La Iglesia, ¿el nuevo enemigo de AMLO?

Para Andrés Manuel López Obrador no hay enemigo tan chico que no valga un poco de su atención, ni tan grande como para no hacerle lío. AMLO ha dedicado todo su periodo de campaña haciendo dualidades y, lo que lleva de su gobierno generando contrincantes, a los que él llama adversarios.
A saber: en un principio fue el gobierno intervencionista de EE. UU., después los conservadores, los gobiernos neoliberales, los gobiernos pasados (Calderón, nunca Peña), los periodistas, la infodemia, los ricos, los empresarios; después los aspiracionistas, la clase media, los profesionistas, el Congreso Europeo; ya más cercano el Gobierno de España, el Banco de México, el INE, la transparencia, el feminismo, los migrantes, la UNAM y ahora, desdeña los comentarios del ministerio católico.
“Zoon politikon” versa una de las máximas de Aristóteles, aludiendo a que todos por el hecho de ser humanos, nos debemos a la sociedad y eso nos vuelve políticos por naturaleza, sin embargo desde hace muchos años, el artículo 130 de la Constitución Mexicana establece esa separación de Iglesia-Estado, argumentada por los hermanos Lerdo de Tejada y establecida por Benito Juárez, en la cual los ministros de culto religioso no pueden hacer actos proselitistas, ni ser votados (en esencia) esto en la inteligencia de que la religión es tan personal que en lugar de que la preferencia electoral sea movida por la creencia de Dios tan arraigada, sea mejor alentada por las propuestas y logros de los candidatos. Cierto es que no hemos llegado a esa meta de votar por el mejor candidato y sobre todo, de hacer un buen sistema de partidos para que nos ofrezcan buenos candidatos, si a penas vamos transitando a la democracia.
No obstante, la iglesia en México y en particular, cada ministro de culto, pueden ejercer derechos ciudadanos como el ir a votar o incluso hablar del gobierno, mientras no se cruce la delgada línea del proselitismo.
Ahora Andrés Manuel, en este gobierno de cuarta transformación, no ha podido revertir el proceso de descomposición social que resulta en homicidios, extorciones y robos nunca nates visto en los seguimientos delincuenciales. Lo peor para su gobierno debería ser que cada fin de semana es el más violento de la historia de nuestro país, pero no, políticamente es más complicado lo que ha sucedido hace unos días: la muerte de dos sacerdotes católicos en manos del crimen organizado.
Para empeorar el escenario de AMLO, uno de ellos era intercambio parroquial desde el Vaticano y provocó que el Papa Francisco se refiriera a los niveles de crimen tan atroces que vive México. Aunado a ello, ya se pronunció el Episcopado de México y expuso al público que ya no se aguantan los abrazos con tantos balazos, a lo que torpemente AMLO respondió que la estrategia que sigue su gobierno no está mal y va a seguir así, dejando una duda en la opinión pública: o se realiza una afrenta al crimen como en el sexenio de Calderón o seguimos así. Esto lo presenta como un claroscuro, blanco o negro, de manera muy miope, como si no hubiera miles de proyectos, estudios, análisis y reflexiones sobre múltiples estrategias probadas y comprobadas en favor de la pacificación y la disminución de crímenes.
Sobre todo vale la pena el análisis de la estrategia cuando no tienes estrategia. En múltiples ocasiones el presidente ha establecido que no es tan difícil gobernar, que no hay que estudiarle mucho, que no hay mucha ciencia; a la vez que dice que la estrategia se resume en “abrazos, no balazos”, sin expresar más, sin agregar explicación, sin que se vean resultados, sólo se repite este adagio mil veces esperando se haga realidad.
Lamentable que hoy, se afecte a un sector importantísimo en nuestra sociedad. La institución católica es un sector organizado y que de no atender, podría ser una gran piedra de todas las que viene cargando Andrés Manuel, para esta recta final de su gobierno.