La contención del gasto por encima del bienestar

En todos los gobiernos se establece como idea máxima el otorgar al pueblo lo servicios que se requieren en materia de educación, salud y seguridad pública, que no son más que parte de un conjunto de acciones que el gobierno ejecuta en la búsqueda o garantía de: el bienestar. Un beneficio social, universal y asequible para cualquier persona sin importar dinero, estrato, cultura o etnia, todos merecemos de ese bienestar que ofrece el gobierno.
Además de ello cada político durante las campañas promete justamente esto, el bienestar. Habla del bienestar que vamos a tener si votamos por él, de las becas, de los estímulos, de las oportunidades que, al fin de cuentas, será justamente el bienestar aterrizado en una política pública, el bienestar “palpable”.
Parte de ese bienestar proviene del dinero que gastamos en bienes y servicios, que nos producen satisfactores; por ello el gobierno procura incentivar la economía, generar seguridad, para que todos nos sintamos seguros para poder intercambiar bienes y servicios que serán parte de ese bienestar propio.
El gobierno actual tiene la idea de ahorrar, lo cual pareciera una buena idea, sin embargo, la realidad no es así de simple. El ahorro es un concepto extraño, porque económicamente implica sólo un momento de un proceso de intercambio. Las abuelas dicen que ahorremos para un futuro, pero implícito se encuentra la idea de que el peso que se ahorra, se gastará en algo posterior; un peso solito no compra grandes satisfactores, pero un cúmulo de pesos que se ha ahorrado compra muchos satisfactores y de gran tamaño. A nivel nación esta sentencia no es tan verdadera, porque cada peso que el gobierno deje de gastar, es un peso que no llega a la mesa de algún mexicano que lo necesita hoy, es decir, el gobierno no compra satisfactores, él los otorga, lo que quiere decir que los millones ahorrados son beneficios que no llegan a la gente.
Ya se ejecutaron acciones en el gobierno federal donde el ejército se obliga a construir grandes estructuras, evitando justamente una licitación y por tanto un gasto para gobierno, en la inteligencia (entre comillas) de que le sale más barato al gobierno hacer las cosas él mismo que pagarle a alguien que las haga. Claro, pero cada peso que no circula es un peso menos en nuestro bolsillo. Algunos pensarán que esto no es cierto, pero solo piensen en la cantidad de millones que se gastarían en pagarle a las empresas que hicieran este tipo de mega estructuras, claro ganaría mucho el dueño y los gerentes de esa obra, pero también ganarían los arquitectos, ingenieros, los albañiles, obreros, canteros, herreros y cargadores. Todo ese dinero ya no está circulando en esa vía. En México en el último año se perdieron más de un millón de empleos justamente porque se ha perdido esa entrada que tenían las empresas en las políticas de anteriores gobiernos.
Ya están dejando de operar las empresas que venden la energía a CFE con la idea de ahorrar. Hoy entre los diputados morenistas se analiza la posibilidad de quitar las concesiones de las cárceles federales, es decir que poco a poco se elimina el pago a particulares con la frase “sale más barato hacerlo nosotros”, sin entender que ese peso ahorrado, se va a gastar forzosamente de otra manera sin generar bienestar y que si se regala, entonces se pierde la productividad.
Tal vez esté mal pensar que lo correcto es recibir una remuneración por un bien o un servicio otorgado, justo ahí está la productividad. De otra forma, existe un concepto extremo en la frase “sale más barato hacerlo nosotros”, porque si todo lo hace gobierno, elimina por completo la productividad, luego entonces, las actividades económicas beneficiarían a gobierno y este a su vez repartiría equitativamente la riqueza, esto se llama socialismo.