SIN TON NI SON

En la ocasión anterior hablé acerca del “Ensayo sobre la ceguera de José Saramago” y en esta entrega me voy a referir al “Ensayo sobre la lucidez”, del mismo autor. Esta novela no sabemos por qué caminos nos va a conducir, pero lo primero que salta a la vista es la distintiva forma de escritura; la estructura es muy peculiar, no diferencia los diálogos de las descripciones. Según el propio autor, esto hace que sea el lector quién ponga música al texto; es él quien ha de escuchar las voces de los personajes, igual que lo hace el escritor cuando concibe la novela.
Al inicio, se trata de un día de votaciones en la capital de algún país, pero casi nadie aparece en las urnas, los miembros de la casilla se inquietan y llaman por teléfono a sus familiares para que acudan a votar. Y sí, llegan los ciudadanos las urnas, pero a cuentagotas. Sin embargo, a las cuatro en punto de la tarde, de repente, todos los ciudadanos salen de sus casas y van a su respectiva casilla formando grandes filas para poder votar. Después de que votaron los últimos ciudadanos, alrededor de la media noche, se realizó el conteo y la sorpresa fue muy grande ya que más del 75% de los votos fueron un “voto en blanco”. La preocupación del gobierno fue más allá de una simple abnegación, tal vez sería mejor repetir las elecciones y esperar que el pueblo votase ordinariamente por sus partidos. Así que la elección se repitió una semana después y el resultado fue el mismo. Entonces el gobierno en turno, empezó a sospechar de un complot, de un enemigo que deseaba acabar con la democracia, de tal manera que desplegó, como una marea de hormigas, repitan éstas. No quiere ello decir, que en la primera votación, los agentes no hayan sido desplegados, sólo agentes para buscar los sospechosos de las resultas de la votación, no vaya a ser que la democracia colapse. Es menester a los sospechosos encontrarlos. Acaso el pueblo esté demasiado lúcido y, sin ponerse de acuerdo unos con otros, ha llegado a la conclusión de que lo mejor es no votar para tener un mejor gobierno. A lo largo de esta novela nos estamos preguntando si esta es la lucidez que se ha apoderado de la población, sin embargo, nos damos cuenta que en la obra se suceden los despropósitos. El autor plantea un mundo al revés. El voto en blanco, en lugar de hacer reflexionar a los gobernantes, desata su ira. El gobierno, en lugar de velar por la seguridad de los ciudadanos, se convierte en su enemigo. Los ciudadanos inocentes, en lugar de ser protegidos por la cúpula del poder, son atacados por ella. Los ministros, en lugar de procurar la armonía y el buen funcionamiento de la sociedad, usan métodos terroristas… Pero, a pesar de las continuas tropelías, no llega el tan anunciado caos; la realidad se resiste a las continuas manipulaciones. El autor se vale de la ironía, la metáfora y de un fino humor para abrirnos los ojos, para devolvernos la visión, para que recuperemos la razón y la lucidez.
Al final de la novela, el autor liga esta obra con la anterior, la de la ceguera, donde el gobierno encuentra a quién echarle la culpa del voto en blanco, pero sin llegar a una conclusión, sino que nos deja el tema abierto para la reflexión.
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