Sudáfrica y el VIH-SIDA, la muerte ignominiosa de la esperanza africana

Cuando en 1994 llegó al poder Nelson Mandela líder del movimiento antisegregacionista sudafricano, conocido como apartheid (impuesto en 1948), los analistas políticos y la opinión pública creímos que el país del también Premio Nobel de la Paz en 1993, habría de convertirse en la esperanza del denominado “continente negro”, una tierra pisoteada desde las primeras grandes civilizaciones principalmente por el ánimo colonialista y la esclavismo como actividad económica.
Bajo este contexto, el gobierno de Mandela comenzó con una gran lucha por delante, la reconciliación e integración entre la mayoría negra y una comunidad blanca inflexible y en ocasiones reticente al cambio que significó un gobierno que eliminó a través de la educación, las políticas públicas, la legislación, así como las expresiones deportivas y culturales, toda clase de discriminación en contra interracial.
Sin embargo, a partir del gobierno de Mandela el país africano ha tenido que lidiar con una problemática lacerante, que combinada con la alta pobreza, marginación y corrupción imperante en el país hasta nuestros días, sigue minando el desarrollo del Estado.
En este orden de ideas, desde hace décadas en Sudáfrica existe un gravísimo problema de salud pública ocasionado por la falta de control en la propagación del VIH-SIDA, un virus y enfermedad de las que si bien es cierto continúan careciendo aún hoy en día de una cura, cierto es también que en otras latitudes del mundo la propagación y el tratamiento de la misma ha sido posible gracias a los fármacos antirretrovirales que permiten alargar la vida y elevar la calidad de vida de los portadores y pacientes, tratamiento que en muchas naciones los sistemas de salud ministran de forma gratuita a la población afectada. No obstante, esto no ha sido posible en Sudáfrica que en 1997 fue declarada por la ONU como emergencia sanitaria por la propagación de la virus, por lo que de acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud y de ONUSIDA, hasta el año 2018 las estadísticas nos muestran que el virus y la enfermedad afectan a casi ocho millones de sudafricanos, es decir, casi un 19% de su población total (ONUSIDA, 2018).
Bajo este tenor, de acuerdo a la ONG Unitaid (Organización de investigación, innovación en la prevención, diagnóstico y tratamiento del VIH-SIDA, la tuberculosis y la malaria), en Sudáfrica el 20% de la población adulta padece SIDA (Unitaid, 2019), es decir, no solamente es portadora del VIH sino que se encuentra en alguna de las etapas avanzadas de la enfermedad, en gran medida porque de acuerdo nuevamente a ONUSIDA, únicamente del 50 al 61% del total de la población afectada tiene acceso a la terapia antiretroviral (ONUSIDA, 2018). Situación que sigue siendo preocupante en virtud de que de acuerdo a Médicos sin fronteras (Organización de acción médico – humanitaria, que asiste a personas amenazadas por conflictos armados, violencia, epidemias, enfermedades olvidadas, desastres naturales y en exclusión de atención médica), cada día en Sudáfrica se infectan alrededor de 1,500 personas (MSF, 2019).
Sin embargo, surge el cuestionamiento: ¿Por qué pese a que nivel internacional han bajado los casos de nuevas infecciones de VIH y muertes por SIDA (a diferencia de los años 80’s y 90’s del pasado siglo XX), en Sudáfrica no ha menguado la problemática?. La respuesta la encontramos en la falta de educación sexual por parte de las autoridades sudafricanas, la continuidad de prácticas de riesgo entre la población, toda vez que de acuerdo a ONUSIDA se estima que alrededor del 57% de las personas dedicadas a la prostitución son portadoras del VIH-SIDA, (ONUSIDA, 2018), así como la falta de acceso a lo último en fármacos especializados en la atención del padecimiento, motivado por un bloqueo exacerbado por parte de las grandes empresas de medicamentos a nivel internacional, que parecieran condenar a muerte a los millones de seropositivos de Sudáfrica, incluyendo niños que en pleno siglo XXI continúan naciendo con el virus.
No obstante, surge un nuevo cuestionamiento ¿Por qué si el combate frontal contra el VIH-SIDA, ha sido parte de los compromisos adquiridos por la comunidad internacional a través de los denominados “Objetivos del Milenio” firmados en el año 2000, así como de los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” firmados en el año 2015, países como Sudáfrica continúan con serios problemas en la proliferación de la epidemia?, la respuesta la encontraremos quizás en una versión actualizada de apartheid producto de la deshumanización impulsada por el poder hegemónico internacional.
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Referencias:
MSF. (03 de abril de 2019). Médicos sin fronteras. Obtenido de https://www.msf.es/conocenos/proyectos/sudafrica
ONUSIDA. (03 de abril de 2018). UNAIDS. Obtenido de http://www.unaids.org/es/regionscountries/countries/southafrica
Unitaid. (03 de abril de 2019). Unitad. Obtenido de https://unitaid.org/#en