Reflexiones sobre la trata colombo-venezolana en México
- José Edgar Marín Pérez
- 28 noviembre, 2019
- Columnas
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El 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de Violencia contra la Mujer. Los últimos treinta años han significado el avance de las ideas del feminismo progresista en América Latina, mismo que ha encontrado en las universidades el foro idóneo para la teorización de las perspectivas de género que hoy forman parte del diseño de políticas públicas.
No obstante los avances, aún persisten factores sociales en nuestro continente que impiden acabar con la erradicación de la violencia contra las mujeres. En este sentido, una de las formas violentas más extendidas, menos denunciadas y poco visibilizadas por las autoridades gubernamentales y los propios colectivos sociales (incluyendo los feministas), es la trata.
La prostitución es el comercio sexual a cambio de una contraprestación en dinero o en especie, en México no constituye un delito sino una falta administrativa, aunque el Código Penal Federal y la legislación local en la materia tipifican al Lenocinio como el delito que comete aquel que explota, induce, regentea o administra el comercio sexual del cuerpo de otra persona, con la finalidad de obtener un lucro cualquiera, a este delito también se le conoce como trata de personas.
Los fenómenos socioeconómicos y políticos en el cono sur, principalmente en Venezuela y Colombia, han gestado flujos migratorios de mujeres que en busca de mejores oportunidades de vida son cooptadas por grupos delictivos dedicados a la explotación sexual.
Para el caso colombiano“[…] la pobreza lleva a la mujer a la decisión de entrar a la prostitución. La prostitución, sin embargo, no le ofrece soluciones para sus problemas económicos, llevándola a la siguiente decisión: Ir a prostituirse en el exterior” (Rosenstand, 2010, pág. 246). Por otro lado, muchas venezolanas al encontrarse en situación de pobreza, también han encontrado en la prostitución una alternativa para atenuar sus problemas financieros, aunque existen otros factores que las orillan a esto, como la inflación, el desabasto de alimentos y medicinas, así como la persecución política.
En este sentido, a partir del ingreso de México al Tratado de Libre Comercio comenzaron a surgir en su territorio los table dance, que vinieron a sustituir al cabaret, situación que trajo consigo la proliferación del comercio sexual en la forma de “chicas prepago”, también conocidas como “escorts” “[…] este emergente trabajo sexual en México acabó por generar ciertas externalidades relacionadas con la prostitución, la salud y la seguridad públicas, por un lado; y con la dignidad, el estigma social, la violencia y el tráfico de mujeres, por el otro” (López Villagrán, 2012, pág. 202). Precisamente, con el surgimiento de estas nuevas figuras de prostitución, los proxenetas encontraron en la globalización y particularmente en el internet, los mecanismos para obtener ganancias y crear redes internacionales de reclutamiento sexual.
Bajo este tenor, la información oficial sobre trata de extranjeras en México durante el 2019 es engorrosa. No obstante, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, hasta el mes de abril de este año se tenían contabilizados 89,786 casos de prostitución en población de mujeres de 18 años y más, así como 166,349 casos de secuestro (EVIPE, 2019). Aunque, lamentablemente no se tienen identificados cuántos casos corresponden específicamente a trata de personas y cuántos a víctimas de origen extranjero (Venezuela y Colombia), tomando en consideración que para dicho estudio la prostitución es considerada meramente como una conducta antisocial.
Siguiendo esta óptica “[…] el tráfico de personas va mucho más allá de la noción de migración ilegal, o simplemente, de discusión alrededor de la fragilidad o control de las fronteras entre los países, pues ella no solamente incluye dichas cuestiones, para lo cual se necesita de reflexiones específicas, pues se trata, especialmente, de una violación de los derechos humanos” (Da Silva Oliveira, 2012, pág. 329). En esta tesitura, invito al lector a hacer un ejercicio social: Desde sus dispositivos electrónicos coloquen en el buscador de su preferencia las siguientes frases: “escorts venezolanas” o “escorts colombianas México”. Para ambos casos, rápidamente saltan a la vista múltiples sitios web que promocionan el comercio sexual, surgiendo un apotegma lógico: “Si hay oferta es porque hay mercado, si hay mercado es porque hay demanda”. Arribando con ello al cuestionamiento final: ¿Cuántas de estas mujeres son explotadas en contra de su voluntad?
Twitter: @EdgarMaPe
Referencias:
Da Silva Oliveira, R. (abril-junio de 2012). Las redes de prostitución y tráfico de mujeres en la Frontera Brasil-Venezuela por las Carreteras BR-174 y Troncal 10. (U. d. Zulia, Ed.) Espacio Abierto, 21(2), 325-343.
EVIPE. (2019). Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública. Encuesta, INEGI. https://www.inegi.org.mx/programas/envipe/2019/default.html#Tabulados
López Villagrán, G. (julio-diciembre de 2012). El trabajo sexual del table dance en México. Del performance a la prostitución subrepticia. Iberóforum. Revista de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, VII(14), 195-227.
Rosenstand, E. E. (2010). Los fundamentos de la prostitución colombiana en Aruba. (U. S. Tomás, Ed.) Principia IURIS, 13(13), 235-252.