¿Para qué han servido las mañaneras?

Más de dos años han pasado desde que el presidente López Obrador dio paso a la primera conferencia realizada el 3 de diciembre de 2018, donde todas las mañanas se apodera del espacio público y habla de lo que quiere y como en la lucha libre, sin límite de tiempo, para muestra, los más de 180 minutos frente a los reflectores, sí, más de 3 horas con temas que no necesariamente son de relevancia para el grueso de la población, pero en “la mañanera”, el marca la pauta y dicta la agenda, y los medios de comunicación no tienen más opción que alinearse a su estilo y a su formato.
Las conferencias transcurren con visitas de los miembros del gabinete, grupos que representan ciertos sectores de la sociedad, enlaces en vivo, clases de historia y hasta de moral, recomendaciones literarias, una que otra canción alusiva al tema del que se habla, bromas, “chistes” y hasta conciertos como el que se llevó a cabo el pasado 10 de mayo. Pero, aquí va el pero, el presidente se ha encargado de arremeter de manera brutal, desmedida e innecesaria, en contra de quienes considera sus opositores o adversarios ¿Quiénes son? Los que no piensan como él, una verdadera aberración, no se puede pretender que todos pensemos igual, quien se diga demócrata, entiende y valora la disidencia y las múltiples maneras de ver e interpretar la realidad. Eso que no sé dice y que queda entre líneas, es lo más peligroso, pretender que todos compartan la visión de una persona.
No se trata de sentimentalismos, pero es muy triste ver como el jefe de Estado más allá de hacer un llamado constante a la reconciliación, la unidad, la inclusión y la integración, dedica más tiempo y energía a las descalificaciones. Andrés Manuel López Obrador, no ha entendido que es presidente de todos, los que votaron por él y los que no lo hicieron, y la Cuarta Transformación debería ser un proyecto de nación y no de una persona, pero con este tipo de declaraciones cada vez más subidas de tono y hasta fuera de lugar, lo único que logra es confrontar a quienes no pertenecen a su población objetivo, a la cual difícilmente alguien puede oponerse, las personas en condición de pobreza.
Sin embargo, el presidente se equivoca cuando mediante el discurso excluye a quienes no son parte de este sector de la población y que en gran medida han contribuido a sacar a este país adelante, aquellos que no están en los extremos de la escala social, es decir, quienes lo tienen todo, que en realidad son muy pocos, y quienes carecen de lo más indispensable para vivir, aun contando con un empleo; las clases medias, este sector de la población que resiste todo y que lucha por no descender, y también lucha por mejorar.
¿Qué puede haber de malo en querer mejorar tu calidad de vida? ¿Cuál es el problema con tener sueños y aspiraciones? ¿Por qué ahora el querer progresar es motivo de señalamientos? Esto, ralla en lo absurdo e inverosímil, si queremos que como país nos vaya bien, la superación personal es fundamental y no es posible que ahora se pretenda romantizar el tema de la pobreza, y se intente vender como una virtud.
Pobreza es pobreza, quien la vive, quien la padece, quien por circunstancias que en muchas ocasiones le resultan ajenas y en gran medida es resultado de la desatención de los diferentes gobiernos, no puede desear permanecer toda la vida en carestía, desigualdades y limitaciones. Perverso es que el presidente piense que “es mejor” mantener pobre a la gente porque de comenzar a percibir mayores ingresos, dejará de ser dependiente del gobierno y le será imposible mantener su base electoral no solo por ahora, sino para siguientes elecciones. Ustedes tienen la mejor opinión, pero origen, no tiene que ser destino.
Es deseable replantear el rumbo de las mañaneras, no todo ha sido malo, se ha dado a conocer información valiosa que en otro momento jamás nos hubiéramos enterado, pero señalamientos generalizados en contra de instituciones, organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y ahora las clases medias, no le viene bien a México.