LUNES SANTO Ciclo B, 29 de marzo, 2021 PRIMERA REFLEXIÓN SOBRE LA MUERTE DE JESÚS

Pbro. Dr. Daniel Valdez García

 

INTRODUCCIÓN

Esta pandemia nos ha puesto a todos, de alguna forma, frente a la muerte.
La reflexión sobre la muerte propia o ajena casi había quedado fuera de nuestras agendas como un acontecimiento próximo. Y hoy por hoy, todos estamos en las manos de Dios. Si Jesús murió siendo Dios, ¿nosotros por qué no?

1. LA MUERTE EN LA BIBLIA
La Biblia habla respecto de la muerte por primera vez en el libro del Génesis cuando Dios prohíbe comer del fruto del árbol del bien y del mal, porque si lo hacen morirán, a la joven pareja formada por él (2, 17). Después de esto el verbo que hace referencia a la muerte aparece unas mil veces en el Antiguo Testamento y más de cien veces en el Nuevo Testamento.
Siguiendo el segundo relato de la creación, llegamos a la creación del hombre, y etcétera así: «Entonces, el Señor Dios formó al hombre del polvo del suelo y sopló aliento de vida en sus narices. Y el hombre se convirtió en un ser vivo» (Génesis 2, 7). Y tras la caída en la tentación dice Dios: «Con el sudor de tu frente comerás pan hasta que vuelvas al polvo del suelo, porque de él fuiste formado. Porque polvo eres y al polvo volverás» (Génesis 3, 19). Hasta aquí en una forma simple de citar aparece la muerte como sentencia de Dios.
Ahondemos un poco al respecto. La palabra muerte es algo que nos afecta constantemente y más con el azote de esta pandemia. La muerte es parte de nuestra vida cotidiana. La muerte produce dolor, y porque duele se llama duelo y cada duelo es diferente. El filósofo alemán Martín Heidegger afirmó que el ser humano no es alguien que muera, sino que en sí mismo es “un ser-para-la-muerte”. Con este concepto quiso transmitir que la muerte, más que una situación que encontraremos al final de nuestra vida, es una línea de meta a la que estamos avocados. Por su parte, la biología dice que desde que nacemos estamos neuroprogramados para morir.
Este filósofo Heidegger nos advirtió que el carácter fundamental de nuestra relación con la muerte es la huida, y que es imposible el desarrollo interno en ese estado. Si el individuo está llamado a ser la mejor versión de sí mismo, no podrá responder a este impulso si está ocupado huyendo. La muerte es un hecho natural, una condición de la realidad, que no puede ser ocultada. No será posible una vida auténtica sin afrontar las verdades de la existencia, y la muerte es una de ellas.
Las suposiciones y especulaciones respecto a las muertes de la primera pareja primigenia son abundantes, la teología llega a hablar de los dones preternaturales, entre los cuales está la vida eterna de la que se “supone” que gozaban Adán y Eva. Lo mismo sucede respecto a los años de vida de ellos, y hay quienes aseguran que ellos vivieron hasta 500 años. Por lo tanto, tengamos claro que la Biblia, como tal, no refiere en ningún momento la muerte de alguno de ellos, aunque si llega a narrar el homicidio de Caín y la muerte de los patriarcas y de sus esposas (Génesis 3-36). Sin embargo la paleogenética y la genética forenses, hasta donde hoy sabemos, por los restos óseos que tenemos confirman que son de personas que no vivieron más allá de los 18 años de edad debido a las inclemencias de la naturaleza y a la presencia de patógenos como virus, bacterias y hongos. Así que sin temor a equivocarnos podemos decir claramente que la Biblia no es un libro de ciencia, sino que en el caso de la muerte y de otros se está haciendo referencia a una realidad espiritual, se trata de una muerte que separa al ser formado por el Señor Dios del mismo Dios.

