SIN TON NI SON

Decía el escritor mexicano, Juan José Arreola, “he leído poco, pero he releído mucho”. En esta etapa en que me encuentro releyendo, les voy a recomendar una novela del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que lleva por título “El hablador”
A lo largo de la narración se contrapone el mundo de las sociedades modernas con el de las tribus indígenas americanas de Perú, cuyos integrantes se encuentran fuertemente unidos a la naturaleza, y pueden comunicarse con los elementos naturales, así como con los pájaros y demás seres vivos de la selva.
La obra está estructurada mediante la utilización de dos narradores. El primero corresponde al propio novelista, y el segundo es un “hablador” (contador de historias itinerante perteneciente a la tribu machiguenga del Perú). Las intervenciones de ambos se alternan de forma ordenada a lo largo de toda la obra.
El hablador describe los mitos cosmogónicos de los machiguengas, la lucha entre el dios Tasurinchi, creador del mundo, y las divinidades malignas representadas por Kientibakori. Para ello recurre a viejas historias, leyendas y ceremonias mágicas que tienen lugar en lo más profundo de la selva, en lugares que permanecen puros y que todavía no han sido destruidos por la civilización.
En esta peculiar obra, las dos narraciones relatan las dos caras de una moneda de una historia singular. Por una parte, el narrador principal evoca sus recuerdos de un compañero de juventud, de la ciudad de Lima, Perú, apodado Mascarita, que siente fascinación por una pequeña cultura primitiva de la amazonia peruana. Por otra el “hablador”- viviente memoria colectiva de los indios machiguengas de esa Amazonia peruana, nos narra, en un lenguaje de desusada poesía y de magia, su propia existencia y la historia y mitos de su pueblo
En la obra,el narrador cuenta sobre su visita a Florencia en el verano de 1985. En el pasaje de Santa Margherita, descubre una galería pequeña en la que se exhiben fotos de la Amazonia peruana tomadas por el fotógrafo italiano Gabriele Malfatti. El visitante reconoce en las fotos la región de Nueva Luz y Nuevo Mundo, que él había recorrido pocos años atrás. Una de las fotos le llama especialmente la atención: hombres y mujeres de los machiguenga se encuentran sentados en círculo alrededor de un hablador. El narrador cree que el hablador es su desaparecido amigo Saúl, que se habría unido a la etnia machiguenga porque querría seguir la tradición judía de la soledad y el aislamiento. Esta construcción le permite al narrador relacionar sus estudios sobre los indios de la Amazonia con la concepción de su amigo sobre la vida dentro de la naturaleza. Y con esto puede comenzar a escribir la novela en la que trata de entender y retratar el mundo espiritual de las culturas indígenas y, al mismo tiempo, de mostrar las dificultades en llevarlo a cabo. El narrador sabe que desde su visita seis años atrás a la selva amazónica la situación ha seguido empeorando: la deforestación, los asentamientos, la exploración petrolera, el narcotráfico y el terrorismo tuvieron que haber repercutido sobre los machiguengas. Se pregunta entonces cuánto tiempo se mantendrán sus aldeas intactas y cómo reaccionarán sus habitantes a ese desarrollo: si se adaptarán a las nuevas condiciones o si se replegarán y seguirán moviéndose.
La confluencia final de los dos relatos al revelar una secreta unidad, muestra las misteriosas relaciones de la ficción con las sociedades y con los individuos, su razón de ser, sus mecanismos y sus efectos en la vida.
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