“No puedo decir si las mujeres son mejores que los hombres. Sin embargo, si puedo decir sin dudar que no son peor” Golda Meir.

Cuando leía “Rosita y Juanito” era para tener ese aprendizaje de la lectoescritura en tres vertientes: rapidez, comprensión y calidad. Obviamente jamás imaginaba el mundo a futuro y por supuesto con el pasar de los años quedaron en mi mente y corazón aquellas figuras de niños felices; Juanito empuñando, sosteniendo y empujando una carretilla; Rosita, feliz de la vida sentada en el artefacto con una sonrisa a flor de piel, cargando en su regazo tal vez libros y libretas, mientras eran acompañados por un canino pequeño…sí, el mundo era distinto, diferente, nos nutríamos de esa grata compañía a la instrucción de: “…saquen su libro de…” simplemente era emocionante y entonces pululaban como mariposas al viento imágenes de paz, de armonía, de amor, de comprensión, de todo! la única “guerra” declarada con las compañeras era a la hora de formarnos, por estaturas, tomar distancia y en su defecto, en las horas de danza y/o educación física llegar a tocarnos las yemas de los dedos y después correr despavoridos al sanitario a lavarse tal afrenta… vaya, cosas de niños, cosas de otra época, de otros temas y conceptos.
Con el correr del tiempo los sueños y aspiraciones giraban en torno a ellas. El primero que involucró todos en uno fue el apoteósico momento de la niña del 10 perfecto. ¡Ajá! se conjugaba desde entonces, belleza y deporte, audacia y determinación, no importaba lenguaje alguno más allá del deportivo, la comunión que existió desde entonces amén de tener un claro ejemplo de educación era conservar todo tipo de claridad del papel de las mujeres en el universo y la muestra particular recayó en la figura de la siempre gran Nadia Comaneci, de ahí pa´l real la grandeza de la asociación inquebrantable de ellas en el deporte ha sido y será como una carta de presentación, aunque debo reconocer y lo dejo en el tintero para que tu esboces tus mejores argumentos, a veces se desvirtuaron los objetivos y entonces los mecanismos se tergiversaron. Fui de otra generación y valores. Sufrí cuando se les negaba apoyo y respaldo a quienes por sus altos logros habían conseguido becas, estímulos o apoyos que nunca les llegaba a las manos; me sentía energúmeno cuando producto de una victoria, medalla, pódium, o alguna conquista, saltaban como cucharas a la miel quienes se colgaban de dicho momento para no pasar inadvertidos y aprovechar la coyuntura para salir en la foto, porquerías y patrañas, y cuando uno lo decía no había quien jalara más con uno y quedaba en el escritorio y simplemente desaparecía esa acción. Y tan quedaba desapercibida inmediatamente después de tomar las fotos, que en los diarios solo se publicaba una impresión, pero no de la ganadora sola sino la de todos los colados.
Jamás pensaron que los tiempos cambian, la realidad también y cada segundo y minuto cuentan y cuentan mucho. Ya sabes que en materia deportiva incluso un simple tic tac puede ser la diferencia entre ser ganador o vencido. Así ha sido desde que se abrió la posibilidad de que hubiera sana competencia, respeto a los derechos universales y deportivos de las mujeres, el aporte que ellas dan a las celebraciones mundialistas causa un impacto social bastante bueno, basta mirar y recordar como en su mayoría quienes han sido medallistas olímpicos son ellas. ¡Y no! ni me voy a colgar ni cobijar de esta álgida moda de celebrar un día al ser por excelencia porque sin duda, alguna vez o varias les fallé, violenté y generé otros temas.
¡Lo siento! y mucho.
Pero estas letras no tendrían sentido sin que hubiera un cambio sustancial en la manera de acércanos, de cuidarnos, de caminar juntos, de crecer y construir, de soldar y no romper, de cruzar ríos y montañas con un solo objetivo, de avizorar un mejor mañana no solo para ellas sino para todos, que haya esa tan exigente y necesaria equidad, que los costumbristas y conservadores denoten en que la evolución es aquí y ahora, que estamos resquebrajados por mero trámite de sexualidad pero la capacidad de construir y crear es de dimensiones en igualdad. Que los tiempos venideros les representen a nuestros hijos y nietos la asombrosa oportunidad de reintegrar una paz social y deportiva que tanto requerimos y necesitamos.
Lo difícil no es aceptarlo, ni crear la oportunidad porque ésta se construye a diario, tampoco lo es victimizar, matar, vandalizar o desaparecer a alguien, la varita mágica está en la educación y en el deporte y en tres palabras inminentemente oportunas y necesarias en el momento, ni antes ni después, sólo hoy: ¡seamos más humanos!
Pásenla bien!!!