APRENDIZAJES EN EL ENFRENTAMIENTO RUSIA – UCRANIA.

En el día 448 de la bitácora de guerra, podemos sustentar que este, es el primer conflicto de tres pistas en la historia europea: por un lado, se sufre una guerra civil (entre el gobierno ucraniano con una porción de su población en la región del Donbás); un enfrentamiento directo entre Rusia y Ucrania; y una proxy war (que es un tipo de guerra producida cuando dos o más potencias utilizan a terceros como sustitutos, en vez de enfrentarse directamente).

De esta forma, los países occidentales apoyan a Ucrania militar, política y económicamente, comparten la información de sus centros de Inteligencia, mientras Rusia, desde 2014, lo ha estado haciendo con la población pro-rusa en Crimea y en la región del Donbás).

El aprendizaje más evidente de la guerra provocada por la invasión de Ucrania es que pudo evitarse. La invasión rusa fue consecuencia del fracaso de Rusia a la hora de influir en Ucrania derivado de la ambición del Kremlin desde la desintegración de la Unión Soviética, así como el fracaso de Ucrania y de sus aliados, al tratar de disuadir al Kremlin. También ha fallado el uso de los sistemas de gestión de crisis para evitar un conflicto armado.

Una lección relevante en este conflicto es que, si Rusia triunfa y consigue modificar las fronteras por la fuerza, obligaría a definir otros principios en los que basar el orden internacional para un mundo más cómodo a las autocracias y los enemigos de la democracia liberal.

Lo que Rusia puede aprender.

Lo más decepcionante para el Kremlin atañe a sus expectativas fallidas. Cabe destacar, que la Unión Europea no iba a ser capaz de aprobar por unanimidad sanciones contra Rusia, sobre todo, que la dependencia energética del gas ruso frenaría cualquier acción política, como lo hizo en 2008 cuando Rusia invadió Georgia, o en 2014, cuando se anexionó Crimea.

El punto crítico de los tratos energéticos con Europa supuso una decepción especialmente dolorosa para Moscú. Estos lazos, creados y nutridos por los líderes rusos incluso durante los tiempos de la Guerra Fría, eran percibidos como una garantía de relaciones estables con Europa, al contrario de las relaciones con occidente. Además, el Kremlin basó su juicio en la presunción de que en Europa no existía una alternativa mercantil al suministro de gas ruso.

Muchos en Moscú, contaban con que el “arma energética” de Rusia, es decir, la posibilidad de cerrar “la válvula del gas”, impediría que Europa rompiera del todo con el Kremlin, ha fracasado. Las decisiones de la Unión Europea al respecto –cortar las importaciones de petróleo y carbón rusos e imponer límites (que prescriben una prohibición escalonada de las importaciones de gas)– pusieron fin a un vínculo material histórico entre Rusia y Europa.

La destrucción del oleoducto Nord Stream 1 por un acto de sabotaje cometido en septiembre de 2022, cuya autoría aún no está clara, encarnó el colapso de la interdependencia energética.

La ruptura de los lazos económicos entre Europa y Rusia, supone un gravísimo problema para Moscú, toda vez que éste último ha sido su principal socio comercial en inversiones y modernización tecnológica antes de febrero de 2022. Sustituirlo no será imposible, pero sí muy difícil.

El Kremlin consideró la desastrosa retirada de EEUU de Afganistán a lo largo de 2020 y 2021 como un síntoma de la debilidad de Washington y de su disposición a mantener la Pax Americana, contando además con su indiferencia hacia la suerte de Europa, a causa de su cada vez más prioritaria rivalidad con China. Sin embargo, Washington ha vuelto a demostrar que la frontera oriental de Europa constituye la primera línea de defensa de EEUU, tanto hoy como durante la Guerra Fría.

Otra de las expectativas no cumplidas del Kremlin es que la disuasión nuclear funcionaría como en tiempos de la Guerra Fría, imponiendo a EEUU y a la URSS un equilibrio del terror que les obligaría a resignarse a una coexistencia sin conflicto militar directo.

La guerra en Ucrania ha entrado en una fase de desgaste, y lo más probable es que se prolongue por mucho tiempo. Tanto Ucrania como Rusia lo consideran una cuestión de supervivencia: Ucrania, por motivos obvios; y Rusia, por temor a la desintegración del país y por la mera supervivencia del régimen. Ambos países consideran que pueden ganar la guerra. Los dos actores se preparan para una ofensiva en primavera.

Mientras Ucrania y los países occidentales no se ponen de acuerdo sobre qué significaría derrotar a Rusia (expulsarla de todo el territorio, incluida Crimea; volver a las fronteras previas a la invasión del 2022; recuperar todo excepto Crimea…), Moscú no contempla la derrota incondicional de Ucrania, sino el “éxito estratégico” que supondría la conquista de la región sur-oriental del país invadido (ya que considera la parte occidental de Ucrania “lituano-polaca”).

Esta guerra se está convirtiendo en una variante suicida del juego piedra, papel o tijera. Los misiles hipersónicos Kinzhalen rusos, contra el sistema de defensa antiaérea, así como la mano negra de Europa y Occidente.

Twitter: @EdgarMaPe