Entre la celebración y el duelo
- Elva María Maya Marquez
- 3 noviembre, 2022
- Columnas
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Aceptar la muerte es parte de la vida, una, te lleva a la otra, y en algún punto ambas implican un festejo por lo menos en nuestro país, pues recordemos que México es reconocido a nivel mundial por hacer del día de muertos una fiesta multicolor con la colocación de flores de cempasúchil con ese olor tan característico de la temporada, la realización de ofrendas, rituales, desfiles, calaveras y ataúdes de azúcar y chocolate para degustar. Todo esto cargado de simbolismo, de sentimientos, de recuerdos y de momentos que evocan a los que ya no están, o por lo menos es lo que sucede en innumerables hogares mexicanos.
Solo que hay otro “detalle” a considerar, México también es el país que ha roto un récord que es motivo de vergüenza y no de orgullo, pues en mayo de este 2022, se superaron las 100 mil personas desaparecidas desde 1964 que inició el conteo. La gran mayoría desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico declarada por el presidente Felipe Calderón, en diciembre de 2006. Mas de 100 mil personas desaparecidas a las cuales los familiares no saben si buscar con vida o no, si esperar a que el gobierno haga eso para lo que se le paga, o bien, comenzar la búsqueda por cuenta propia. De acuerdo con testimonios de familiares, principalmente madres, el día que no volvieron a saber de sus hijas e hijos, la vida se detuvo, la angustia, la tristeza, el coraje y la desesperación son una mezcla de sentimientos que han experimentado y que solo quienes buscan a un familiar pueden sentir, por lo cual, al llegar a una fecha como el 2 de noviembre, el dolor se agudiza, pues una parte de ellos no sabe si unirse a la celebración por aquel o aquella que dejó una silla vacía, pero que no se compara con el vacío que les deja en el alma, pero como la esperanza muere al último, prefieren seguir buscando a quien “en el mejor de los casos” lleva un par de días desaparecido o desaparecida, pero en otros, la espera es de semanas, meses y hasta años.
Las cifras se han ido modificando desde Calderón hasta López Obrador, de acuerdo con la investigación “Fragmentos de la desaparición” de la organización Quinto Elemento Lab, cada uno de los días en que Felipe Calderón gobernó al país, un promedio de ocho personas desaparecía diariamente. Con Peña Nieto, el número se duplicó a 16, y en el periodo del presidente López Obrador, la cifra escaló a 25, con base en este documento.
Como si esto no fuera suficiente, en el reciente mes de octubre, se dio a conocer que el Estado de Veracruz contiene las dos fosas clandestinas más grandes de América Latina, con más de 600 cadáveres. Pero como siempre existe la posibilidad de que las cosas estén peor, aquí vamos, pues se presume que fueron autoridades estatales las que llevaron a cabo sistemáticamente, entre 2012 y 2016, desapariciones forzadas.
El Comité contra la Desaparición Forzada y el Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), expresaron su profunda preocupación en la materia, y cómo no hacerlo ante el creciente número que alberga el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No localizadas (RNPDNO) de México. ¿Pero que se está haciendo? la desaparición de personas, el hallazgo de fosas y la conformación de colectivos que se dedican a buscar a sus familiares cada vez se normaliza más y las cosas no siguen igual, sino peor.
Cómo podemos vivir en un país donde la gente simplemente “desaparece”, donde un hijo, un esposo, una madre o un vecino se despidió al salir de casa y nunca más se volvió a tener noticias suyas. Cuanta indiferencia social, individualismo y falta de solidaridad puede existir para no alarmarse al saber que se encuentran dos cajas de tráiler con cadáveres en la calle porque “ya no cabían” en las morgues, hecho acontecido en septiembre de 2018 en Jalisco, que más allá del horror que generó a nivel nacional e internacional, tenía que llevarnos a replantear el tema con estrategias que ayuden a frenar esta situación, pues la cifra que se manejó fue de 150 cuerpos, 300 y algunos medios señalaron más de 400.
Volvamos al principio, la muerte es parte del ciclo de la vida, y eso puede entenderse, aunque cueste aceptarse, el problema es cuando la violencia, la corrupción, la impunidad y la inoperancia del Estado es la que nos está matando y convirtiendo a México en una fosa común. Reflexionar sobre nuestra muerte es reflexionar sobre nuestra vida, pues la muerte no es más que una dimensión de esta, compañera fiel y la única que nunca nos abandona. Resistirse a la muerte es negarse a vivir, y para vivir plenamente hay que tener el suficiente coraje para hacer a la muerte parte de nuestra vida, pero no de la manera en que está sucediendo en nuestro país.
Nos faltan muchos y cada día que pasa la lista crece y nos faltan más, México vive desde hace décadas un duelo permanente, y mientras unos celebran esta fecha y tienen un lugar a donde recordar o llorar a sus muertos, otros seguirán buscando.