EL VALLE DEPORTIVO

También me gustaba ver boxeo por la televisión, primero en aquél aparato de bulbos y enseguida a color, con el selector de canales y esperar los fines de semana para darle rienda suelta a mi imaginación deportiva con futbol, con béisbol, con basquetbol, voleibol, y hasta cuando pasaban el rugby y por supuesto las luchas en patines, era todo un éxtasis lo que se presentaba en aquellos ayeres. Pero el pugilismo tenía un mensaje de claridad años posteriores. Infinidad de recuerdos recorren mis fibras y más aquellos pasajes como la derrota de Mohamed Alí a manos de Larry Holmes, el espeluznante nocaut de Pipino Cuevas a manos de Thomas Heanrs; la coronación de mi ídolo Salvador Sánchez en contra de Dany López “El Coloradito”, las cátedras del yucateco Miguel Canto, y otros muchos más, pero lo que me acompaño en mi niñez y adolescencia fue ser testigo de un peleador que se la rifaba como los grandes a pesar de su limitación. Me refiero a David “Macetón” Cabrera, quien en la década de los 80´s se convirtió en un ícono de los cuadriláteros y que gracias a su valor, temple y corazón de auténtico guerrero, no solo enfrentaba la rivalidad deportiva sino de la vida misma porque por un accidente automovilístico sufrió la parálisis de una de sus piernas y más que convertirlo en lastre, lo utilizó como envión para sacar la casta y la determinación de ser alguien en la vida. Cuando optó por el boxeo lo hizo con la clara consigna de ser ganador a pesar de su “limitante” y dejar la burla para el olvido. Despertó intriga y fiel creyente de su poderío de puños, evidencio un compromiso cabal de emerger como un gigante y no solo consiguió derrotar a rivales sino a una horda de comentarios negativos hacia su persona. De su debilidad creo una fortaleza y derrumbo cualquier síntoma de rechazo, burla e ironía. Fue grande entre los grandes.
Y que mejor ejemplo de esa superación personal y deportiva, para darle realce a lo que este fin de semana fuimos testigos del surgimiento (ojalá) del nuevo rey de los pesos completos en el mundo, el nacimiento de un campeón con base en la determinación bien puesta por sobre todas las cosas. Andy Ruíz, el primer mexicano en lograr el cetro de los más pesados en el boxeo dio una clara muestra de humildad, de coraje y de hambre. De esa hambre con la que solo los tocados por los dioses se dan de a poco. Un hombre sin prejuicios por su sobrepeso durante su niñez y adolescencia, quien a pesar de esa “condición” también aspiró a grandes cosas, lo soñó y lo consiguió!
A pesar de haber nacido el 11 de septiembre de 1989 en Imperial Valley, California, declara a carta abierta que su sangre es 100 % mexicana y siempre se ha sentido orgulloso de ello, de ahí que tenga un tatuaje con la frase “Made in México”. Obviamente y como podremos imaginarnos, desde niño sufrió las abominables burlas por su sobrepeso, pero también de problemas sociales de índole de pandillas, tráfico de drogas y de personas. Fue entonces que el boxeo le dio la oportunidad de vida esperada, entonces a partir de 2009 se dedicó a cambiar de manera radical su vida a través del mundo de los puños a nivel profesional, siendo constante en sus entrenamientos, modificando su estilo de vida y aprendiendo a aprender diariamente. Hoy posee un récord de 33 victorias por una derrota, y un campeonato del mundo ganado a pulso, con todas las de la ley y con la plena convicción de hacerse grande y sacra a su familia de sus condiciones actuales.
Es el claro ejemplo de que cuando se quiere se puede y vaya manera de hacerse notar; primero, cayendo a la lona y levantándose con la fe inquebrantable de derrotar a su oponente, quien anonadado no daba crédito a los martillazos que salían de los puños de Ruiz, hasta llevarlo a la derrota y consagrar a un gigante rumbo al firmamento. Hoy es campeón mundial quizá por la casualidad de un mensaje a través de Instagram donde pedía la oportunidad de ser el rival del campeón. No le daban chance de nada e incluso con risas y más, los promotores le dieron la pelea. Ja! No sabían que el corazón de un pugilista mexicano es más fuerte aún que el de otros.
La historia y el recuerdo nos regalan pasajes de esta naturaleza que nos obligan a seguir actuando para derrotar por cualquier vía los horribles momentos de bullying, burla, racismo, y otros; el deporte es el antídoto y el pretexto perfecto para orientar a quienes por desgracia sufren de estos desperfectos sociales, pero como vemos, son derrumbados este y más gracias a la fe inalterable en busca de la gloria deportiva. Así surgen, se hacen y nacen los campeones de la vida!

Pásenla bien!!!