EL VALLE DEPORTIVO

Por: Pedro Eric Fuentes López

El Deporte nos forma sin distinción de raza o género. Une culturas, sociedades y estrecha lazos.

Y sigan llamándome loco, pero sigo creyendo en el momento de derrocar a la burocracia deportiva, a la que tanto daño le hace a la población, la humilla, sobaja y engaña, a esa que, por desgracia, miente tan bien que mucha gente se lo cree hasta que ve la realidad; la gente cambia, la realidad también. Las políticas públicas en materia deportiva deben ser, necesariamente, una herramienta para erradicar vicios sociales, conductas inapropiadas, combatir el rezago deportivo en nuestro México actual, es cómo referirnos a aquellas épocas en donde no había alternativas para su construcción y desarrollo, hasta que poco a poco fueron apareciendo algunas que solamente practicaban los “dueños”. Y tal pareciera que esa condición del siglo pasado se les quedó en pensamiento a algunos retrogradas que únicamente lo ven -al deporte- como alcancía, banco y en forma desproporcionada, un ramillete de oportunidades para crear fortunas a costa de una o varias disciplinas, personas, agrupaciones, etc., y esto no es lucha, más bien, es una canallada del tamaño del infinito, porque bien dice el dicho: por eso estamos como estamos…
Pero miren, dejando atrás un poco de lo mucho que sufrimos los que amamos el deporte en general y sus aristas, coloca desde hoy la mágica oportunidad que tenemos para que de verdad cambien las cosas deportivas. No se trata de discursos, de manejos, de marionetas, de amiguismo y compadrazgo, y mucho menos aquello de que: pues no hay más y ni de otra…se trata de ejercer un derecho constitucional, incluso a nivel mundial, de que “el deporte tiene el poder de cambiar al mundo e históricamente ha desempeñado un papel importante en todas las sociedades, ya sea en forma de competencias deportivas, de actividad física sin más, o incluso de juegos. Es un derecho fundamental y una herramienta poderosa para fortalecer los lazos sociales y promover el desarrollo sostenible, la paz, el bienestar, la solidaridad y el respeto” tal como afirmó categóricamente la Organización de las Naciones Unidas, en Asamblea General, el 23 de agosto de 2013, estableciendo, para tal efecto y materia, el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. La fecha escogida fue la del 6 de abril, con lo cual se homenajeaba la misma fecha, pero de 1896, cuando, tras los esfuerzos del Barón Pierre de Coubertin, se inauguraron los I Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas, Grecia.
Sí, el deporte mexicano y a nivel mundial también, no es un hecho aislado, pero se parece tanto a una hoguera donde explotan los intereses políticos obedeciendo a los designios económicos. Lamentablemente se vive la misma desigualdad que experimenta el planeta, y pareciera la Ley del más fuerte: la historia la escriben los vencedores. Hoy el deporte es usado para fines de conveniencia, de espalda a las masas, a los pueblos, a los niños, jóvenes y adultos y adultos mayores que sienten por sus ídolos, por sus equipos y sus banderas. De tal suerte, que con estas y otras premisas en los estudios particulares y profesionales, resalta -aún a costa de todo y de todos- que México apueste y siga promoviendo el Día Internacional del Deporte para el desarrollo y la Paz, como una actividad que permita -al menos- rendir tributo al deporte y a la cultura física. Para este próximo jueves 6 de abril del año en curso, en el marco de esta celebración, se distinguirá a quienes por su aporte al deporte y, en beneficio de la sociedad enaltezcan la loable labor del movimiento en todas sus modalidades, motivo por el cual, se estarán entregando una máscara de luchador -prenda irónica del país- y una tarjeta blanca, que en contra parte de las amarillas y/o rojas, ésta -la blanca- promueve un sentido de paz e inclusión de los diversos sectores del deporte, como el olímpico, paralímpico, autóctono, estudiantil, escolar, universitario y el deporte social, es decir, el deporte es para todos.
Cierro este Valle, con tan poco por el dolor que me causa tu partida. Vives y vivirás en mi corazón mientras siga latiendo. Hasta siempre, mi querido Walter Antonio Gassire Osorio.
Pásenla bien.