A mitad de la semana

Dos reflexiones del deporte mexicano

Es bien sabido que el gobierno nunca ha otorgado el apoyo suficiente a los deportistas mexicanos, que si bien en alguna ocasión se tenga la infraestructura y el soporte que cobije a algunos deportistas, es regularmente focalizado a un deporte estrella o en competencias que se encuentren de moda.

En esta ocasión es de todos conocido, que los atletas mexicanos han tenido menos apoyo que en ocasiones anteriores, que han tenido que pedir patrocinio por su cuenta o que han organizado rifas, o sea han tenido que poner a vender algún producto o un servicio con la finalidad de contar con el dinero suficiente tan solo para ir a Francia.

Pues que lamentable es que el gobierno actual con ese estigma de ser el nulo proveedor de apoyo al deporte mexicano, si quiera por vergüenza, no levante la voz para poder felicitar y condecorar a quien ya ha ganado alguna medalla para el deporte mexicano; en cambio se ha tenido el absoluto silencio por parte de las autoridades y se ha dado agenda a la noticia de los capos que han sido detenidos en los últimos días, que de paso hay que decir que en lugar de que se cuelguen la medallita de haber obtenido un logro en favor de la seguridad de México, nuestro presidente se deslinde de las acciones que se han vertido en contra de la mafia mexicana, como si se tratara de una disculpa a los cárteles que se han visto afectados por las acciones en su contra que ha desarrollado la DEA.

La otra idea que hay que reflexionar es que en redes sociales después de la inauguración de los juegos olímpicos de París 2024, se dieron lugar millones de comentarios haciendo crítica tanto a favor como en contra de algunas escenas que se presentaron con motivo de esta conmemoración. En general todas las voces apuntaban a la majestuosidad de la Torre Eiffel, a sus luces y colorido, a la exageradamente buena organización para coordinar cada escenario ante los ojos de miles de espectadores en París y a los millones de espectadores en la televisión. Sin embargo, un acto destacó por los comentarios negativos cuál fue la representación de la Última Cena que pintara Da Vinci, en donde los organizadores quisieron presentar una moderna última cena, con la máxima inclusión, llena de colores, de mujeres, de miembros de la comunidad LGBT, con variedad de color de piel de tamaños y de complexiones.   Incluso un sacerdote de alguna diócesis del norte de México expresó su molestia en la homilía de una de sus misas, expresando con violencia su descontento y con el aplauso de la gente.

De entrada me parece que en esta inauguración de París 2024 se notó que la capital de Francia sigue siendo un referente de cultura cosmopolita, de diversidad, de libertad, de universalidad en todo lo que tenga que ver con expresión artística, lo que lleva a explorar siempre senderos nuevos por los cual es toda la cultura mundial se pueden esgrimir. 

En su momento Leonardo da Vinci fue criticado por haber representado a Jesús y sus discípulos pues nunca antes se habían visualizado de manera conceptual y material ante los ojos de la gente; en su momento fue criticado que se les dibujara de tez blanca pues se trataba de personas con rasgos árabes de piel morena; se le criticó que fuera en una mesa cuando era bien sabido que en la época en la que debieron ocurrir los eventos de Cristo, la gente conviene el piso sin lujo y sin pompa; se le criticó el paisaje que se observa al fondo de su pintura pues no cuadraba con los lugares desérticos que relata la Biblia; e incluso se le criticó que no señalara a Judas de una manera despectiva y por haber traicionado la confianza de Jesús. Muy a pesar de todo lo anterior La Última Cena es una pintura icónica que ha rebasado todos los conceptos culturales que se le han impuesto y es ahora el principio incluso de dogmas religiosos.

Hoy París nos confirma que pueden generar nuevos referentes y levantar ámpula a todos aquellos que piensan que el concepto de cultura o de religión se encuentran escritos en piedra, pues lo verdaderamente criticable en nuestros tiempos de la pintura de La Última Cena es justamente la falta de inclusión y de diversidad. Sin duda lograron en estos juegos olímpicos se referentes de la cultura popular y de reorganizar los senderos del arte.

Se le olvida a toda la gente que Dios es un concepto intangible y que cada quien lo acomoda a su conveniencia, algunos se casaron con el concepto de Leonardo da Vinci pero ese fue en su momento la representación de un concepto intangible es decir, si se enojan por la diversidad representada en la inauguración es porque su mente es tan pequeña que prefieren quedarse anacoréticamente en un bastidor de 4.60 m por 8.80 m, sin mirar más allá.