Hablemos de Suicidio
- Elva María Maya Marquez
- 7 septiembre, 2022
- Columnas
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Hoy, dejaremos de lado los asuntos político-electorales y las problemáticas sociales más recurrentes para centrarnos en un tema que no es el más popular o despierta gran interés, es más, al día de hoy para muchos resulta incómodo hablarlo, la salud mental y una de sus principales consecuencias; el suicidio.
El suicidio es la cuarta causa de muerte entre los adolescentes de 15 a 19 años (Organización Mundial de la Salud). Entre los datos más significativos, destaca que las mujeres son quienes lo intentan más y logran menos. Por su parte, los hombres tienen una taza menor en índices de intento de suicidio, pero generalmente cuando lo intentan logran quitarse la vida. Desamor, problemas familiares, económicos, exigencias sociales, contextos altamente estresantes, competitivos, individualistas, abuso del alcohol, sustancias nocivas y expectativas sociales donde el éxito que se promueve impone modelos que resultan inalcanzables, son algunos de los motivos que incentivan esta decisión.
Esconder el tema debajo de la alfombra no es la solución, como sociedad debemos asumir que cada vez más personas están inmersas en contextos que los llevan a quitarse la vida, por lo cual se debe hablar de esto sin estigmas, prejuicios y tabúes. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cada año, más de 700 mil personas se quitan la vida tras numerosos intentos, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos, donde se calculan 20 intentos antes de consumar el acto, es decir, detrás de cada persona que se suicida, existieron veinte ocasiones en las que se le pudo ayudar, veinte momentos en los que seguramente hubo señales de que las cosas no estaban bien pero se ignoraron, se minimizaron o simplemente no se fue capaz de identificar.
Por lo anterior, desde el año 2003, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud, ha promovido cada 10 de septiembre el “Día Mundial para la Prevención del Suicidio”, con el objetivo de concientizar a nivel mundial que el suicidio puede prevenirse.
La negación del tema sigue siendo uno de los principales obstáculos para la búsqueda de ayuda. Desde la familia, las instituciones educativas y la propia sociedad civil, hay mucho trabajo por hacer, pues derivado del confinamiento por la pandemia, los problemas de salud mental repuntaron, lo que lleva a estar alerta ante comportamientos inusuales de todos los integrantes de la familia.
El suicidio está asociado directamente con un sufrimiento emocional interno, y las personas que se suicidan es porque no encontraron otra salida. Este hecho social requiere analizarse desde una perspectiva multifactorial y jamás clasificarse en términos de “cobardía” o “valentía”, pues cada caso, a pesar de compartir ese trágico final, guarda sus particularidades, cada persona que se quita la vida proviene de entornos distintos, de realidades múltiples, historias de vida y circunstancias personales y sociales muy diferentes que son tan únicas como las personas. Por ello, no se puede hablar de suicidio, en singular, debemos hablar de suicidios.
Hace falta que el Estado invierta en un tema como este, pues cada vez cobra más vidas y si bien se presenta con mayor frecuencia entre los jóvenes, el resto de la población no queda exenta, problemas económicos en adultos y situaciones de abandono en personas de la tercera edad, también los llevan al suicidio.
Finalmente, los suicidios y los intentos de suicidio no son un hecho individual, sino colectivo, tienen un efecto dominó que impacta no solo a la persona que toma esta vía, sino también a las familias, como sociedad no sabemos cómo hacer frente a la situación, pero como hacerlo cuando no se quiere hablar abiertamente del tema. Hablemos de suicidio prestando la misma atención e importancia que a cualquier otro padecimiento, pues recordemos que sin salud mental, no hay salud.