Si observamos con cuidado a nuestro alrededor, ¿qué vemos?

Volteando a mi derecha, encuentro una lámpara que alumbra mi rostro; un poco más lejos hay una ventana, a través de la cual puedo ver a unos niños corriendo jugando a la pelota, disfrutando sus emocionantes vidas. Las caritas de felicidad de estos niños están iluminadas por los intensos rayos del Sol. Allá arriba, muy lejos, en el seno de ese sol que nos alumbra y da calor, los átomos luchan por mantener viva su llama.

Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? ¿Acaso hay un ente misterioso que haga que todo actúe como lo hace? En efecto lo hay: este ente se llama energía.

La energía nos rodea, está en todas partes. Sin embargo, aun siendo tan cercana; aun siendo el motivo de nuestra existencia, para muchos resulta un completo desconocido.

Por definición, la energía es aquella magnitud física por la que los cuerpos tienen la capacidad para transformarse y transformar a otros.

Pero si se observa con más detalle, nos podemos preguntar. ¿Acaso la energía se manifiesta siempre de la misma manera? No. Por tal motivo hay quienes se han dedicado a clasificarla de acuerdo a la forma en que se nos presenta.

La lámpara, para poder enviar sus rayos de luz hasta el resto de mi habitación, está utilizando la energía eléctrica –generada por una corriente eléctrica que viaja a través de los cables o baterías-.

Los niños, que corren siguiendo a aquella pelota lanzada al aire, pueden hacerlo gracias a la energía mecánica. Ésta se define como la suma de la energía cinética y la energía potencial, pero ¿qué son cada una de ellas?

Por un lado, la energía cinética la tienen los cuerpos por el simple hecho de estar en movimiento: en este caso, el movimiento de los niños y el de la pelota está asociado a una energía cinética determinada.

Por otro lado, la energía potencial es la que poseen los cuerpos por el hecho de encontrarse a cierta altura con respecto a la superficie de la tierra, y que les hace contrarrestar a la atracción gravitatoria: la pelota, por el simple hecho de estar a una altura determinada, tiene energía potencial.

También está la energía química, que se manifiesta en los átomos que forman a los niños. ¿De qué manera? Para que los compuestos que los forman –a ellos y al resto de materia existente- puedan enlazarse entre sí, necesitan de una energía determinada. Esa es la llamada energía química.

Si miramos hacia arriba, el Sol que observa a los niños con su impasible rostro en llamas nos sirve para ilustrar los tipos de energía restantes.

La primera se llama energía radiante, y es aquella que posee una radiación electromagnética. Es la que posee la luz, y tiene una característica fundamental: puede propagarse en el vacío. Esa es la razón por la que la luz del Sol llega hasta nosotros tras atravesar la distancia –en espacio vacío- que nos separa de él.

La segunda la sentimos en el calor que, desde él y mediante las ondas electromagnéticas que emite, nos llega, y que es motivo de la existencia de vida en la tierra. Ésta se llama energía térmica, la que está asociada a una diferencia de temperatura entre dos cuerpos y que, por tanto, se manifiesta en forma de calor.

Y, por último, la tercera energía que ya se puede ver claramente en el Sol es la energía nuclear, procedente de las reacciones entre núcleos atómicos. Estas reacciones pueden ser de rotura o unión –en el primer caso fisión nuclear, y en el segundo caso fusión

Vivimos gracias a la energía, nos movemos gracias a la energía, hablamos gracias a ella, al igual que respiramos, nos alimentamos, trabajamos y disfrutamos. La energía es el motor del Universo. Si no existiese, ¿existiría el universo?

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