Hipocresía colectiva

11 mil 500 kilómetros cuadrados aproximadamente, casi 10 veces el Estado de Oaxaca para dimensionar, un territorio relativamente pequeño pero suficiente para albergar los peores abusos y violaciones a los derechos humanos, particularmente hacia las mujeres y la clase trabajadora que en su mayoría son migrantes. Esto, a la vista de todos, me refiero a Qatar, el lugar donde el mundo tiene puestas las miradas desde el pasado domingo 20 de noviembre que dio comienzo el mundial de fútbol, y que una vez que el balón rodó, e incluso desde antes, a pocos les importa pensar en las condiciones en las que vive parte de su población y las vidas que costó para que Qatar contara con la infraestructura requerida para tan “magno evento”.
Desde que la Federación Internacional de Fútbol Asociación, universalmente conocida como FIFA, concedió el Mundial al país árabe en 2010, no han parado de salir a la luz vulneraciones de derechos como la libertad de expresión o abusos laborales. Según el periódico británico “The Guardian”, la cifra podría ascender a 6 mil quinientos trabajadores muertos desde 2010, cuando Qatar fue elegido sede del Mundial 2022, pero la máxima autoridad de la disciplina a nivel mundial no fue capaz de emitir algún pronunciamiento al respecto, pero como hacerlo si más allá de un deporte, el fútbol es un gran negocio y la venta de sedes mundialistas deja ganancias millonarias que incluyen un silencio hacia estos abusos que, no es la primera vez que suceden, anteriormente se han denunciado violaciones de derechos humanos en la celebración de otros mundiales como Sudáfrica en 2010, cuando iban a desalojar a personas para poder construir estadios nuevos, hasta Rusia en 2018, y no parece haber indicios de que las cosas cambien.
Más de 10 años había de distancia para el mundial que hoy se está realizando, y a nada de dar comienzo con la fiesta mundialista, algunos, muy pocos, comenzaron a cuestionar ¿Por qué Qatar? ¿Por qué un país donde las mujeres tienen un papel secundario? ¿Por qué un país que emplea un sistema llamado “kafala” o “patrocinio” ?, que no es más que una forma de esclavitud moderna, pues es un sistema que define la relación jurídica entre los trabajadores extranjeros y sus empleadores que permite que las empresas “patrocinen permisos” (se apoderen de la vida de las y los trabajadores) para emplear a gente de los países más pobres del mundo como India, Egipto, Pakistán, Filipinas y Bangladesh.
Los migrantes buscan trabajo en Qatar para huir de la pobreza, pero, para conseguir empleo deben pagar elevadas comisiones a contratistas, una vez que son contratados, son explotados y algunos son objeto de trabajo forzado, incluso hay testimonios de personas que llevan más de un año sin que les paguen y son quienes participaron en la construcción de la infraestructura pensada exclusivamente para el mundial como: el aeropuerto, el metro, los hoteles de lujo y los estadios; que dicho sea de paso, llegaron a requerir cerca de 8 mil obreros que trabajaron día y noche durante cuatro años.
En el caso de las mujeres las cosas no son muy distintas, al entrevistar a un pequeño grupo dedicadas a realizar “trabajos de belleza” relacionados con el cuidado de las manos y pies, que llegaron a Qatar bajo el mismo esquema de contratación, es decir, “agencias de patrocinio”, a tres años de haber comenzado a trabajar, no han tenido un día completo de descanso, lo más que se les ha permitido es un par de horas, esto, documentado por parte de la agencia de noticias “France 24”.
Ante este escenario, algunos migrantes quieren regresar a su país, pero no pueden, pues el contratista tiene su pasaporte, o bien, cambiar de agencia (algo así como cambiar de dueño), pero como el contratista debe autorizar el cambio, están totalmente imposibilitados, si esto no es una forma de esclavitud, ¿Entonces qué es?
Como si no fuera suficiente, las condiciones en las que viven los trabajadores dedicados a la construcción, son totalmente insalubres y en hacinamiento. El tema de la comida no está garantizado como se les hace creer al momento de contratarlos y tampoco cuentan con un espacio para cocinar. La organización “Amnistía Internacional”, comparte haber visto a hombres durmiendo en literas de habitaciones para ocho o más personas. Los agentes de contratación resultan nefastos, pues realizan falsas promesas respecto al salario que recibirán los trabajadores y la clase de empleo ofertado. Los 300 dólares al mes que a un hombre de Nepal le habían prometido que iba a cobrar, resultaron ser sólo 190 una vez que empezó a trabajar.
En lo que respecta a las mujeres, las leyes cataríes las continúan castigando al igual que al colectivo LGBT. Las primeras siguen estando discriminadas en la ley y en la práctica, ya que sufren un sistema de “tutela masculina”. En cuanto a los segundos, en el Código Penal se sigue tipificando las relaciones homosexuales como un delito condenable con hasta siete años de prisión, a pesar de que en la Carta de las Naciones Unidas se especifica que hay que derogar estas leyes.
Según un listado elaborado en 2022 por “Global Finance”, Qatar es el cuarto país más rico del mundo, producto de la extracción y exportación de petróleo y del gas natural, lo cual resulta suficiente para atraer a migrantes que ven en este país la posibilidad de obtener más dinero del que ganarían en su país. Como dato adicional, los migrantes representan casi el 90% de los 2,7 millones de habitantes de Qatar, donde el sueño de prosperidad, termina convirtiéndose en una verdadera pesadilla.
Hablar de esto no es precisamente lo que inunda las redes sociales o se convertirá en tendencia, y mucho menos será el tema central en las mesas de discusión y programas dedicados a la cobertura del mundial. Los medios de comunicación y los grandes empresarios dueños de los mismos, dejan al descubierto su falta de ética profesional y responsabilidad social para informar veraz y objetivamente a las audiencias.
Lo anterior debería ser un verdadero escándalo, pero no, saben que no lo es ni lo será, como si lo fue el enterarse que no se vendería cerveza en los estadios. Qué hacer con una sociedad a la cual le preocupa más el tema de la venta de bebidas alcohólicas y no las condiciones de marginación de las mujeres, así como la explotación y pérdida de vidas humanas que se generan en Qatar desde antes de los preparativos del mundial.
Esto que vivimos hoy, es el ejemplo fehaciente de una falta de solidaridad, de empatía, de humanismo y de conciencia social. Si se preguntan por qué el mundo está cómo está, una pista puede ser la indiferencia social.
Los derechos humanos son tan universales como el futbol, pero me da la impresión que no generan el mismo interés como si lo hace el hablar del pobre desempeño que normalmente tiene nuestra selección. Los gritos de gol, jamás podrán ser tan fuertes para silenciar los gritos de dolor que se viven en un país con infraestructura moderna y edificios inmensos que esconden una forma de esclavitud que se niegan a reconocer, pero adelante, que la pelota ruede, pues a nivel mundial somos especialistas en hacer que no pasa nada, que siga el mundial, a esperar que México llegue al quinto partido y a divertirse, porque esto, apenas comienza.