Juego de niños

¿Cuál es la imagen que viene a su mente cuando piensan en niños jugando?, ¿a qué jugaban ustedes cuando tenían diez años?, ¿alguna vez pensaron en matar a su hermana, a su hermano, a sus primos, a sus compañeros de escuela, vecinos, o algún “amigo” por haberles ganado en el juego? En Veracruz sucedió, el pasado domingo 15 de enero un niño de tan solo 10 años le quito la vida a Samuel de 11 años con un disparo en la cabeza, ¿Cuál fue el motivo? Samuel le había ganado en “las maquinitas”, lo cual molestó al menor de diez años que decidió ir a casa por un arma y detonarla.
Atónitos, sin saber que decir o que pensar es la reacción que genera esta tragedia, son niños, ¿Cómo es que puede suceder algo así? A dónde hemos llegado para hacer esto con quienes son el “futuro” de un país. Por qué tanta agresividad y tanta violencia, cómo es que socialmente se ha generado alta tolerancia a estos acontecimientos. Ahora resulta que nuestra niñez se está matando y no trasciende más allá de una nota periodística sin intentar ahondar en las causas, pues una vez que algo así ocurre, las acciones deben ser inmediatas; individual y colectivamente. Cuál es el pronunciamiento de la Secretaría de Educación Pública (SEP), si las y los niños pasan la mayor parte del tiempo en la escuela, algo se puede y se debe hacer desde las aulas.
Tratemos de entender que es lo que pasó partiendo de un análisis más detallado. Desde un punto de vista sociológico, la agresión es interpretada como el resultado de acontecimientos culturales, políticos y económicos que suceden en una sociedad. La Real Academia define el término “agresivo” como el comportamiento humano “propenso a faltar al respeto, a ofender o provocar a los demás”. Es decir, la voluntad de una persona por imponerse a otra aun cuando signifique causar o generar algún tipo de daño. Asimismo, la agresividad es definida como un comportamiento individual que tiene el propósito de dañar a otros de forma física, verbal y en daños a la propiedad.
¿Por qué es necesario partir de algo tan básico como la definición? Porque solo así podemos ver con mayor nitidez que lo sucedido en la comunidad El Tejocote, municipio de La Perla en Veracruz, no es más que el reflejo de una sociedad que está enferma, que en sus formas de relacionarse ha incorporado la agresividad y la violencia como ingrediente base sin dimensionar sus consecuencias. Esto, se ha normalizado, pues las personas interactúan de manera agresiva en lugares públicos y privados; en la casa, en el trabajo, en la escuela, en medio del tráfico, en la fila del banco y probablemente en la de las tortillas.
A esto se puede sumar el papel de los medios de comunicación, que sin importar la hora o el tipo de contenido (para niños, adolescentes o adultos), agresión y violencia son el componente que no puede faltar en programas, series y películas. Ahora bien, si este es el ambiente que se ha venido construyendo desde hace décadas y cada vez se está consolidando más, no se justifica lo que pasó en Veracruz, pero se puede entender de donde viene. Pues no basta una respuesta “simplona” que acuse directamente a los padres del menor que detonó el arma, que sin duda tienen gran parte de responsabilidad al dejarla al alcance de un niño, donde no deja de llamar la atención como es que sabia usarla, el intento pudo ser fallido ante la inexperiencia y la torpeza al no estar familiarizado con el artefacto, pero fue contundente y el resultado lo conocemos.
La institución más importante de la sociedad y sin pretender idealizar, es la familia, la cual ha sufrido un evidente desgaste por diversas razones, sin embargo, hay un punto determinante; la responsabilidad de aquellos adultos que deciden tener hijos y que en muchos casos no alcanzan a comprender la responsabilidad que representa, dejando su educación en manos del televisor, o en tiempos recientes de un celular o una Tablet.
La labor y la presencia de un padre y/o madre de familia es de vital importancia para el individuo, pero cuando hay quienes se van a trabajar dejando a sus hijos durmiendo y regresan para encontrarlos igual, cómo enterarse que pasa con ellos, cómo saber que hicieron durante el día o como se sienten en la parte emocional. Se puede cumplir con la parte de proveedores pero que hay de la formación en valores, de una educación integral que solo puede darse mediante la convivencia, en la interacción cara a cara, pero si únicamente hay tiempo para trabajar, quién está educando a los niños, quien se entera de lo que hacen y de lo que no hacen, de lo que piensan y de lo que sienten. No obstante, existen casos que deben valorarse distinto, ya que no se puede pasar por alto que la dinámica social y las condiciones laborales precarias de cientos de familias, los lleva a tener muy poco tiempo para convivir.
Para aquellos que actualmente están pensando en tener un hijo, de manera inmediata deben preguntarse ¿Para qué lo quieren? Pues si no dimensionan las implicaciones de traer un ser humano a este mundo y de todo lo que requiere, (que tampoco es llenarlos de actividades extra clase por lo menos para quienes cuentan con la posibilidad económica) no es suficiente pensarlo dos veces, seguramente será necesario hacerlo cinco o más, pues de no estar dispuesto a cumplir con aquello que un hijo demanda, o no se tiene la voluntad para destinar gran parte de su tiempo a otra persona, tal vez la mejor opción sea no hacerlo.
Ahora bien, qué es lo que se espera del caso, una vez que se dé con el paradero de la familia ¿Qué sigue? Realmente se puede culpar a un niño de 10 años por lo que hizo, que presente puede esperar o se le puede ofrecer al menor, que alternativas tiene el Estado y cuál es la postura que se tiene como sociedad. La educación en valores no es un tema pasado de moda, promueve el respeto, la tolerancia y el entendimiento por encima de nuestras diferencias. Algo no estamos haciendo bien, algo está fallando y lo sabemos, un juego de niños no puede terminar así.