La Unión Europea y sus frentes de batalla en el futuro próximo

La Unión Europea (UE) se enfrenta en los próximos meses a un escenario económico extraordinariamente complejo. A los problemas derivados de la inflación y de las subidas de tipos de interés, que aumentan la probabilidad de una recesión, se suman las tensiones sobre el suministro energético por la invasión rusa de Ucrania, pulsiones de renacionalización y un creciente protagonismo político de la extrema derecha en varios países. Todo ello dificulta la acción conjunta europea en un momento en el que la unidad es imprescindible.
La UE, por el momento, ha mostrado ciertos rasgos de unidad: ha mantenido un frente común ante la invasión de Ucrania (sanciones a Rusia, apoyo económico y militar y coordinación con EEUU y la OTAN), ha dejado en suspenso las reglas fiscales hasta finales de 2023 para poder apoyar a sus ciudadanos más vulnerables ante la inflación, ha seguido ejecutando los fondos de los planes de recuperación, e incluso se está replanteando su normativa energética. Sin embargo, y al mismo tiempo, ve cómo se van acentuando las divisiones internas y los riesgos externos.
Divisiones internas
La primera de las divisiones internas tiene que ver con la estrategia frente a la amenaza de Rusia, que oscila entre los países “duros” partidarios del retorno al statu quo ante como única solución aceptable (entre los que se encuentran los países del este, España o el Reino Unido) y los “flexibles” que preferirían un acuerdo lo antes posible, aunque supusiera concesiones por parte de Ucrania (que incluyen, con matizaciones, a Alemania, Francia o Italia).
En segundo lugar, se va acentuando una división norte/sur en materia de sostenibilidad fiscal, vinculada a la necesidad de retomar el debate sobre las reglas fiscales y a la resurrección del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, así como al camino que debe tomar la política monetaria.
En tercer lugar, hay una división en materia de energía y cambio climático, con discrepancias sobre el alcance y contenido de la reforma energética y sobre la posibilidad de retrasar la transición energética para asegurar un suministro adecuado y contribuir a una bajada de los precios.
En cuarto lugar, existen divisiones políticas esenciales en el seno del Consejo ante el creciente peso del populismo de extrema derecha, tanto en los parlamentos como en los gobiernos (en algún caso, como en el de Italia, liderándolo). Aunque ninguno de estos partidos plantea una salida del euro o de la UE (como en otros tiempos), todos pretenden reducir la velocidad y profundidad de la integración y recuperar soberanía nacional.
La quinta y última división tiene que ver con las discrepancias sobre el futuro de Ucrania en el marco de la UE, no sólo respecto a la ayuda militar y económica (de la que ya hemos hablado), sino de la posibilidad de concederle el estatus de Estado miembro, lo que plantea dudas no sólo por su tamaño, nivel de renta y situación de reformas esenciales, sino también en términos de agravio comparativo con otros países candidatos a la adhesión. Aunque la ampliación de la UE, sobre todo en lo que respecta a los Balcanes, era ya una fuente de división entre Estados miembros, cada vez parece más claro que la invasión rusa de Ucrania va a reconfigurar en muchos aspectos la naturaleza de la UE.
Riesgos externos
Por otro lado, a la UE también se le acumulan los riesgos externos, tanto políticos como económicos y financieros.
En primer lugar, la vulnerabilidad económica del Reino Unido, que, pese al regocijo de algunos, no deja de ser un factor preocupante de inestabilidad económica y financiera para el continente. El nuevo gobierno de Rishi Sunak deberá centrarse en recuperar la confianza de los mercados, y para ello es importante no sólo que practique una política fiscal prudente, sino que evite riesgos adicionales derivados del enfrentamiento con la UE en el contexto del Brexit.
En segundo lugar, el débil crecimiento de China, unido a la preocupante ocultación de datos estadísticos (con el aplazamiento sin fecha de los datos de balanza comercial y de PIB en el contexto del 20º Congreso del Partido Comunista), lo que hace presagiar malas noticias.
En relación precisamente con Estados Unidos, y en tercer lugar, su inflación continuada (un 8,2% interanual en septiembre, algo más de lo esperado por la Reserva Federal) anticipa nuevas subidas de tipos de interés que multiplican la probabilidad de una recesión, impulsan nuevas apreciaciones del dólar que tensionan las finanzas de los países emergentes y dificultan la lucha contra la inflación en Europa (vía encarecimiento nominal del precio del petróleo y materias primas –aunque la depreciación del euro promueva las exportaciones). Con un ciclo económico europeo mucho más retrasado que el estadounidense (con niveles de gasto inferiores a los de prepandemia en muchos casos) y una dependencia energética mucho mayor, es lógico que el euro sea mucho peor refugio que el dólar para los mercados internacionales y para los países del llamado Sur Global.
La UE ha conseguido una cierta estabilidad en las últimas crisis, incluyendo el Brexit y crisis del COVID-19. Sin embargo, la invasión de Ucrania está exacerbando las tensiones internas, a medida que la inflación y las restricciones energéticas comienzan a pasar factura a la economía y a la ciudadanía.
Twitter: @EdgarMaPe