, tratar de entenderlos, escuchar sus angustias y sus temores, validar sus puntos de vista, pues a diferencia de lo que se piensa, muchas veces tienen las cosas más claras que los adultos.

Independientemente de la clase social de la que provengan, la escucha y la atención son piezas clave en su desarrollo. El llenarlos de juguetes o de clases de idiomas, futbol, natación, pintura y ballet, tampoco es la mejor opción entre aquellos que cuentan con las posibilidades económicas, pues nada sustituye el tiempo de calidad que puedan pasar en familia, jugando, aprendiendo y divirtiéndose con mamá y/o papá, escenas que cada vez son menos frecuentes.

Otro aspecto por resaltar es que la vida tan acelerada de la gran mayoría de los adultos, ahora se traslada a las niñas y niños. Existe demasiada ansiedad entre las personas adultas donde una idea los atormenta constantemente, que las infancias no pierdan el tiempo, sin reconocer que también requieren descanso, de tiempo de ocio para que generen nuevas ideas, pero hoy, se le tiene miedo al aburrimiento y a la supuesta inactividad. Del mismo modo, y aun cuando son niños, se les da poco margen para el error, no les permiten equivocarse, anulando la posibilidad de ver estas equivocaciones como parte de su formación y aprendizaje cotidiano.

En la actualidad se habla de infancias para reconocer que en este concepto cohabitan experiencias de vida totalmente distintas, algunos con mayor “suerte” que otros, pues así es la cigüeña, no permite elegir la familia en la cual se ha de crecer, y mientras algunos recuerdan su infancia como la etapa más hermosa de su vida, para otros puede representar un periodo de carencia, violencias y hasta explotación.

En esta temporada electoral, las niñas y los niños no están presentes como deberían en la agenda de las candidatas y los candidatos, situación que como sociedad debemos lamentar, pues hay infancias que no van a la escuela, que no acceden a servicios de salud y que no comen tres veces al día. Otro de los temas más lacerantes al hablar de la niñez es, la explotación infantil, laboral y sexual, los niños en situación de calle y lo peor de todo, la invisibilización de estas realidades.

Es urgente tomar cartas en el asunto, exigir que la niñez sea un tema que se tome con mayor seriedad para exigir que los gobiernos hagan más al respecto, ya que se acuerdan de ellos cada 30 de abril, pero después de esta fecha las problemáticas de este sector de la población seguirán presentes. Es una lástima que ellas y ellos aún no puedan votar, pues de representar votos para las candidatas y los candidatos, tendrían más posibilidades de que los volteen a ver, pero no, la niñez no vota.