SIN TON NI SON

Estoy leyendo acerca de la historia de Roma y remontándome a los primeros años de nuestra era (después de Cristo) me ha llamado la atención dos palabras que voy a desentrañar en esta ocasión.
Abracadabra es una palabra cabalística que apareció hacia el siglo II de nuestra era y aparecía inscrita en amuletos con la creencia de que poseía ciertas cualidades mágicas. Se cree que el nombre se tomó de la palabra griega abraxas, que designaba un amuleto en el cual el término latino abracadabra aparecía once veces, cada vez con una letra menos hasta terminar con una a. El uso de estos amuletos era común en la secta dualista de los gnósticos —creían en un dios y un demonio igualmente poderosos—, que pensaban que la salvación podía ser obtenida mediante el conocimiento esotérico, al que llamaban gnosis. Esta secta fue fundada en el siglo II por Basílides, un profesor de la Universidad de Alejandría, quien postulaba la existencia de Abraxas, un ser que vinculaba al culto al Sol. A las siete letras griegas de abraxas se les atribuían números, cuya suma arrojaba un total de 365, la cantidad de días que la Tierra tarda en recorrer su órbita. Esta etimología de abracadabra es la que aparece en el diccionario de la Real Academia Española. Sin embargo, la opinión de los etimólogos ingleses señala que el vocablo latino se puede haber originado en la expresión aramea abhadda kedabrah, que significa «desintégrate (un mal o una enfermedad) como esta palabra».
Como los romanos dominaron todo el mar mediterráneo, la relación de ideas me condujo al análisis de la palabra aceite. El aceite de oliva se obtiene por prensado en frío de las aceitunas, el fruto del olivo. El producto del primer prensado se llama aceite extra virgen, mientras que el resto, de varias calidades inferiores, se logra mediante prensados sucesivos, con el uso del calor en los últimos procesos. No se conoce con certeza quiénes fueron los inventores del procedimiento de extracción del aceite de las aceitunas, pero se sabe que los primeros cultivos se desarrollaron en la zona que hoy llamamos Medio Oriente, y hay testimonios de la existencia de olivos hace tres mil cuatrocientos años en Micena y en Palestina. Los fenicios lo comerciaron por todo el Mediterráneo, y más tarde su producción se extendió desde la Bética (parte de la actual Andalucía y de Extremadura), donde, probablemente, se impuso su nombre árabe, para llegar hasta el norte de Hispania. Con posterioridad, se idearon procedimientos para la obtención de aceites a partir de otros granos, como soya, arroz, ricino, girasol, maíz, etcétera. Sin embargo, el aceite de oliva, base de la dieta mediterránea, se destaca sobre todos los demás por su composición. Tanto aceite como aceituna provienen del árabe az zayt y az zaytuna, respectivamente. Zayt o zait es una antigua palabra semita que, en hebreo y bajo la forma zeit, significa «olivo», el árbol que produce las aceitunas. El monte de los Olivos, donde Jesús se retiró a orar, se llama en hebreo har-ha-zeitim. En lengua portuguesa, el nombre azeite se reserva para el aceite de oliva, mientras que los de otros frutos o granos son llamados óleos, pero en castellano llamamos aceite no solo a los de origen vegetal, sino también a los aceites minerales derivados del petróleo, que poco tienen que ver con las aceitunas.

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