2. LA MUERTE DE JESUS
Hablando sobre la muerte de Jesús comencemos por decir que es un acontecimiento sobre el que no sabemos casi nada. Año con año, en la Semana Santa lo conmemoramos litúrgicamente y en la piedad popular, incluso en la lectura de la pasión del domingo y el viernes santo de ramos nos arrodillamos en el momento en que relato llega a la muerte de Jesús. Sin embargo los datos verídicos son muy escasos, aunque no hay investigador serio que niegue la historicidad de Jesús crucificado por los romanos en Jerusalén. La inmensa mayoría de las personas nos movemos en el espacio en que confluyen la fe, la historia y el misterio. Cada nuevo hallazgo arqueológico relacionado con ese momento es analizado a fondo. La tumba misma donde fue sepultado es un misterio, porque la mayoría de los condenados a muerte de cruz, habitualmente, eran dejados ahí para que se pudrisen los cuerpos a la vista de todos. El entierro del cuerpo Jesús y la forma que se hace corresponde a la ley judía, puesto que un cuerpo no podía ser limpiado antes de su sepultura si este había sufrido una muerte violenta (Deuteronomio 21, 22-23), y por ese motivo las mujeres regresan «el primer día de la semana muy de madrugada» (Marcos 1, 35-39).
Arqueológicamente, una inscripción hallada en Caesarea Maritima confirma la existencia de Poncio Pilato como gobernador romano en la época de Tiberio. Una de las pocas certezas que comparten los historiadores es que la muerte de Jesús tuvo lugar durante la Pascua judía, y existe una conexión muy sólida con la pasión de Cristo; por lo cual es muy posible que ocurriese durante ese periodo, aunque incluso los propios Evangelios aportan calendarios ligeramente diferentes sobre los acontecimientos de la última semana de la vida de Jesús. La fecha, probable fue en torno al año 28 de nuestra era; al respecto muchos investigadores proponen la fecha del 14 de Nisán, es decir, el viernes 3 de abril. Aunque hay que decir que ni siquiera los Evangelios se ponen de acuerdo, porque Marcos, Lucas y Mateo hablan de un día y Juan de otro. En su libro sobre Jesús, el Papa emérito Benedicto XVI apoya la fecha aportada por el evangelio según san Juan, lo cual adelantaría un día la condena y la muerte de Jesús.

CONCLUSION
Hoy en breve y claro hemos de decir sobre la muerte de Jesús, que no sabemos nada más allá de lo que cuentan los Evangelios y algunas otras escasas referencias extrabíblicas como las de Tácito y Suetonio, así como la de Flavio Josefo que también habla de la condena de Cristo a la cruz por Pilato, pero la autenticidad del pasaje, conocido como “testimonium Flavianum”, ha sido puesta en duda por numerosos eruditos ya que se sospecha que posteriormente algún devoto cristiano metió mano en la redacción, por lo cual esa fuente queda, de alguna forma, en entredicho.
La muerte humana de Jesús es importante porque al hacerse hombre en todo igual a nosotros, menos en el pecado (Hebreos 4, 15), ha tenido que pasar por la muerte, lo cual sería ineludible al ser humano auténticamente humano, reafirmando las palabras del filósofo Heidegger, que el ser humano no es alguien que muera, sino que en sí mismo es “un ser-para-la-muerte”.
Aún con los pocos datos que tenemos sobre la muerte de Jesús, termino proponiendo una sencilla y elocuente lectura de su muerte desde el amor y la fidelidad. Jesús como Hombre y como Dios pudo haber superado el trance de la muerte (Mateo 26, 53), pero él siendo fiel al proyecto del Padre asumió su misión hasta las últimas consecuencias (Filipenses 2): dando su vida por nosotros, para que nosotros tuviéramos vida plena en él. Y esto urge a un mundo plagado de sufrimiento por la violencia, la impunidad, la enfermedad, ya que Jesús es inmensamente compasivo con los que sufren al asumir la ignominiosa muerte en la cruz. Jesús, como su Padre lo hizo con el pueblo judío esclavo en Egipto, se involucra en la historia humana haciendo de ella historia de salvación: «he visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlo» (Ex 3, 78).
Jesús, como verdadero Dios y verdadero Hombre, bajó y se implicó muriendo para vencer con su muerte la esclavitud a la que nos sometía q la soledad de la muerte y a la frialdad del sepulcro. El amor de Jesús por su Padre y por nosotros es tan grande que ni la misma muerte lo pudo separar de nosotros, ni del plan amoroso de su Padre para devolvernos la vida con Dios, la vida espiritual y plena que perdemos con el pecado, por eso antes de morir nos ha perdonado (Lucas 23, 34).