“Ganar no significa ser siempre el primero. Ganar significa que lo haces mejor que antes” Bonnie Blair

He sido un convencido de que siempre hay que respetar al de enfrente, darle su espacio, su tiempo, su momento, y hasta desearle éxito y salud por encima de cualquier cosa; en muchas ocasiones no surte todo el efecto querido ni se fortalece un lazo y mucho menos se acentúa el que se tiene, es más, a veces termina por romperse -contrariamente al común: por lo más delgado- incluso por lo más grueso y es ahí donde entran la sapiencia, la experiencia, la calma, pero sobre todo la humildad. Esa que distingue a cada uno de nosotros, la que endulza la más cruel hiel del entorno y la traduce en bondad y esperanza para afrontar lo que viene en el segundo inmediatamente después, obviamente está la detección de esos monstruosos pasajes que nos paralizan de pronto, pero que son solamente el trampolín para llegar al otro lado de la alegría y algunos incluso abrazan la felicidad.
Pues, así como en la vida así ocurre en el deporte en cualquiera de sus expresiones, pero sin duda lo que más significativamente puede ser la traducción de lo antes descrito, es la victoria y la derrota, aquellos momentos en que del gozo al pozo tan solo existen fracciones de segundo para ser parte de la historia y para ser recordado como uno u otro, pero al final del cuento todo termina siendo tan solo un momento, vital para todos, unos gritamos de euforia y otros sollozamos lamentos, pero la inundación de lágrimas compensan cada intentona en la incansable búsqueda de ser campeón.
Así surgen y se consagran quienes luchan día a día no solo por ser campeones sino por ser la mejor versión de sí mismos, aquellos que están sumergidos en grupos, ya sea pequeños o grandes, o bien los que individualmente lo hacen, una vez rebasado y superando todos sus miedos no hay límites, ni siquiera el cielo es techo para detenerlos, el tema radica en no claudicar e intentarlo hasta que se consiga; unos tardan mucho tiempo, otros ni siquiera la vida les alcanza para levantar una copa o un trofeo, a cambio la vida les depara otro camino y destino, porque nada mejor que estar en la historia como alguien que solo sucumbe ante la muerte -que es inevitable- a no trabajar todos los días por conseguir ser campeón. Quienes han sentido esto desde diferentes trincheras comprenderán lo difícil que se torna pero que deja toda la satisfacción del mundo y traspasa cualquier barrera de la indiferencia, eleva a la “N” potencia y reconoce los argumentos sólidos de una preparación magistral y eficaz, y sin embargo, es más consolidado cuando se reconoce al rival, cuando se le da la mano en son de paz y hasta de agradecimiento por la “batalla”, eso es ser un auténtico y real campeón de la vida y si se presenta en el deporte, como tantas veces lo hemos visto, es aún cada vez mejor.
Acá no se trata de destripar al subcampeón o al segundo lugar, y tampoco ensalzar ni endiosar al primero, se trata de ser elocuente y dejar el disfraz de conocedores y eruditos en la materia, porque todo pasa para algo en su momento, en su justa dimensión, la pasión que desborda debe ser canalizada de la mejor manera, sí echar porras, cánticos y dejar salir la adrenalina, pero jamás, o al menos saben que soy un ferviente creyente de que debemos erradicar cualquier acto de violencia, entonces no solo sean o seamos campeones del juego, del deporte, sigamos siendo campeones de la vida, que dicho sea de paso, ésta es sólo una y como dice la siempre bien pondera y excelsa Cristina Pacheco: “…acá nos tocó vivir…”
Pásenla bien!!!