MIERCOLES SANTO Ciclo B, 31 de marzo, 2021 TERCERA REFLEXIÓN SOBRE LA MUERTE DE JESÚS

Pbro. Dr. Daniel Valdez García
INTRODUCCIÓN
Es un poco largo pero necesaria:
En el 2002 el Vaticano publicó el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia; y al hablar sobre “La veneración de Cristo crucificado”, dice lo siguiente en lo números 127-129:
127. El camino cuaresmal termina con el comienzo del Triduo pascual, es decir, con la celebración de la Misa In Cena Domini. En el Triduo pascual, el Viernes Santo, dedicado a celebrar la Pasión del Señor, es el día por excelencia para la “Adoración de la santa Cruz”.
Sin embargo, la piedad popular desea anticipar la veneración cultual de la Cruz. De hecho, a lo largo de todo el tiempo cuaresmal, el viernes, que por una antiquísima tradición cristiana es el día conmemorativo de la Pasión de Cristo, los fieles dirigen con gusto su piedad hacia el misterio de la Cruz.
Contemplando al Salvador crucificado captan más fácilmente el significado del dolor inmenso e injusto que Jesús, el Santo, el Inocente, padeció por la salvación del hombre, y comprenden también el valor de su amor solidario y la eficacia de su sacrificio redentor.
128. Las expresiones de devoción a Cristo crucificado, numerosas y variadas, adquieren un particular relieve en las iglesias dedicadas al misterio de la Cruz o en las que se veneran reliquias, consideradas auténticas, del lignum Crucis. La “invención de la Cruz”, acaecida según la tradición durante la primera mitad del siglo IV, con la consiguiente difusión por todo el mundo de fragmentos de la misma, objeto de grandísima veneración, determinó un aumento notable del culto a la Cruz.
En las manifestaciones de devoción a Cristo crucificado, los elementos acostumbrados de la piedad popular como cantos y oraciones, gestos como la ostensión y el beso de la cruz, la procesión y la bendición con la cruz, se combinan de diversas maneras, dando lugar a ejercicios de piedad que a veces resultan preciosos por su contenido y por su forma.
No obstante, la piedad respecto a la Cruz, con frecuencia, tiene necesidad de ser iluminada. Se debe mostrar a los fieles la referencia esencial de la Cruz al acontecimiento de la Resurrección: la Cruz y el sepulcro vacío, la Muerte y la Resurrección de Cristo, son inseparables en la narración evangélica y en el designio salvífico de Dios. En la fe cristiana, la Cruz es expresión del triunfo sobre el poder de las tinieblas, y por esto se la presenta adornada con gemas y convertida en signo de bendición, tanto cuando se traza sobre uno mismo, como cuando se traza sobre otras personas y objetos.
129. El texto evangélico, particularmente detallado en la narración de los diversos episodios de la Pasión, y la tendencia a especificar y a diferenciar, propia de la piedad popular, ha hecho que los fieles dirijan su atención, también, a aspectos particulares de la Pasión de Cristo y hayan hecho de ellos objeto de diferentes devociones: el “Ecce homo”, el Cristo vilipendiado, “con la corona de espinas y el manto de púrpura” (Jn 19,5), que Pilato muestra al pueblo; las llagas del Señor, sobre todo la herida del costado y la sangre vivificadora que brota de allí (cfr. Jn 19,34); los instrumentos de la Pasión, como la columna de la flagelación, la escalera del pretorio, la corona de espinas, los clavos, la lanza de la transfixión; la sábana santa o lienza de la deposición.
Estas expresiones de piedad, promovidas en ocasiones por personas de santidad eminente, son legítimas. Sin embargo, para evitar una división excesiva en la contemplación del misterio de la Cruz, será conveniente subrayar la consideración de conjunto de todo el acontecimiento de la Pasión, conforme a la tradición bíblica y patrística.
1. LA MUERTE EN LA MENTE DE LA GENTE
Vamos a traducir esto en una pregunta: ¿qué le pasa al cerebro cuando la gente piensa en la muerte? Por lo general el acto de pensar en la propia muerte hace que se genere una situación de miedo y de ansiedad. La mente es diferente al cerebro y las neurociencias han ahondado al respecto. Por ejemplo, a veces la mente miente. Es como una bola de nieve que crece y crece y va pediente abajo, los celosos pueden enfermar de celotipia, los que sienten riesgos en la vida pueden llegar a padecer paranoia, y respecto a la muerte podría la mente generar un shock o bloqueo.
