La historia sinfín

Siete años han pasado y no ha pasado nada. Una conmemoración más de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, de aquella noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27 donde se detuvo el tiempo para los familiares de esos jóvenes que desde aquel día no han parado una búsqueda incansable y una exigencia legítima para pedir que se haga justicia. Un año más en el cual dedico esta columna al tema esperando que sea la última, y lo digo porque ya basta de tanta impunidad, basta de mentiras y de promesas incumplidas, de verdades históricas que terminaron siendo mentiras monumentales y, exigir justicia ante la brutalidad del caso no debería ser mucho pedir en un Estado de derecho, aunque en realidad, tal vez ese es el problema, la ausencia del mismo y la incompetencia de las instituciones que no dan resultados pero si dan mucha vergüenza verdad Fiscal General de la República.
Durante este tiempo padres y madres de los normalistas han fallecido sin saber ¿Qué pasó con sus hijos? Tal es el caso de Minerva Bello, los doctores dicen que murió de cáncer, pero quienes la conocieron aseguran que en realidad murió de desesperación por no encontrar a su hijo, el normalista Everardo Rodríguez. En memoria de “Doña Mine” como le decían, nació el Centro de Derechos de las Víctimas Minerva Bello, en Chilapa, Guerrero, que acompaña a quienes sufren de violencia en la entidad. El Sr. Saúl Bruno Rosario, falleció en casa, en la comunidad de Magueyitos, en el municipio de Tecoanapa, Guerrero, el pasado 22 de agosto, quien pasó los últimos siete largos años de su vida entre manifestaciones, marchas y lo que seguramente lo hacía levantarse todos los días, la esperanza de encontrar a su hijo.
Cada año que pasa no sabemos si se está más cerca o se está más lejos de esclarecer los hechos, la administración responsable quedo atrás en 2018, Enrique Peña Nieto se dedica a viajar por el mundo, a darse la gran vida y hacer apariciones esporádicas en redes sociales, mientras tanto, este caso emblemático de su sexenio sigue sin resolverse. Tres años han pasado de esta nueva administración, mesas de diálogo y sí, más de lo mismo, ahora sí se hará justicia y los familiares y la sociedad sabremos qué sucedió, pero el lugar común se está volviendo las buenas intenciones del presidente, pero la capacidad de actuación ¿Para cuándo?
Frustrante es volver a lo mismo una y otra vez, la corrupción y la impunidad. Lo que sucedió con los normalistas es un crimen de Estado, participaron policías municipales bajo indicaciones del alcalde y se coludieron con el crimen organizado. En la actual administración la Fiscalía parece dar un paso atrás al no transparentar información relevante sobre la investigación. Actualmente han declarado treinta de los cuarenta y cuatro militares citados y nada se sabe al respecto. Mucho se habla de un pacto de silencio, pero nadie dice entre quiénes y solo abonan a la falta de certeza y credibilidad.
¿Cuánto más estamos dispuestos a esperar? ¿Cuántos padres y madres de familia se irán de este mundo sin saber que les hicieron a sus hijos? ¿Qué pasó con los normalistas? ¿Cuántas verdades históricas o verdades a medias nos darán a conocer? ¿Qué responsabilidad tenemos como ciudadanos? ¿Qué se ha hecho para tratar de entender su situación? Siete años y el dolor de las madres y los padres sigue ahí. La herida de perder a un hijo de la manera en que los perdieron no cerrará y probablemente tampoco sanará. Lo menos que se puede brindar a las familias es la tranquilidad de conocer la verdad por más cruel que sea, señalar a los culpables y de que se haga justicia porque desde hace siete años, nos faltan 43.