Lástima que no te crean….

Ser mujer te hace acreedora a una sentencia de la cual no sabes, pero te darás cuenta a medida que creces. Tu entorno te lo hará saber cada día y a cada momento con actos que a veces son muy evidentes, y otras tantas son tan sutiles que ni cuenta te das, solo pensarás que eso “es normal”, sufrir abusos de manera constante y callarlo, aprenderás a desarrollar lo que considerarás como una virtud, tu silencio, y optarás por seguir y sonreír.
Después, te darás cuenta que vives en un país en el que nos matan por ser lo que somos, por ser mujeres. Pero en ocasiones es nuestra culpa, nosotras no lo buscamos, por salir solas a la calle, por usar una falda corta o una blusa ajustada, por querer ser algo más que unas lindas amas de casa, que es totalmente válido para quien lo decide por convicción y no por obligación. También nos matan porque nos quieren, nos quieren tanto, tanto, que terminan por arrebatarnos la vida, vaya manera de querer…
Nosotras buscamos nuestros propios males, nosotras tenemos la culpa de lo que nos pasa ¿Por qué? resulta que ahora queremos trabajar de manera remunerada, queremos ser tomadas en cuenta, queremos opinar y hasta decidir sobre nuestro propio cuerpo. Nosotras ya tenemos un lugar, en realidad tenemos varios, pero haciendo lo mismo, labores de cuidado, manuales, esas donde no te despeinas y te sigues viendo bonita, cual artículo decorativo, pero nuestra especialidad es realizar labores que difícilmente son reconocidas como trabajo, pero sino las hiciéramos nosotras ¿entonces quién?
Esta sigue siendo la realidad de muchas mujeres que no hablan de lo que viven por pena, perdón, me incluyo, no lo hablamos por pena, por miedo, porque probablemente no nos van a creer, pero si nos van a señalar y nos van a juzgar porque seguramente algo habremos hecho, es tu culpa y de nadie más, ¡Para que aprendas!
Si presentas una denuncia, piensa que es México, donde hay Estados con el 99% de los delitos denunciados sin resolver, pero debemos cumplir con este procedimiento que marca la ley, la denuncia, y si nos matan, quedará la evidencia en un ropero, en un buró, tal vez en un folder de que lo intentamos, que les avisamos que estábamos en riesgo, pero como se consideró que no era tan grave, pasó lo que intentamos prevenir.
Que lástima ser mujer así, que lástima que vivas en un país donde la justicia se compra, que lástima que solo te tengas a ti si eres víctima de violencia, que lástima que no tengas el valor de decir; me están acosando, me están violentando. Qué lástima que antes de enfrentar la indiferencia del Estado, enfrentaste la de tu familia.
Qué lástima que muchos de los hombres que tenemos cerca dicen apoyarnos, pero no mueven un dedo, nos siguen viendo de lejos dar una lucha que nos está costando, nos está costando mucho, incluso la vida, y sin duda alguna con ellos como aliados sería más fácil, pero piensan que estamos exagerando.
El 8 de marzo ya fue, debemos esperar otro año para hablar del tema y darnos cuenta que tal vez haya avances, pero que hace falta mucho por hacer, tal vez cuando la situación lo permita, me refiero al tema de la pandemia, ya no nos convoquen a esos desayunos para felicitarnos y creer que con eso nos reconocen el trabajo que hacemos, y al otro día, todo sigue siendo igual, el cambio fue ese, desayunamos algo diferente.
Pero ¿Por qué nos felicitan? Por tener que aguantar tanto, o por lo que nos falta por aguantar. Esto ha comenzado y espero que no se detenga, pero debemos seguir por nosotras, por las generaciones que vienen atrás, por las que hoy son niñas e incluso por aquellas que aún no nacen. Muchas no seremos testigos del cambio, otras seguirán muriendo porque se lo buscan, porque se atrevieron a soñar con un lugar distinto, porque ante abusos cotidianos intentaron denunciar, intentaron pedir ayuda, pero lástima, lástima que no te crean.