SIN TON NI SON

Continuando con las sorprendentes características del agua, de las cuales algunas he mencionado con anterioridad, esta vez quiero abordar el tema de un sólido muy ligero. El agua, con frecuencia parece obedecer a un conjunto de leyes naturales, se comporta de la manera más extravagante cuando se convierte en hielo. Por un lado, a diferencia de la mayoría de los compuestos, es más ligera en esta forma sólida que en su estado líquido. Como resultado, flota cuando se congela. Si esto no ocurriera y el hielo fuera más pesado que el agua, se iría al fondo, donde los rayos del sol no podrían derretirlo, y se congelarían los océanos, ríos y lagos.
Pero incluso al cambiar del estado líquido al sólido, el agua se comporta contra todo lo que cabría esperar. Al principio sigue la norma universal que rige el enfriamiento: se contrae y gana en peso y densidad. Pero una vez que su temperatura baja de los 4°C, empieza repentinamente a dilatarse y se hace menos densa y más ligera. La causa de este extraño cambio radica en los enlaces de hidrógeno que unen a las moléculas de agua. Al enfriarse, las moléculas disminuyen la rapidez de su movimiento y comienzan a agruparse. A los 0°C, los enlaces las obligan a detenerse y las separan unas de otras, formando los ligeros cristales de hielo.
Por el lado contrario este compuesto tarda mucho en hervir. Muchos jefes de familia han visto reventar las tuberías de su casa debido a una baja repentina de la temperatura, con esto no necesitan mayores pruebas de que el agua, al revés de casi todos los líquidos, deja escapar una tremenda energía al congelarse. A la inversa, tiene que absorber una gran cantidad de energía (en forma de calor) antes de que su temperatura suba siquiera un poco. Un recipiente de hierro usado para hervir agua estará ardiendo mucho antes de que se entibie el agua que contiene. En esta forma, las grandes extensiones de agua y la humedad de la atmósfera pueden regular las temperaturas extremas, absorbiendo calor en los días calurosos e irradiándolo en los días fríos. Cuando hay poca agua natural, como en el desierto, las temperaturas pueden variar desde los 60 abrasadores grados centígrados hasta muy por debajo de la congelación por la noche.
Antes de elevar la temperatura de cualquier sustancia, es necesario poner en vigoroso movimiento las moléculas que la forman. Pero tratándose de las moléculas de agua, primero hay que aflojar los enlaces de hidrógeno que las unen tan firmemente, y esto requiere considerables cantidades de calor. Si los enlaces de hidrógeno no opusieran la tenaz resistencia, el agua herviría a temperaturas inferiores a las que reinan en el polo norte, y toda el agua del mundo se evaporaría de inmediato.
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