EL VALLE DEPORTIVO

Por: Pedro Eric Fuentes López

 

En vida hermano, en vida…

 

Si quieres hacer feliz a alguien que quieras mucho…díselo hoy, sé muy bueno en vida, hermano, en vida… Ana María Rabatté.

Hoy déjenme que no escriba de mi pasión. Necesito hacer esta catarsis, porque con lo acumulado hasta este día, a veces no sé si explotaré o simplemente soportaré un poco más, aunque, a decir verdad, tantas situaciones, cosas y juzgamientos -de quiénes menos te esperas- calan hondo y son como un latigazo directo al corazón. Total, se junta todo y tus cercanos ni cuentan se dan, o lo hacen con tanto tino que el dardo da en el blanco, pero ya me cansé, no soy un costal de arena ni de papas, está bien que aguante como los “grandes” pero hay un día en que ya no abriré los ojos, tal como mi mentor de vida y de quién dicen dos cosas: 1.- Con justa razón, jamás lo superaré. Pero no busqué, ni busco hacerlo, cada quien su momento y su razón de ser. 2.- eso de que repito conductas y patrones establecidos y que manchan y estrujan atrozmente, no es así, más bien, los espejos están en otros lados…

Y va de nuez. 25 años sin ti y desde entonces nada volvió a ser igual, es más, creo que hay situaciones que empeoraron y otras que cambiaron de rumbo, incluidas personas, pero vaya, al final todo es un aprendizaje diario, porque hoy en día cuando soy cuestionable, sumergido en una profunda y diaria critica, con duro grado de juzgamiento y una sentencia de esas imperdonables, y con el desdén de quienes crees que están contigo, vuelven a mí para erizarme toda la piel y activar las entrañas acelerando la mente para no caer en las garras tentadoras del destierro por propia mano, pero a veces es insostenible la guerra que se produce en el interior, pero de pronto como por arte de magia recuerdo cada instante que pasaste -al menos- a mi lado y me diste el mejor ejemplo de superación: no claudicar a pesar de tanto dolor, distancia, hipocresía, desamor, frialdad, deslealtad y otras, que a pesar de todo han sembrado un sólido piso por donde tránsito, que dicho sea de paso, a pesar de que en ocasiones quema, el techo es tan elevado que mejora aún con el corazón corrugado y los demonios desatados en mi cabeza. Sigo en pie y esa es la mejor versión de ti en mí. Las críticas y señalamientos si bien es cierto me tambalean no son ni han sido y mucho menos serán suficientes para derrumbarme, pero lo que, si duele y mucho, es que la sangre también duele…

Y quizás dirás: a este ¿qué le picó? Nada, simplemente en muchas ocasiones uno esconde emociones y sentimientos a flor de piel que van retumbando a cada instante; en otras tantas el valor de no olvidar nada y ejercer un mecanismo de activación para que no llegué el momento en que difícilmente pueda recordarlos, además, lo único que permea son las acciones, después, el precio que le coloca cada quien es la justa medida de la vara que señala, por eso y más, a pesar de mi ratota en la cabeza, pues no dejo de ser uno más que siente y piensa -aunque no lo creas, jajajaja- de qué es difícil vaya que lo es, máxime si el cúmulo es una gran loza con la que tienes que recorrer el mundo, pero no me abro, con todo y temores -que si los tengo- encaro lo que venga, porque entre otras cosas eso me enseñó mi padre, por ejemplo, hubo tan sólo una vez que lo vi llorar, sus lágrimas triscaban con su ceño fruncido,  bajaban por su rostro adusto pero sin perder el instante. Las secó con sus manos, como arrojándolas al olvido, entonces yo era muy pequeño y no sabía nada, ni siquiera los porqués ni los para qué, sin embargo, desde entonces mi corazón se aceleraba de una manera especial, rara, diferente, con una conjugación de emociones elevadas. Obvio, todo se transformó en dureza y rudeza innecesaria cuando ya adulto -yo- sufrí su despedida eterna. Aquel día confirmó que todo lo que sea conexión comienza en el corazón. Qué ironía de la vida, el de mi padre explotó, ¡ajá! Se le partió en dos de forma fulminante, y yo, en el mío, lo supe inmediatamente porque sentí como se iba, en ese febrero de 1998.

Su y la enseñanza han sido y será perenne, caminar a menudo ha sido difícil, ni que se diga de correr o volar, pero con categoría de intentar hacer lo mejor que toca; la distancia ha sido factor para sentir cercanía, pero la necesidad de ese beso en la mejilla, el super mega apretón de manos, y el abrazo fuerte, cálido y hermoso, me hace seguir suspirando por mejorar con los míos. Y pensar que hay gente que se cobra -de todo tipo eh, pero principalmente moneda- a lo chino y disfruta con el lamento ajeno. En fin, 25 años y contando…

Gracias!!