Hasta aquí mis líneas

Esta semana un hecho doloroso vistió de luto las páginas de la gran familia del periódico El Valle, la muerte de nuestro querido hermano, colega, y compañero Sergio Garza, para un servidor que es de los más nuevos (5 años en este medio) Sergio Garza siempre fue un referente gracias a su columna Desde la Barrera, que diariamente nos acompañaban en el citado medio de comunicación que para muchos es como una segunda casa, motivo por el cual Sergio no solamente supo ganarse mi admiración como periodista sino también como ser humano.
Sin embargo, lo conocí como quince años antes de la invitación que amablemente me hiciera mi amigo Pepe Nader, Director del Periódico El Valle para escribir sobre el acontecer internacional; gracias a los lazos que solamente la fraternidad, la filosofía y el liberalismo saben tejer, debo reconocer que no siempre coincidí con las ideas y opiniones políticas de Sergio. Sin embargo, siempre admiré su temple, tesón y determinación en la defensa de su pensamiento, ya que siempre fue un hombre difícil de doblegar, incluso podría afirmar que ni la misma muerte lo hizo flaquear en sus convicciones.
Sergio o Checo Garza como le decíamos sus cercanos, conjugaba una amplia cultura socrática, filosófica y metafísica, poseedor de un fino lenguaje y una pluma excelsa, siempre me sorprendió la maestranza de sus palabras, su redacción, sintaxis y ortografía, elementos que para todos aquellos que osamos en escribir suelen ser en ocasiones motivos de presión constante para transmitir de forma fidedigna lo que se intenta comunicar.
Mi querido brother y lo digo con cariño, era una mezcla de época, tenía la voz de Jorge Negrete, el porte de Pedro Infante y la alegría dicharachera de Piporro, de hecho recuerdo haberlo escuchado cantar y creo que no entonaba nada mal las rancheras. Entre sus hermanos siempre causó admiración, respeto y cariño fraterno, eran tan auténtico que nunca tuvo miedo al qué dirán, siempre decía que el respeto se construye a través de los actos.
Recuerdo las tertulias que solía compartir con los suyos, acompañados de una copa de vino siempre daba cátedra por su sapiencia y alegría, de hecho tenía una mirada penetrante que parecía psicoanalista. No obstante, siempre le caracterizó la elegancia, no era sencillo, pero ¿qué charla con Sergio era sencilla o elemental?, dio gala hasta el final de sus dotes de Maestro en la más basta concepción. Siempre alentaba al debate y al final siempre remataba con un consejo de vida.
Recuerdo que cuando falleció su señora madre, fui de los primeros en presentarme al funeral a rendir mis condolencias y siempre que me veía me decía: ¡Nunca se me va a olvidar que tú me acompañaste en ese momento!, a lo que yo sencillamente respondía, ¡No hermano, es lo mínimo que podía hacer, recordemos que entre nosotros lo que une la virtud no puede separarlo la muerte!, respondiendo sencillamente con una sonrisa.
Hoy se ha ido el ser humano, ha transmutado a continuar con su trabajo en la eternidad, aunque quienes seguimos en la tarea de trabajar esta columna que representa la vida misma, siempre le recordaremos con mucho agradecimiento.
Finalmente, emulando respetuosamente su tradicional forma de despedirse, misma que se convirtió en el sello indeleble de sus escritos, únicamente atino a decir: ¡Hasta aquí mis líneas!
Twitter: @EdgarMaPe