EL VALLE DEPORTIVO

“El peligro está allí…donde está el cuerpo…” Álvaro Mutis
Cuando pequeño, acudimos un montón de escuincles y docentes al estadio universitario Alberto “Chivo” Córdova para las tradicionales tablas monumentales cromáticas; íbamos cierto, más a fuerzas que de ganas, pero con emoción, con las ganas de hacer “ruido”, divertirnos, cantar, bailar, comernos el lunch, sí ese que llevabas en la bolsa de pan con un nudo que hacía la jefa como para que nunca lo abrieras o al menos emplearas los dientes y que contenía un par de sándwiches: uno de jamón a veces con queso y el otro de mermelada, y si la jornada iba a ser larga te incluía un huevo duro, una naranjada o jumex o boing, y de pilón, solo a veces, un tin-larin. Aquella escena que se traducía en una irrepetible excursión era sinónimo de libertad, de paz, de algarabía; a final de cuentas entendías que por momentos y de acuerdo con nuestros monitores que se situaban frente a los grupos, levantábamos las cartulinas de colores, los botes llenos de piedras y/o arena; nos tapábamos los rayos del sol con una gorra y en el mejor de los casos con tu mismo sweater. Lo grave del asunto es cuando querías ir al baño que en aquellos mozos años veías hasta el infinito y que quien sabe si alcanzabas a llegar, amén de que recorrer las gradas de cemento no te daba mucho por las canillitas (en mi caso) y entonces acudías a tu velocidad de Speedy González para que, decías: yupi yupi arre arre y dándote uno que otro manotazo en la pompa acelerabas el paso y llegar lo más pronto posible a tu misión de descanso. El regreso era lo de menos, ibas más ligero, el viento soplaba tan rico que mecía tus cabellos y acariciaba tus mejillas y entonces llegabas calmo a tu sitio, tomabas parte de la actividad y solo esperabas el momento de volver a la escuela. Tiempos, escenarios, momentos y delicias permanentes. Abre tu cajón y verás eso y más, o como hoy en día que circula por doquier: antes éramos felices y no lo sabíamos… Claro que lo sabíamos, lo sabemos y tenemos la obligación de saberlo para transmitirlo y retransmitirlo, pero con conciencia y con la suficiente capacidad de raciocinio. Me explico.
Es altamente increíble ser testigo por medio de la televisión y los periódicos, de cómo por un impulso, un gusto, un fanatismo y lo que llamo una exagerada necedad, acuda la gente a los estadios valiéndoles absolutamente madres las medidas sanitarias, con el cubre bocas de gargantilla (en el mejor de los casos) sin distancia, quien sabe si con gel antibacterial y mucho menos si se lavaban las manos, pero al final de cuentas en las gradas de un inmueble que según se decía, contaría con todas las exigencias del mundo. ¡Pues no! Nel! Fue y es todo lo contrario, y tal vez no coincidas conmigo, pero no puede ser que después de poco más de 200 días con un bombardeo de información, con las estadísticas de mortalidad a tope en nuestro país, con las recomendaciones, con todo lo que gustes y mandes, haya personas que se expongan y extiendan el peligro a los demás, a sus familias nucleares y de ahí pa´l resto, yo sigo más que incrédulo, enojado, enfadado, pero sobre todas las cosas preocupado. Ahora es vital y más que nunca seguir luchando con humildad y con todo lo que tengas para reaprender a vivir y convivir. Sigo insistiendo en que ya habrá tiempo para eso y para todo, pero no podemos jugarle al canelas y después arrepentirse, como decía alguien por ahí: ya para qué…
Sé que el fervor por regresar a un inmueble es altamente de adrenalina pura, pero la neta es que si siguiéramos de verdad los estándares de seguridad y sanidad, volveríamos lo más pronto posible pero no es así y hay que señalarlo, los estadios que abrieron sus puertas en nuestro país para el futbol y béisbol, detectaron que los protocolos de salud no se siguieron, ya ni digo el porcentaje porque, insisto, baste ver las imágenes para comprender que no se trata de que sean miles, sino unos cuantos para que se propague un virus mortal.
Haciendo la reflexión mientras sigo a la par escribiendo mi libro, acoto que cuando hablas, salivas; cuando gritas te salen gotas; te llevas las manos al rostro por la impotencia de que tu delantero o tu defensa o portero o bateador erraron; si anota gol tu equipo favorito o anota una carrera, abrazas al de al lado, incluso, sin que te hayas percatado de esas acciones y reacciones que se tienen…En fin, el tema es complicado y sin ser recatado, no pretendo ni soy pesimista, tampoco ave de mal agüero, pero me importa mucho la gente que quiero como tú, me ocupa transmitir un mensaje positivo y ser optimista, como cuando hace años íbamos por vez primera al estadio…¿o qué? ¿ya se te olvido?
Hagamos viral el asumir con compromiso y lealtad a uno mismo y al prójimo, el cuidado total y la congruencia de nuestras preferencias deportivas sin atentar contra los demás. ¡Cuestión de cultura me cae!
¡Pásenla bien!!!