EL VALLE DEPORTIVO

“No hay oficio más privilegiado que despertar en unos seres humanos poderes, sueños, que están más allá de los nuestros”

Nunca he sido ni seré incendiario, menos en los medios de comunicación, no es mi estilo, de hecho me exasperan aquellos que lo hacen como mecanismo -disque- de ganar audiencia o seguidores, y eso no es hacer las cosas bien, al menos eso creo, además de que genera e incita a otros temas, también pasa por el tema de educación, valores, temple, conocimiento y, sobre todas las cosas, profesionalismo, actualización, capacitación, preparación, también hasta de empatía y asertividad, porque si bien es cierto que hay sectores de la sociedad que aplauden eso, al grueso de la población les -nos- vale un comino dicho pseudo estilo que lo único que genera es animadversión y en su caso, porque me lo han manifestado algunos, para ver y escuchar payasos con sus “chistosadas” mejor ir al circo o ver una película de comedia, incluida su retórica barata.

Lamentablemente no solamente ocurre en los medios donde abundan quienes se confunden de oficio y únicamente ellos mismos creen en sus falacias, también ocurre con cientos de personas pagan un boleto de entrada a un escenario deportivo -como lo es el tema- y contradictoriamente creen que eso les da el derecho de insultar, provocar, agredir, y lanzar cuánta osadía tienen en la mente en ese momento, sin distinguir siquiera que esas acciones incitan a actos cobardes, de bajo nivel, que esconden frustraciones y más, y en su confusión y tal vez al calor de quien sabe que cosa en sus cuerpos, se envalentonan y escondidos en el anonimato hacen una escena de terror entre quienes sí y sólo sí, asisten a divertirse sanamente y disfrutar de un evento, que dicho sea de paso, puede causar estragos la actuación de su favorito y pueden estar de acuerdo o no, pero de ahí a las anomalías de desadaptados hay mucha distancia, cordura y congruencia le dicen y se llama.

No todos la encontramos -la congruencia- entre lo que decimos y hacemos, tampoco entre las emociones y sensaciones y mucho menos en la profundidad del bien ser, porque si bien es cierto muchas veces fallamos, no es para estar de enemigos con la vida ni contra, es decir, la prudencia que a veces cuesta demasiadas lágrimas y sufrimiento, finalmente te da la oportunidad de discernir y entrar en la justa razón para tus acciones, sin embargo, insisto, no todos estamos preparados para ello, unos más, otros menos, pero al final de la historia la lógica impera: el coraje y los ánimos encendidos generan violencia que solo ven hasta que se destruye un fondo, mismo que una vez que se descubre, atiende, sofoca y tratan de apaciguar, pero eso solo lo logran quienes en verdad superan las barreras de la incongruencia… 

Alguna vez como aficionado asistí con mis compas los gemelos Igor y Abimael, a las luchas en la extinta Arena Toluca, y al calor de las chelas, me uní al sistema inequívoco de abuchear y reír al mismo tiempo, pero justo después y quizá con los años y hoy más que nunca, comprendí que  abuchear sigue siendo la expresión más sana, popular y democrática junto a la silbatina, para expresar inconformidad, ¡solo eso! más no las otras expresiones de agresividad, violencia, indignas y vulgares que atentan y  acaban con los legítimos derechos del aficionado. Es decir, podemos estar de acuerdo o no con alguna situación, persona, grupo o equipo, pero de ahí a la violencia, es mejor retirarse dignamente y en ocasiones, a menudo, no decir nada, ni expresar algo, simplemente coherente y adios!

Justamente a menudo, casi siempre, a diario, hemos escuchado ese devenir fabuloso de grandeza entre las personas y equipos -en materia deportiva- y pareciera que ésta se consigue en el mercado que se compra y se pone a fuego para después beberla en una taza, ¡!!no mmr!!! Según wikipedia, “grandeza es un concepto de un estado de superioridad que afecta a una persona o un objeto en un determinado lugar o área. La grandeza también puede hacer referencia a los individuos que poseen una capacidad natural para ser mejores que todos los demás”, por lo que, si lo trasladamos a la vida propia y al deporte, podremos identificar que esto se transforma como si fuera una eterna obligación de ganarle a todos durante todo el tiempo que somete a los equipos grandes, esto creo firmemente que es toda una ridiculez, un absurdo consumido en propia boca, un discurso infame y hueco, tal cual como si fuera la era cuaternaria -según la historia- del desenvolvimiento de la hordas.

En fin, hay que tener mucha dignidad, congruencia y lealtad a uno mismo, porque  casi nadie es -o somos- capaz de reconocer el honor y pundonor, tampoco el error y mucho menos la férrea lucha para recomponer y enmendar el camino, y justamente así como en la cancha se deja todo, también en la vida se debe evitar -creo- darle mayor importancia al abucheo; evitar y alejar las faltas de respeto y definir el camino de la consideración con el deporte y nuestro andar, porque después de todo, aún cuando parezca que todo está desvanecido, lo más curioso es que dentro de algunos días, todas las virtudes volverán a aparecer y el más preparado, calmado, analítico, paciente, coherente y sensato, será aplaudido, manteado y reconocido por la mayoría.

Pásenla bien!!!