¿Polexit?, el nuevo dolor de cabeza de la Unión Europea

La semana pasada, un nuevo conflicto jurisdiccional volvió a tambalear a una Unión Europea (U. E.), que aún continúa reponiéndose de la salida del Reino Unido de dicha comunidad integracionista, ahora tocó el turno a Polonia, luego de que su tribunal constitucional resolvió que algunos tratados de la U. E. y decisiones judiciales emitidos por tribunales del bloque vulneran gravemente la constitución polaca, como respuesta al falló emitido el pasado mes de marzo por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, en donde se determinó que la Unión puede forzar a los países miembros a desobedecer disposiciones de las leyes ordinarias estatales, incluyendo las de carácter constitucional de cada Estado – nación, bajo el argumento de que los intereses europeístas deben prevalecer en caso de disputas.
Este falló encendió rápidamente la mecha política, gestando que los grupos nacionalistas polacos se pronunciaran por una ruptura con el bloque, lo que revivió la fragilidad integracionista, empezando a denominarla mediáticamente como “Polexit”, mientras que los grupos en pro de la globalización económica, social y cultural, trataron de ganarse el perdón de Europa, bajo el argumento de que dicho fallo constitucional sólo queda en el ámbito de la salvaguarda de intereses privados frente a jurisdicciones europeas ajenas a Polonia, lo que en el ámbito jurídico pareció un galimatías legaloide para tratar de apaciguar los reclamos de Bruselas (sede de la U. E.), los cuales no se hicieron esperar.
En este orden de ideas, Polonia ha tratado de desviar la atención ocasionando con ello el inicio de un conflicto entre legislativo y judicial, mismo que deja al poder ejecutivo sumamente menguado tratando de adoptar una postura de concordia, pacificación y lealtad a los intereses de una Europa, que en los hechos pareciera haberle dado la espalda desde hace mucho a la frágil Polonia.
Haciendo un poco de historia, resulta pertinente recordar que precisamente uno de los países más golpeados durante la Segunda Guerra Mundial fue Polonia, una nación que en esos años vio menguada su población judía por el exterminio que supuso el holocausto, posteriormente y con la llegada de la guerra fría, Polonia se convierte en una de las naciones miembros del extinto Pacto Varsovia, con un gobierno socialista ampliamente vigilado por su entonces vecina la también desaparecida Unión Soviética, pero fue hasta los años ochenta en donde a través del apoyo que recibió del Vaticano, particularmente del papa Juan Pablo II, el sindicado Solidaridad encabezado por Lech Walesa, encabezó un movimiento que culminó con la conquista del poder público en 1989, convirtiéndose a partir de entonces en un gobierno anticomunista, impulsando la llegada en 1990 de Walesa a la presidencia del país de Europa oriental.
A partir de entonces, Polonia se convierte en una república parlamentaria, ingresando a la Unión Europea el 1° de mayo de 2004, como una aspiración para tratar de impedir el regreso de un gobierno de izquierda radical al poder y bajo los deseos de progreso que a finales del siglo XX e inicios del XXI, suponían para los países de Europa una gran oportunidad formando parte de la membresía de la Unión.
Sin embargo, en los hechos la pertenencia a la Unión Europea, no trajo consigo el permitirle el ingreso a las bonanzas de la Comunidad Económica Europea (que no son lo mismo), ya que esa Eurozona, que como su nombre lo indica, tiene el euro por moneda, busca que sus miembros sean países con economías más o menos similares en crecimiento, solidez y con influencia en cuanto a los mercados internacionales, de lo contrario son consideradas economías secundarias o emergentes (por no decir irrelevantes), para muestra está que a la fecha Polonia continúa utilizando al “zloty” como su moneda oficial. No obstante, como sucede en otros países europeos como República Checa, Noruega o Suecia, el euro también es aceptado como moneda, causando a la fecha problemas constantes en cuanto a la paridad comercial entre una y otra.
De lo anterior, puede afirmarse que tal pareciera que para Bruselas resulta conveniente el acotamiento de Polonia en los organismos internacionales de la región, conformándose con comisiones “secundarias” en la Comisión Europea, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo, así como el referido Tribunal de Justicia de la Unión Europea, por citar algunos, lo que le da a Polonia el carácter de “patito feo”, frente a la hegemonía de naciones dominantes de la geografía del continente viejo como Alemania o Francia, que se han encargado de avasallar por completo a Polonia, nación que con la resolución judicial de la semana pasada, que defiende su marco constitucional soberano, trata de poner un alto a décadas de humillaciones y menosprecio por parte de sus pares europeos.
Twitter: @EdgarMaPe