EN LA SEGUNDA OLA

La noche de Halloween es la más terrorífica del año, pero nada comparable a como está siendo el 2020. Acabamos de estrenar el mes de noviembre y la situación no parece que esté mejorando. El número de contagios va en aumento y la cifra de muertos no da tregua. Las medidas se están tomando, pero la eficacia de éstas está por ver. Sigo insistiendo en que el sentido común es la mejor arma con la que frenar la propagación del coronavirus. Además, los sanitarios necesitan la ayuda de todos porque llevan mucho tiempo al pie del cañón.
Es cierto que la pandemia nos está marcando de una manera o de otra. No siempre se puede estar animado porque las fuerzas pueden ir flaqueando, pero no hay que dejarse llevar por la agonía, la ansiedad o por esos sentimientos que nos bloquean la esperanza de que cada día que pasa estamos más cerca del final. Un final incierto en el calendario que, sin duda, llegará. De momento, no se pueden hacer planes a largo plazo, quizás hayamos aprendido a valorar el presente. Un presente que pronto será pasado y que nos habrá dejado grandes lecciones. Estamos en el penúltimo mes del año, todos anhelamos dejar atrás el 2020 porque confiamos en el Año Nuevo. Posiblemente seguiremos pendientes de la Covid-19, aunque ojalá hayamos doblegado esta segunda ola. Esos buenos deseos, dependen, en gran parte, de la actitud y el comportamiento individual de los ciudadanos.
Sabemos que la mascarilla, la distancia social y el lavado de manos son clave, pero a veces se nos olvida cumplir con estas tres simples recomendaciones. La mascarilla, por ejemplo, es incómoda, agobia y cualquier justificación es buena para bajársela, aunque para esto hay que escoger un buen momento. Quizás, las terrazas no son el lugar idóneo para prescindir de ella. La hostelería está en el punto de mira y en muchas ciudades ya han tomado las calles para reivindicar su seguridad. Insisto en la responsabilidad individual por el bien común. Llevamos meses luchando contra un virus que arrasó con miles de vidas en su primera ola y, ahora, parece que no hemos aprendido de los errores del pasado. Errores que la clase política ha querido olvidar, porque su interés está claro que va más allá de la salud de todos. El poder es lo que tiene aunque las consecuencias de sus arrogancias las vayamos a pagar los de siempre.
Estamos a tiempo de reaccionar. Vivimos en estado de alarma, un estado de alarma que va más allá de lo que el Gobierno dice porque, en definitiva, el día a día conlleva muchas preocupaciones. No se trata de salvar la Navidad si es lo que pretenden. Se trata de superar una gran crisis que tiene muchos frentes y cuyas consecuencias son ya una realidad. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde así que veremos que nos depara el tiempo. Lo único que tengo claro es que no podemos bajar la guardia y que tenemos que seguir siendo fuertes. De la clase política mejor no hablamos, porque ellos mismos se han retratado, por eso, apostemos por la ciencia y los científicos porque de su mano vendrá la vacuna que marcará un antes y un después. Y eso es lo que verdaderamente necesitamos.