Por otro lado, nuestro cerebro no sólo envía a la mente señales de nuestros sentidos y las convierte en estímulos eléctricos. Por ejemplo, si vemos correr a un perro hacia nosotros se activa el mecanismo de defensa y pensamos que nos va a morder, aunque es problable que no suceda. Igual pasa con otros eventos de la vida y también con la misma muerte. Las personas son intuitivas y pordrían traducirse en pronósticos ya que el 90% de la actividad del cerebro se dirige a comunicar esos pronósticos futuro traducidos en sensaciones e ideas. Es así como muchas veces llega a la mente de la gente la muerte propia o de personas allegadas, se hace una especie de simbiosis y se intuye la muerte propia o de alguien más. Todo eso, cuando no se conocen los estudios de las neurociencias de quedan en el mero plano de “las creencias”.
2. LA MUERTE EN LA MENTE DE JESUCRISTO
Cuando se piensa en la muerte, dije al inicio, se llega a bloquear la mente, el relato del evangelio de san Lucas nos lo refiere ampliamente acerca de los discípulos que iban camino de regreso a su aldea de Emaús (24, 13-35), y dice literalmente en los versículos 13 al 18: «Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?”.
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: “Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?”».
Por otro lado, cosa similar acontece con María Magalena (Juan 20, 11-18), leemos en los versículos 11 al 15: «María se quedó afuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. Los ángeles le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Ella les dijo: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”. Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: “Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo”».
Así que acercarnos o tener la mente de Cristo no es asunto de inteligencia y de decir que por el sólo hecho de ser verdadero Dios lo sabía todo, como todo ser humano tuvo que aprender y evolucionar, así dice el evangelio de san Lucas (2, 52) leemos: «Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia delante de Dios y de los hombres», es decir que Jesús fue creciendo mental, física y espiritualmente, y eso lo hace verdadero Hombre.
Si vemos a groso modo algunas actitudes de Jesús nos podemos acercar a su mente, por ejemplo, cuando una persona se siente ante un peligro llama a la personas de su confianza; Jesús ante las tentaciones y en Getsemaní acude a su Padre (Mateo 4, 1-13; Mateo 26, 39, 42, 44). Lo mismo ocurre ante la actitud de perdón, nos enseña la pración del Padre nuestro y pide en la cruz a su Padre que nos perdone (Mateo 6, 12-15; Lucas 23, 34). San Juan nos refiere que «Jesús se turbo en su espíritu» ante la muerte de Lázaro y estando a la mesa con sus discípulos y anuncia la traición de Judas (11, 38; 13, 21-33. 36-38).
CONCLUSION
Suena muy fuerte, pero es real: La muerte de Jesús lava, deja todo limpio, incluso nuestra ignorancia y pecado. Ese es el claro mensaje del relato de Lucas sobre la muerte de Jesús (23, 34).
Como ya he insistido, tenemos cuatro Evangelios, cada uno con su propia visión de la pasión y la muerte de Jesús. Como también sabemos, que estos relatos del Evangelio no son informes periodísticos de lo que sucedió el Viernes Santo.
Para Lucas, lo que sucedió en la muerte de Jesús es la revelación más clara, desde siempre, del alcance increíble de la comprensión, el perdón y la sanación de Dios. Para él, la muerte de Jesús lo limpia todo a través de la comprensión, el perdón, y la sanación y borra todo aquello que pudiese confundir la mente de la gente ante la muerte de Jesús. Y como muestra de ellos cito dos momentos de Jesús en Getsemaní: Inmediatamente después que uno de sus discípulos golpeó al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja, Jesús tocó la oreja del hombre y lo sanó. La sanación de Dios, insinúa Lucas, llega a todas las situaciones, incluso a las situaciones de amargura, traición y violencia. La gracia de Dios finalmente sanará incluso a los heridos de odio. Y Lucas fue médico, así describe esto con la delicadeza y precisión de un médico.
Luego, que Jesús es llevado después de su interrogatorio por el Sanedrín, Pedro lo negó tres veces, y Lucas nos dice que Jesús se volvió y miró directamente a Pedro con una mirada que lo hizo llorar amargamente. Todo en este texto y todo lo que viene después sugiere que la mirada de Jesús que hizo llorar amargamente a Pedro no fue de decepción y acusación, sino una mirada que habría causado que Pedro llorara de vergüenza. Fue una mirada de comprensión y empatía como nunca antes la había visto Pedro, lo que lo hizo llorar de alivio, sabiendo que todo estaría bien y que él estaría bien.
La muerte en la mente de Jesús es redentora como vínculo de sanación, comprensión y perdón para nosotros (22, 39-46).