Maestro Joaquín Bernal Sánchez, ilustre.

Mi amistad con él empezó cuando pidiendo entrada, toqué tres veces la puerta del salón de clases en la Facultad de Derecho, de donde él daba clases; Facultad de Derecho que fue de él, con el Edificio Viejo y el Nuevo, el Área de Postgrado, la Biblioteca, todos los alumnos y todos los maestros. De él fue la estatua situada en el corazón de la Facultad, el ilustre Ignacio Ramírez Calzada, a quien admiró tan profundamente que a todo quería ponerle “Nigromante”, incluso la casa donde mi Maestro Joaquín vivía, está situada en la Calle Ignacio Ramírez Calzada, porque en el último año siguió trabajando con su comunidad y después de exponer a todos la grandeza de Don Ignacio, no tuvieron más remedio que darle la razón a mi Maestro y nombrar así la calle.
Siempre se presentaba como Licenciado, porque fue su más grande pasión, el Derecho. Nunca puso frente a él tantas maestrías, doctorados y post doctorados con los que contaba, uno más interesante que el anterior. Experto en materia Municipal, organizó con Joel Huitrón y con Reinaldo Robles una serie de capacitaciones a todos los municipios, a veces pagadas y a veces gratis, porque lo que más quería era que no hubiera atrocidades en contra de los derechos de los ciudadanos y no se robara del erario.
Sus estudios y calidad humana fueron reconocidas hasta en el extranjero. Prueba de ello es el profundo cariño que le tenían en la comunidad universitaria de Cuba, de quienes adoptó la insignia de que “un abogado siempre viste corbatas negras”. Así vestía mi Maestro Joaquín, siempre de traje, siempre de corbata negra lisa.
Fue por más de 40 años catedrático de la Facultad de Derecho, fue Director, reconocido por su diálogo con la comunidad estudiantil y por su activismo en favor, no solo de la sociedad del Estado de México, sino de nuestra Nación.
Siempre católico y defensor del laicismo; tuvo a bien estudiar todos los grados los estudios liberales y después de observar la podredumbre de algunos miembros de la época, fundó un nuevo Rito, que después lo fusionaría con el que siempre fue el suyo, el Nacional Mexicano.
Abogado de la Universidad y Obudsman Universitario, puestos que disfrutó con toda el alma porque siempre vigilaba el cumplimiento de la justicia, por encima del deber y procuraba que la Ley fuera justa, para aplicarla con diligencia.
Siempre fue mi consejero, mi mentor y nunca dejó de ser mi hermano. Regalaba su elocuencia a quien le prestara un poco de atención. Siempre recordaré su inigualable “Nube blanca y nacarada…”. Fue maestro de muchos aprendices y muchos nos quedamos cerca cobijados de él, de sus experiencias y de su famosa “Píldora”, receta de carne inigualable que se llevará con él.
Joaco, Papá y Maestro fueron los apodos más usados entre los que nos contábamos como sus pitufines, siempre alegre, siempre con carácter, siempre con una idea sabia y pacífica para atender las disyuntivas; de regaños firmes y determinantes, pero sobre todo reflexivos. Siempre con una palabra cálida.
Se va con él una gran parte de mí, la parte ecuánime y sensata, la que sabía de derecho y la que pretendía ser sabia. Sé que no le hubiera gustado que hablara tan bien de él, pero no importa, me faltan muchas cosas más que contar, pero con esto, todos sabrán el ilustre ser humano que, hasta hace unos días, caminaba entre nosotros.
Seguiré tus pasos…hasta siempre ¡Master!